|
Por Horacio Cecchi El francés André Mercier no había tenido una noche fructífera en el casino flotante. En sus bolsillos llevaba 500 pesos, apenas algo más de los 300 que había tenido que pagar para iniciar la rueda de apuestas. Con sus amigos italianos Renato Martini y Domenico Ponzo, después de la última bola, decidieron regresar al hotel caminando: el Holiday Inn queda apenas a cinco cuadras, sobre Alem y Córdoba. A las cinco de la madrugada, ninguno de los tres recordaba que el lunes pasado a un turista chileno lo habían marcado dentro del casino y a pocas cuadras le habían robado 22 mil dólares. Cuando los tres turistas llegaron a la puerta del hotel, dos jóvenes armados aparecieron corriendo. Todo sucedió en segundos. Intentaron entregar todo lo que tenían pero inexplicablemente el francés recibió un disparo en medio del rostro. En simultáneo, apareció una moto conducida por un tercer cómplice. Los dos asaltantes, sin llegar a robar nada, treparon al vehículo y huyeron. Mercier murió poco después, con sus 500 pesos en el bolsillo.El viernes pasado, Mercier, un anticuario de 42 años residente en París, llegó a Buenos Aires. Era la primera vez que visitaba la Argentina, pero venía de la mano de sus dos amigos italianos, Martini, de 47 y colega en el oficio, y Ponzo, de 32, dueño de un café, que habían viajado al país en otras ocasiones. El domingo cruzaron a Punta del Este y el lunes ya estaban de regreso. Habían fijado su sede en el hotel Holiday Inn Express, en Leandro Alem 770, casi esquina Córdoba.Las vacaciones del trío eran a puro vértigo. Un día después de la pasada por Uruguay ya tenían previsto recorrer parte de la ciudad, especialmente la Dársena Norte, donde se encuentra el nuevo casino flotante. Tenían marcado el pasaje de regreso para el lunes 13. No había tiempo que perder. A la medianoche del martes, los tres entraron al buque tragamonedas. Apenas abrió la puerta, cambiaron los 300 pesos exigidos en fichas y se lanzaron sobre las mesas. Durante casi cinco horas se mantuvieron dentro, jugando a cara cruz su suerte. Pocos conocen cuál fue: los dos italianos, el juez Jorge Warley y la comisaría 1ª, donde Martini y Ponzo declararon, guardan el resultado de aquella noche como un profundo secreto.No se sabe si Mercier empató o perdió en su gestión ante la banca. Y no queda claro si el dúo italiano acertó sus apuestas. El ciudadano francés no parece haber ganado mucho. Tenía 500 pesos en el bolsillo dijo a Página/12 el comisario Juan Damis, titular de la seccional 1ª, que intervino en el caso. Puede haberse tratado de un error o que en algún momento ganó una buena suma que después perdió. Lo cierto es que Mercier fue marcado por un cómplice de los asaltantes que se hacía pasar por apostador, del mismo modo que ocurrió con el turista chileno un día antes (ver aparte). Precisamente, el juez Warley analiza los videos de las 150 filmadoras de seguridad del casino, cotejando datos con los casetes que corresponden al asalto al chileno. Sospechamos que se trata de la misma banda, aseguró Damis.Las sospechas se vinculan con otros cabos que los investigadores vienen atando: el método del robo, las armas de puño, y el vehículo utilizado por los asaltantes, una moto de alta cilindrada tipo Cross, negra. Pero nada de esto sabían Mercier y los italianos. Con la última bola, decidieron volver caminando. Cruzaron la pasarela que une el casino a tierra, caminaron por el estrecho pasillo entre furgones de Aguas Argentinas y un obrador, que desemboca en la avenida, frente a la disco Divino Buenos Aires. A esa hora, aquél era el único lugar con movimiento en 20 cuadras a la redonda. Confiados, los tres atravesaron el puente móvil de las dársenas y se internaron en la oscuridad hacia el Holiday.Recorrieron la vereda lateral del edificio de Buquebús y llegaron hasta la avenida Alicia Moreau de Justo. Otra vez la luminaria tranquilizadora de Puerto Madero. A esa altura, el trío no se había percatado de que, a paso de hombre, los seguían. Cruzaron la avenida y otra vez los rodeó lanoche. Después siguió la avenida Madero, otra playa, las luces de una YPF, y el cruce en diagonal por la avenida Córdoba. El Holiday Inn se levantaba a unos pasos. Se detuvieron unos instantes en Leandro Alem y cruzaron. Cuando pisaban la acera, a pasos de la entrada del hotel, los vieron aparecer corriendo. Eran jóvenes. Uno de ellos llevaba casco de motociclista. El otro era de tez morena, robusto, de un metro ochenta y remera clara. Estaban armados. ¡Francés, dame la plata!, gritó uno. El trío, sorprendido, sólo atinó a meter las manos en los bolsillos para entregar todo lo que tenían. Pero el morocho de remera clara disparó. La bala impactó en el rostro de Mercier, quien murió a los pocos minutos, mientras los dos asaltantes trepaban a la Cross conducida por un cómplice y desaparecían por Alem, hacia la Plaza de Mayo.
