OPINION
Con el estilo de Balza
Por Ernesto López * |
Los nombres
de quienes serán los nuevos jefes de estado mayor de las tres fuerzas armadas,
recientemente dados a conocer por el futuro ministro de Defensa Ricardo López Murphy, no
causaron mayor sorpresa. El general Brinzoni, dilecto discípulo del jefe saliente
(Martín Balza), era un firme candidato. Igualmente lo eran el almirante Stella y el
brigadier Barbero. Sin embargo, el criterio que se ha seguido para esas designaciones no
ha sido semejante en todos los casos. En la Armada y en la Fuerza Aérea parece haberse
seguido una pauta escalafonaria: la elección recayó en los números 3. Sus
respectivos nombramientos implicarán el pase a retiro sólo de los actuales jefe y
subjefe de cada fuerza. En el Ejército, en cambio, la situación es diferente. Además
del jefe y del subjefe, deberán pasar a retiro 5 generales de división. (Deben solicitar
el retiro, también, el jefe y el subjefe del Estado Mayor Conjunto, un general de
división y un brigadier mayor, que no se han tenido en cuenta en los números
anteriores.)
Sin desmedro de los merecimientos del general Brinzoni, un destacadísimo oficial de
estado mayor que ha sido el primero de su promoción, cabe destacar dos aspectos que
pueden asociarse a su designación. Primero: por afinidad de ideas e incluso por identidad
de armas (artillería), la continuidad de la doctrina Balza (que se refleja en
la conocida autocrítica de este general) puede darse por descontada. Algunos potenciales
aspirantes al cargo, de dudoso perfil respecto de esa continuidad, han quedado en el
camino. Segundo: la totalidad del escalafón de los generales de división deberá ser
renovada, lo que a su vez abrirá vacantes en el nivel de los generales de brigada. De
donde la sustitución del viejo Ejército por el nuevo, impulsada
desde 1992 en adelante, podrá mantenerse a buen ritmo. La materialización de este
trasvasamiento generacional al amparo de la antedicha doctrina Balza que
es resistida desde algunos bolsones nostalgiosos del pasado autoritario reviste suma
importancia para la recuperación definitiva del Ejército. Porque influye decisivamente
sobre la adquisición de una aptitud profesional acorde a los tiempos que vivimos. Y
porque permitirá afianzar en su interior un nuevo tono moral. Una atmósfera ética
indispensable para vivir en democracia.
* Especialista en sociología militar. |
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