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Por Horacio Cecchi ![]() Martín Herrán, presidente de la Asociación Yaguareté de Salta; Pablo Perovic, biólogo de la Universidad Nacional de Jujuy, y Emiliano Ezcurra, coordinador de la Campaña por la Biodiversidad de Greenpeace, forman parte del equipo que sentará un campamento base en una población de Salta próxima a la selva de Yungas. El lugar lo mantienen en secreto. No quieren facilitar las cosas a los cazadores. "La selva de Yungas es uno de los mayores sistemas de biodiversidad en el país --explicó Ezcurra--. Y está seriamente amenazada. Los megaproyectos como el gasoducto Norandino, la búsqueda de petróleo, la tala indiscriminada de bosques, ubican a todo ese sistema en el borde de lo irrecuperable. Ya se perdió el 90 por ciento de la superficie de la selva y lo que intentamos es proteger el diez restante". Ese diez por ciento está conformado por un corredor biológico de unos 80 kilómetros de ancho por 200 de largo, en cuyos extremos se encuentran los parques nacionales Baritú, en Salta, y Calilegua, en Jujuy. Dentro del corredor se encuentra uno de los dos grupos de yaguaretés que todavía están en condiciones de sobrevivir. "Están al límite --afirmó Perovic--. No sabemos exactamente cuántos individuos conforman el grupo. Para mantener su viabilidad necesitan una cantidad, más abajo de la cual no son suficientes para reproducirse. Este grupo está al borde de ese número". El interés de los expertos por los yaguaretés es doble. Por un lado, porque forman parte de la selva que quieren rescatar. Por el otro, porque está considerada como "una especie paraguas": si sobreviven ellos, sobreviven las especies que forman parte de la cadena. A principios de siglo, el yaguareté extendía su territorio hasta Río Negro. "Hoy sólo quedan grupos enteros en Misiones y en las Yungas." Hace dos semanas, parte del equipo se internó en el corredor para hacer los primeros análisis de situación. En enero comenzará la campaña de lleno. Para ese mes, llegarán los collares que colocarán a cinco yaguaretés. Se trata de una correa de cuero que lleva adosado un emisor de señales que serán captadas por satélite. Donde quiera que vayan los animales, irá la señal, que será detectada como un beep-beep cartográfico en la pantalla de una PC. Cada collar tiene un valor de tres mil dólares, y baterías que duran aproximadamente dos años. El total del proyecto yaguareté tiene un costo de unos 50 mil dólares. "Lo financian 700 socios de Greenpeace --sostuvo Ezcurra--. Donaron cada uno entre 5 y 100 pesos. No queremos aportes de empresas, gobiernos o partidos políticos". De los collares surgirá información: lugares de recorrido, los
momentos en que se detienen a El tema es quién le colocará el cascabel satelital al gato y cómo lo hará. El número ya está: entre dos y tres hombres del equipo. En enero, mientras llegan los collares, el equipo se internará en la selva para colocar cinco jaulas en diferentes sectores. Cada jaula tiene dos compartimentos: uno para encerrar al yaguareté. En el otro, como señuelo, se colocarán restos de comida del mismo animal. Durante un mes, se dejará que las jaulas vayan entrando en simbiosis con la selva. Después, se colocará el señuelo y se abrirá la trampa. Los expertos calculan que en febrero estarán dadas las condiciones para iniciar la espera. A partir de entonces, todo depende de las ganas que tengan los cinco yaguaretés elegidos para caer en la trampa.
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