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Sea cual sea el balance, todos están de acuerdo en que hay un antes y un después de Seattle. Mientras que numerosas organizaciones sindicales y medioambientales se felicitaban ayer por todo lo ocurrido en una cumbre inolvidable, y por la confianza nueva que parecía dotar a las nuevas formas de movilización social, los responsables políticos y la prensa se mostraban más divididos. Los europeos, en particular, permanecían divididos el domingo entre aliviados y preocupados. Pero fueron unánimes en la denuncia de la "caótica" organización del simposio. Un caos cuyos dos principales organizadores, Mike Moore, el director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y Charlene Barshefsky, la secretaria norteamericana de comercio, eran más renuentes a reconocer como una creación propia. "Más vale un fracaso sano que un resultado mediocre que no responda al problema actual del comercio mundial", estimó ayer el primer ministro francés Lionel Jospin, añadiendo que "no había que dramatizar el resultado adverso". Sin embargo, Jospin reafirmó la necesidad de reanudar las negociaciones de la OMC lo antes posible "sobre bases más equilibradas". "Necesitamos una OMC" que regule el comercio mundial porque en su defecto todo "se solucionará entre las grandes potencias", advirtió. La Unión Europea (UE) logró impedir "la liberalización del comercio internacional a toda costa". Así, al menos, se felicitó por su parte el primer ministro portugués Antonio Guterres considerando que se podría alcanzar un mejor acuerdo en el futuro. Los países en vías de desarrollo vieron en esa barrera al libre comercio, sin embargo, más un proteccionismo de los poderosos que un freno cualquier liberalización salvaje. El canciller alemán Gerhard Schroeder "lamentó" el fracaso de Seattle, al igual que el secretario de Estado holandés de Comercio Gerrit Ybema. Por su parte, el ministro italiano de Finanzas Giuliano Amato afirmó que la conferencia se equivocó al "fijarse objetivos demasiado ambiciosos en vez de concentrarse en lo esencial", y expresó su temor de que "Seattle se convierta en símbolo y comienzo de un caos mundial". Las mismas divergencias fueron recogidas por la prensa europea. Algunos estimaban preferible evitar un acuerdo negativo y otros se preocupaban por las posibles consecuencias de la cumbre de Seattle. "El fracaso es una buena noticia", afirmaba este domingo el británico The Observer, calificando el resultado de "justa resistencia a la brutalidad imperialista" de Estados Unidos. El vespertino francés Le Monde, de su lado, se felicitó por "la victoria de Seattle" donde "la sociedad civil (representada por las Organizaciones No Gubernamentales --ONG--) se impuso a la burocracia y los Estados". "Sin embargo existe la amenaza de que el reloj de la liberalización del comercio se detenga, dejando el futuro a expensas de los intereses partidistas de políticos y amotinadores", explicó el Sunday Business de Londres. "Las naciones más agrícolas --en su mayoría del tercer mundo-- soportarán las consecuencias de estos desacuerdos y verán de nuevo las fronteras cerrarse a sus exportaciones", predijo por su parte el diario español El Mundo. Algo que repitió la prensa brasileña. Para la revista semanal Veja, con una circulación de 1.200.000 ejemplares, la lección que se puede extraer de esta conferencia es que para los países ricos el liberalismo es una autopista de una mano, que sólo vale para los productos que ellos venden y no rige cuando el flujo sigue el sentido sur-norte. Esta autopista se llama "neoproteccionismo" y usa disfraces variados, desde el de ecologista hasta el de dirigente sindical, afirma el artículo de Veja, titulado "Cae la máscara de los ricos". Más allá de las discrepancias, el fracaso "es atribuible a la nefasta organización de la Conferencia así como a la dificultosa gestión de la presidenta de la asamblea", la secretaria estadounidense de Comercio Charlene Barshefsky, estimó Pascal Couchepin, ministro suizo de Economía. Una opinión compartida por la mayoría de los medios de comunicación y políticos europeos. Los medios norteamericanos fueron más rotundos en este punto, y culparon directamente a Bill Clinton por el fracaso de la reunión de la OMC. "La verdad es que Clinton actuó bien en principio en insistir en la necesidad de respetar los stándares básicos laborales y del medio ambiente, pero probablemente se equivocó en las tácticas", opinó el Washington Post en su edición dominical. El mandatario "calculó que podría enviar diferentes mensajes a diferentes audiencias". El New York Times calificó la situación como "golpe fatal para las esperanzas del presidente Clinton de poner en marcha una nueva ronda de liberalización del comercio en su último año en la Casa Blanca". Nunca tantos delegados de 135 naciones dijeron estar tan poco seguros de retornar a una reunión de la OMC en el futuro cercano.
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