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PALMEIRAS ES FINALISTA DE LA COPA MERCOSUR
Un San Lorenzo muy mezquino

San Lorenzo se excedió en el planteo defensivo ante un Palmeiras que sacó rápida ventaja y sobre el final definió. Córdoba erró un penal.

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Saltan sin pelota Romeo y el Chiqui Arce, la figura de la cancha.
El paraguayo hizo dos goles y puso el corner del restante.


t.gif (862 bytes)  San Lorenzo había imaginado un plan táctico para el partido: dos líneas de cuatro, Estévez tirado de enganche y Romeo solito arriba. Ruggeri había supuesto que tendría tiempo para poner en funcionamiento eso, pero a los tres minutos todo se había trastrocado: tiro libre a favor del Palmeiras por falta inexistente, corner derivado y ejecución exacta –pasado y con rosca para afuera– del Chiqui Arce para los grandotes. Pusineri (¿por qué yo?) que lo pierde naturalmente al interminable Junior Baiano, quien elige el primer palo para ejecutar a Campagnuolo: 1-0 y ahora, ¿qué hacemos? No hacemos nada, dijo Ruggeri: seguimos igual porque todavía, así, vamos a los penales.
El desarrollo pudo haberle dado la razón si no fuera porque hay un mal endémico en la Argentina futbolera que afecta también a los extranjeros no paraguayos residentes: desaprovechar penales. En la única llegada clara del Ciclón en el período, Tuzzio –el mejor, lejos, de San Lorenzo junto a Campagnuolo y los minutitos finales de Romagnoli– habilitó en cortada para la diagonal de Pusineri, al que Marcos derribó alevosamente. Era penal y expulsión; para Méndez fue penal y amarilla. Córdoba tiró débil a donde estaba el arquero y el partido no tomó el desvío deseado.
Aguantó el equipo de Ruggeri hasta el final del primer tiempo, con pocas posibilidades a favor y varias llegadas en contra: cabezazo libre de Roque Junior, una clara de Oseas, pelotazo de Zinho que sacó apenitas el arquero por arriba, otro de Asprilla en el techo, otro mano a mano con el Tino. Y el 0-1 estaba bien –pese al penal errado– porque la doble Maginot de Ruggeri había hecho agua y los empeños de Tuzzio y Estévez estaban estructuralmente condenados a terminar en pelotazos para el “pobre” Romeo. Y eso era fruto de una disposición táctica obstinadamente destructiva.
Con los mismos hombres y la misma estructura, pero mejor funcionamiento, arrancó San Lorenzo el segundo, y entonces jugó sus mejores minutos. Sin embargo, cuando parecía que lo piloteaba dentro de su mezquino esquema, llegó otro tiro libre por foul dudoso de Michelini y notable ejecución de Arce: 2-0 y quedaban quince. Ariel López confirmó su pésimo momento haciéndose expulsar después de jugarlas todas mal en un rato, y recién entonces (¿por qué, Ruggeri, por qué?) entró el talentoso Romagnoli a jugar al fútbol y a desparramar brasileños para dársela después a los de camiseta azulgrana. Así de simple. Con sólo eso, en ese ratito, hizo más que la mayoría en una hora de forcejeo, entrega y obsesión por “no perder” la marca y conservar el cero. El último gol llegó por natural gravitación tras penal al discontinuo Tino Asprilla, que hizo pocas pero brillantes.
El 3-0 dejó una chapa demasiado dura para un San Lorenzo que llegó –con poco– más lejos que todos los demás equipos argentinos. Palmeiras es un equipo en serio, un gran equipo. De eso, hoy, en la Argentina, no se consigue.

 

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