CUESTIONAN LA SEGURIDAD DEL CASINO FLOTANTE Por Alejandra Dandan Por el apuro, algo falló en el casino flotante: la seguridad. Para los empresarios del sector, la apertura apresurada del barco dejó en el aire la instalación de un sistema efectivo de control. De acuerdo a esta argumentación, al casino le faltan desde cajeros automáticos hasta la estructura de estacionamiento adecuado. Los más críticos aseguran, incluso, que el sistema de videocámaras es deficiente para filmaciones a bordo. Frente a esto, y para evitar la temible fuga de clientes, la empresa optó por adjudicar los episodios de los últimos días a una maldita campaña de desprestigio. Acaso la misma que provocó el cierre del barco casino de Harras en Nueva Orleáns: un apostador murió en un intento de robo, la gente dejó de jugar a bordo y el Harras tuvo que mudar su sala de juego a tierra. Aquella anécdota de Nueva Orleáns es recordada por un hombre del ambiente. Cuando en Estados Unidos ocurre algo así, la opinión pública es muy dura, advierte. El Harras se trasladó al continente. Pero el Casino Buenos Aires debe mantenerse a flote para seguir abierto: el complicado entramado jurídico por el cual obtuvo la habilitación sólo le permite operar en la franja del puerto de jurisdicción nacional. Franja que le quitó al gobierno porteño la facultad para poder clausurarlo, tal como se intentó.Un buque casino necesita ajustar controles de seguridad, que por lo pronto, parecen deficientes en el barco. El Casino cuenta con 150 cámaras de video. Fuentes del Casino Maggic, de Neuquén, aseguraron que las cámaras de video en barcos deben tener una amplitud mayor de ángulo a las usadas en tierra porque los techos de las salas son bajos, para detectar a la gente en actitud sospechosa. Maggic Casinos compitió por la adjudicación del barco y la mayoría de sus casinos en Estados Unidos son flotantes. Para poder funcionar -explica un ejecutivo un casino de barco necesita un estacionamiento con controles de seguridad. La inversión en tierra debe ser mucho mayor que la hecha sobre el agua. Esa infraestructura terrestre debería contar además con cajeros automáticos.Cirsa, la corporación española que controla el barco flotante, no tuvo tiempo de invertir en terreno firme. El comienzo apresurado de las operaciones no fue el único motivo: el barco será trasladado en los próximos días. Hasta ahora, Lotería Nacional no fijó el punto operativo definitivo y, de acuerdo a los voceros de la firma, esto retrasó la inversión externa. Cuando el barco esté en su lugar definitivo adelanta un vocero va a haber cajeros automáticos por fuera. Por el momento, el Casino continúa con su método de control habitual: prohíbe el uso de celulares dentro del barco y tiene doce custodios privados en cada uno de los tres niveles del buque. Este sistema fue reforzado con un detector de metales en la entrada. Con todo, los ganadores pueden pedir servicios extras. Si bien pueden recibir el dinero en efectivo, la empresa ofrece pago con cheque o un depósito a bordo. El problema es retirarlo. A falta de un sistema informático que facilite el depósito en cuentas bancarias, el casino le permite al ganador retirar su dinero en cuotas y a cualquier hora del día en el mismo barco. Y para dejar la nave, existe otro ofertón: un custodio musculoso que los acompañe a casa, sin cargo. Eso sí: cuando la suma lo justifique aclara la fuente: no vamos a acompañar a nadie por 300 pesos.
|