En la Boca, el gol del Carucha Muller se gritó
más que el tanto del Tony Barijho que marcó la merecida victoria sobre Gimnasia. Los
minutos finales, cuando entró La Paglia, fueron los mejores |
Por Juan Jose Panno El clímax llegó después del final, cuando los jugadores estaban en el vestuario. El gol de Carucha Chacarucha Muller, el cuatro a cuatro contra River, hizo estallar la Bombonera como nunca antes en toda la tarde. Los hinchas de Boca, de Bocarita Juniors, que se habían quedado en la cancha siguiendo por radio los minutos finales del encuentro de Liniers, gritaron ese gol aún más que el de Barijho. Gritaron por el empate, por los dos puntos que perdió River, por la ilusión que se reabre, por la matemática que aplazó cualquier festejo millonario, por la esperanza que es lo último que se pierde y se recuperó de última. No debe haber hincha de Boca que saliera de la cancha sin hacer números y cálculos que se cargaban rigurosamente sobre las espaldas de Ferro y San Lorenzo, los rivales de River en las fechas que faltan. No debe haber hincha de Boca que no imaginara la sensación de sustazo que cubre ahora a los primos. Pero tampoco debe haber hincha de Boca que saliera de la cancha comentando entusiasmado la actuación del equipo propio. Es que Boca ganó merecidamente, pero sólo jugó medianamente bien en algunos ratitos de un partido que en casi todo su desarrollo fue ordinario y aburrido. Lo mejor del cuadro de Bianchi se circunscribe a dos fragmentos distintos del segundo tiempo: en el arranque y en los minutos finales, cuando entró La Paglia. Uno puede imaginarse que Bianchi recurrió a todas sus dotes de motivador en el entretiempo procurando mejorar la imagen que había quedado tras un flojo primer tiempo. Más presencia, más decisión, más precisión, más velocidad para desprenderse de la pelota, debe haber reclamado el entrenador. Atrás levantó Samuel que se bancó los avances rivales y tuvo tiempo para salir jugando con claridad un par de veces; en el medio levantó mucho Cagna y Riquelme se desprendió de la marca de Larrosa y entonces Gimnasia perdió la prolijidad que había tenido en el primer tiempo, Córdoba descansó un ratito y Noce tuvo trabajo extra. Tras un rato de transición, en los minutos finales cuando ya todos parecían agotados, La Paglia entró por Guillermo y se convirtió en el centro de atracción del juego. Además de varios toques exactos, hizo una fenomenal jugada con gambetas en velocidad que no pudo rematar, pese a lo cual se llevó una merecida ovación. Por lo que hizo en esos dos fragmentos, porque en el balance superó a su rival en cantidad y calidad de situaciones de gol, Boca ganó con justicia, pero estuvo lejísimo de sus mejores actuaciones en el torneo. Curiosamente Boca logró el gol de la victoria en momentos en que Gimnasia era el dueño de la situación. Fue a los 22 minutos. Pereda, que mete y marca mucho menos que Sern, pero que es capaz de sorprender con la gambeta, se fue en zig zag por el medio y le dejó la pelota a Barijho, en el borde del área. El delantero de Boca, lento de movimientos, pero en esa jugada rápido de reflejos, se sacó de encima a San Esteban y definió fenómeno, cruzando la pelota al segundo palo. Antes y después del gol, la pelota pasó mucho por un Riquelme desconocido que entregaba una de cada dos pelotas a los pies del contrario, mientras Cagna navegaba a la deriva, Gustavo embarullaba todo y Guillermo ponía más deseos que fútbol y mandaban Troglio y Messera. Sanguinetti, Favio Fernández y Alonso desperdiciaron por muy poquito las situaciones que llegaron solo como consecuencia del dominio del terreno que ejercían. Sin merecerlo, Boca se fue ganando. La justificación de la victoria llegó después y la fiesta más tarde, con las noticias que llegaban desde Liniers.
|