Por Raúl Kollmann A un año de la
muerte del soldado voluntario Bruno Andrés Castañares, del Regimiento Húsares de
Pueyrredón, la Justicia está a punto de cerrar la causa sin encontrar las razones del
fallecimiento. En la tarde del 7 de diciembre de 1998, el soldado fue encontrado fumando
un cigarrillo de marihuana, pero según la versión militar, no hubo más que una amenaza
de arresto y la orden de que volviera a su puesto de guardia. Tres horas más tarde,
Castañares fue encontrado con un balazo de fusil FAL en el abdomen. Al principio, el
Ejército habló de suicidio, después de accidente y lo más grave es que la causa está
por ser archivada.Dos horas después de la muerte de Castañares, una comisión militar se
presentó en el domicilio de la madre con un comunicado firmado por el teniente coronel
José Luis Mazzeo. El texto informaba de la muerte del voluntario por un presunto
suicidio. Al principio, la jefatura impidió que la familia viera el cadáver, pero
cuando se estaba por producir un escándalo por ese motivo, finalmente se entregó el
cuerpo, previa presión para que el hecho no trascendiera a los medios.El día posterior a
la muerte de Bruno, se recibieron en una FM local dos llamados anónimos. En el primero,
la voz decía: Al soldado lo mataron. Cuando llegó la policía, la policía no
tiene nada que ver, eh, son los milicos de adentro. Cuando llegó la policía, ya habían
borrado todo. En el segundo llamado se escucha: Lo mató el subteniente, lo
hicieron pasar como un suicidio y cuando llamaron a la Federal ya habían borrado todo. Yo
voy a hablar cuando me vaya de baja, pero ahora tengo miedo, porque, viste, éramos pocos
los que estábamos.Las pericias demostraron que la bala salió de su propio fusil y
que el arma presentaba un desgaste en el retén del cerrojo, que pudo haber liberado el
mecanismo a partir de un golpe o movimiento. Dentro del arma se detectaron rastros de cal,
que nadie pudo explicar hasta el momento, y lo que es más importante, a lo largo de un
año, fue imposible encontrar la vaina de la bala que debió haber quedado en los
alrededores del cuerpo. Todos estos elementos hacen suponer que el arma y el escenario de
la muerte fueron manipulados en los momentos inmediatamente posteriores al deceso.La
familia descarta el suicidio por cuanto Bruno no pasaba por un momento de depresión sino
todo lo contrario: convivía con su pareja y tenía un hijo de dos años.La otra
alternativa, la del accidente, aparece como una posibilidad, básicamente porque las
pericias indican las fallas en el arma.Sin embargo, la madre de Bruno está convencida de
que a su hijo lo mataron. Nadie le puede explicar cómo es que después de encontrarlo
fumando marihuana, casi de inmediato lo mandaron otra vez a la guardia. También toma en
cuenta las llamadas anónimas que se comprobó fueron hechas desde un
teléfono público, pero que nadie investigó. Le llama igualmente la atención que varios
soldados se fueron de baja prácticamente de inmediato y sólo dos de ellos fueron
llamados a declarar. Por último, la madre de Bruno funda sus sospechas en la
desaparición de la vaina y en el ocultamiento de pruebas que percibe.Lo cierto es que a
un año de la muerte del voluntario, el llamado Caso Carrasco de Azul sigue en la nebulosa
y la causa está a punto de cerrarse. El juez federal Juan José Comparatto le dijo a
Página/12 que va a ordenar una reconstrucción de los hechos, pero que después de esa
diligencia ya no le queda nada por hacer.Informe: Laura Sottile.
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