El País
de Madrid
Por Luis Matías López
Desde Moscú
La cuenta
regresiva ya empezó. Los volantes lanzados ayer sobre Grozny, con la firma del Mando de
las Tropas Unificadas de las Fuerzas Armadas de Rusia, contenían un dramático
ultimátum, presentado como la "última oportunidad" de supervivencia: quienes
no hayan abandonado el sábado la capital chechena "serán considerados terroristas y
bandidos y destruidos por la artillería y la aviación". La vía de escape será un
corredor abierto, probablemente hoy. "No habrá más conversaciones", señalaban
los volantes. "Están rodeados. Se han bloqueado todas las carreteras. No les queda
ninguna posibilidad de victoria." Un diluvio de bombas lanzado por la artillería y
la aviación hacía más verosímil la amenaza de aniquilación.
No hay cifras fiables sobre el número de civiles que siguen en Grozny, una ciudad que
tenía más de 400.000 habitantes cuando se rompió la URSS, hace ocho años. Los
cálculos oscilan entre 15.000 y 40.000, la mayoría de ellos ancianos, enfermos y rusos
que temen menos a las bombas que al éxodo. Este se presenta lleno de peligros, ya que en
la capital chechena no quedan apenas medios de transporte, y la evacuación tendría que
efectuarse a pie y soportando los rigores del invierno.
Según el servicio de prensa del Ministerio de Defensa ruso, los combatientes chechenos
impiden la salida de los civiles y, en la práctica, los utilizan como escudos humanos.
Pero es dudoso qué harían los rusos si fuese capturado el presidente checheno, Aslán
Masjádov, que aparentemente dirige las operaciones militares desde Shalí, unos 35
kilómetros al sureste de Grozny. Según el servicio de prensa del Ministerio de Defensa,
las tropas rusas han conquistado, en tres meses de ofensiva, más de la mitad de
Chechenia, con una táctica, inspirada en las guerras del Golfo y de Kosovo, consistente
en bombardear sin pausa y en eludir los choques cuerpo a cuerpo que, inevitablemente, se
cobrarían miles de vidas. Se intenta tomar la ciudad sin lucha, una vez que los
combatientes se convenzan a golpe de bomba de que la resistencia es inútil.
La artillería y la aviación bombardearon ayer diversas localidades de Chechenia, pero
su potencia de fuego siguió concentrándose en Grozny y en Urús Martán, unos 30
kilómetros al sudeste, supuestamente defendida por unos 3000 guerrilleros al mando de
Jatab. Parece que la ciudad, feudo de los extremistas islámicos wahabíes, es una especie
de cuartel general de las bandas de secuestradores, que tienen a más de 500 rehenes en
toda la república independentista.
En Argún, unos 15 kilómetros al este de Grozny, cuya conquista fue anunciada a bombo
y platillo el pasado viernes, las tropas rusas se están encontrando con más dificultades
de las previstas en la "operación limpieza". En la misma ciudad y en los
alrededores hay algunos focos de resistencia, y los movimientos militares están muy
limitados por el temor a minas y trampas explosivas dejadas como un regalo envenenado por
los chechenos antes de retirarse.
Deudas, anexiones y otras
hazañas
Boris Yeltsin volvió hecho una fiera. Se
decía que el presidente ruso padecía una seria neumonía, pero ayer abandonó el
Hospital Clínico Central de Moscú con un diagnóstico mucho menos alarmante: pulmonía,
y ya curada. Del hospital fue al Kremlin, donde se reunió con Leonid Kuchma (foto), el
presidente de Ucrania, para reestructurar la deuda que ese país mantiene con Rusia por el
suministro de gas. Yeltsin firmará mañana el Tratado de Unión entre Rusia y
Bielorrusia, y ese mismo día partirá hacia Pekín. La cargada agenda del presidente ruso
sigue una semana después, luego de las elecciones legislativas del próximo día 19, con
la visita del presidente de Mongolia a Moscú. Y después continuará con un viaje a
Belén para celebrar la Navidad ortodoxa la noche del día 6 al 7 de enero.
Durante la breve visita de Kuchma a Moscú,
ambos mandatarios discutieron las prioridades de la colaboración ruso-ucraniana "en
los campos de la aviación, la tecnología espacial, la energía nuclear y la industria
militar". Pero, por sobre todas las cosas, Yeltsin y Kuchma se pusieron de acuerdo
para reestructurar la deuda de Ucrania con Rusia por el gas, que asciende a poco más de
482 millones de dólares. Respecto de la firma del Tratado de Unión con Bielorrusia, se
especuló con que la enfermedad de Yeltsin fuera "diplomática", es decir,
fingida para tener una excusa y no suscribir el polémico documento de unión con Minsk.
Para disipar estos temores, Yeltsin se apuró a fijar la fecha de mañana para reunirse
con el presidente bielorruso Alexandr Lukashenko. |
|