Por Verónica Abdala Sus pinturas más
notables la muestran como una mujer frecuentemente partida al medio, o en imágenes
sangrantes. Flota en ellas una fuerte carga de sensualidad, a veces cruzada de sensaciones
oníricas o, al menos, de estados alterados. Cinco especialistas argentinos analizan los
aspectos centrales de la obra de Frida Kahlo (19071954) y la conclusión del
espectador es que recorrer sus cuadros es adentrarse en una suerte de biografía informal,
si se siguen las instrucciones correctas. Y que esas telas prueban que, sin milagros de
por medio, Frida logró convertir el tormento del dolor continuo en una forma sublime de
arte.Kahlo era una doble sobreviviente. De la poliomielitis -enfermedad que contrajo a los
seis años y de un terrible accidente, a los doce. Por este accidente, que le
fracturó la columna (un camión atropelló al ómnibus en que volvía a su casa del
colegio) fue sometida a 35 operaciones en los 35 años siguientes. Su historia prueba que
de algunas heridas pudo recuperarse pintándolas. Otras no sanaron nunca: no pudo ser
madre y terminó odiando su cuerpo. Los entrevistados sobre Frida en el ciclo
Historias de vida (a las 11, 16 y 23, este viernes por Canal á) son Jorge
Glusberg, director del Museo Nacional de Bellas Artes; Ana María Battistozzi y Ana
Martínez Quijano, críticas de arte; Ricardo Halac, dramaturgo, y Ana Amado, profesora de
Artes Visuales de la UBA.Frida es México arriesga Martinez Quijano, con
sus mejores y sus peores cosas. Es que Khalo fue testigo privilegiada de la primera
mitad del siglo. En 1929, a los 22 años, se casó con el gran muralista Diego Rivera, con
quien mantuvo una relación tormentosa, apasionada y por momentos contradictoria, que
duró casi treinta años. La casa de la pareja fue durante años refugio de intelectuales
de la izquierda mundial. El huésped más famoso de la morada fue el líder soviético
León Trotsky, asesinado en México en 1940. Frida tuvo un romance con él, según cree
recordar una sobreviviente de aquella belle époque latinoamericana, la cantante Chavela
Vargas. Mi alegría es sentir brotar tu vida de tu fuente, flor que la mía guarda
para llenar todos los caminos de mis nervios, que son los tuyos, escribió Frida
sobre Rivera, consciente de cuánto necesitaba a ese hombre desmesurado y de ojos
saltones, del que se separó varias veces. En esos intervalos, Diego alimentaba su fama de
mujeriego y Frida, irremediablemente seductora, cosechaba nuevos amantes, hombres o
mujeres casi por igual. La de Frida y Diego era una relación delirante de
amorodio, afirma Halac. Un amor loco y obsesionado que le dio carácter a su
obra, opina Martínez Quijano.La recurrencia de la imagen de Frida en sus cuadros
está ligada al accidente, coinciden los entrevistados. Halac remarca el hecho de que sus
padres la aprovisionaron durante la convalecencia de un espejo para que se constituyera en
su propio modelo. Glusberg sostiene que cómo no pudo desembarazarse en ningún
momento del dolor físico, pintó luego incansablemente su imagen rota. Lo hizo
alejándose de lo objetivo y acercándose a lo irreal y a lo surreal, cree
Battistozzi. Amado subraya: Frida llevó el sufrimiento al extremo, hasta sus
últimas instancias, al punto de utilizar referencias brutales como es una mujer en un
parto o desangrándose tras un aborto, para elevarlos al nivel de arte. En ese
extremar los límites de lo atroz y desarticular su propia imagen radicaba su búsqueda de
la identidad y su apuesta artística: eso que André Bretón definió como una cinta
de seda alrededor de una bomba.
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