Marta
Maffei sabiamente manifestó que en el gobierno saliente había dos corrientes opuestas
respecto de lo educativo: una bancomundialista, con hegemonía en el Ministerio de
Educación, que apelaba a los créditos del BID y del Banco Mundial y propiciaba cambios
curriculares y otra privatista que trataba de imponer el ajuste a costa de la destrucción
del sistema educativo (y científico) estatal, representada por Domingo Cavallo y Roque
Fernández. El futuro ministro de Educación de la Alianza, Juan Llach, viene de este
último sector. Lo más tibio que se puede decir de él es que es un señor muy poco
comprometido con la educación estatal y pública, según lo delatan sus escritos y su
propia formación. Pero esto ya es un hecho muy malo y merece la reflexión profunda de
quienes abrigan expectativas de cambio con el nuevo gobierno.
Hasta cuándo seguiremos soportando que se
degrade la educación estatal sin fundamentos reales y se la incluya en el gasto público
en lugar de considerarla una inversión. Los experimentos hay que evaluarlos según sus
resultados y no según los deseos de los experimentadores. La realidad es que la
educación estatal ha dado próceres, artistas, científicos, educadores, profesionales,
médicos y pensadores de los mejores. Hubo una excepción: la educación estatal militar
produjo generales mediocres en la guerra y sabios en torturar y ejercer el poder
dictatorial. En el otro polo, la educación privada ha dado mayoritariamente tecnócratas
que han sabido usar sus saberes para aumentar la brecha entre pobres y ricos.
Quienes consideran que la educación es un
bien más de mercado, sólo un instrumento para garantizar los saberes mínimos del
individuo que le permita entrar en el mundo laboral, practicarán políticas
diametralmente opuestas a quienes consideramos que la educación es además un vehículo
para la igualdad, para el desarrollo del pensamiento crítico y para el cambio de una
estructura social que excluye y oprime.
Los sectores progresistas no podemos comprar
el discurso de que hay sólo dos opciones: liberalismo corrupto y liberalismo honesto.
Quienes pretenden vendernos ese discurso acusan a quienes no lo aceptamos de
"quedarnos en lo testimonial". Esta muletilla es a los dirigentes de la Alianza
como el "quedarse en el '45" fue al peronismo menemista. Si piensan que el
adjetivo "testimonial" es descalificativo, se equivocan. Testimonial viene del
latín "testis" que significa testigo; "testis" originó también la
palabra testículo (por aquello de que los testículos son testigos de la virilidad). En
algunos momentos históricos lo testimonial puede ser sinónimo de tener pelotas, es
decir, coraje para no aceptar resignadamente las imposiciones de los banqueros y
empresarios y pensar un poco en la gente, en las escuelas y en los maestros.
* Profesor titular de Biología Molecular (UBA). Investigador del Conicet. |