El presidente Boris Yelstin firmó ayer un tratado de unión con Bielorrusia. Hoy intentará llegar a un acuerdo con China.
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Cada día más distanciada de Occidente a causa de su ofensiva en la república separatista de Chechenia, Rusia parece estar trabajando para crearse un bloque propio en la comunidad internacional. El presidente ruso, Boris Yelstin, firmó ayer un tratado de unión con Bielorrusia junto a su colega de ese país, Alexandr Lukashenko. Yelstin aseguró que el acuerdo no está dirigido contra Estados Unidos, pero Lukashenko hablaba ayer de agrupaciones militares en las fronteras occidentales de la nueva unión. Yelstin partió también ayer a China, donde buscará firmar con el presidente Jiang Zemin un Pacto de Estabilidad, dirigido contra el separatismo y las intervenciones humanitarias. La voluntad rusa de seguir este curso antioccidental pudo haberse endurecido luego de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunciara el martes que suspendería la siguiente ronda de créditos a Rusia. El FMI alegó motivos económicos, pero en Moscú se consideró que todo era una maniobra política. Es cierto que las relaciones entre Occidente y Rusia están cada día más deterioradas a causa de la guerra en el Cáucaso. En particular, los gobiernos occidentales se horrorizaron cuando el lunes Rusia emitió un ultimátum a los civiles de la capital chechena de Grozny, que les daba a éstos últimos hasta el sábado para abandonar la ciudad. Todos los que no salgan de la ciudad morirán, concluía el anuncio. El jefe de Estado alemán, Gerhard Schroeder, subrayó ayer que no puede tratarse a los ciudadanos como a terroristas. Por su parte, el canciller británico Robin Cook amenazó con que, si Moscú mantiene su ultimátum, la Unión Europea (UE) revisará su asistencia futura a Rusia. La advertencia de Cook tuvo especial peso dado que el Consejo Europeo se reunirá este viernes en Helsinki. Siempre menos arrojado sobre este tema que sus colegas europeos, el presidente norteamericano Bill Clinton aseguró ayer que no limitaría su ayuda al gobierno ruso.Militarmente, de hecho, el ultimátum daba señales ayer de estar dando resultados. El comandante militar de Grozny, Isá Munáyev, anunció que los guerrilleros chechenos comenzarían a abandonar la capital. Cumplieron con su tarea: distrajeron a fuerzas rusas de otros frentes, explicó. La noticia podría ser un engaño, pero junto al anuncio de la caída de Urus Martan un bastión clave que defiende los accesos suroestes de la capital hizo que la situación militar se viera favorable para Rusia. El optimismo en círculos oficiales rusos pudo haber sido reforzado ayer por la firma casi simultánea del tratado de unión con Bielorrusia, que ahora conforma un Estado Aliado con Rusia. Para ser un evento que algunos analistas consideraron apunta hacia la reconstrucción de la Unión Soviética, la ceremonia ayer en Moscú pudo haber resultado algo decepcionante. Mientras leía un discurso después de rubricar el acuerdo, Yelstin no pareció percatarse de que había llegado a la última página del mismo, y buscó febrilmente la siguiente. Con tanta excitación, perdió el equilibrio y tuvo que ser sostenido por el amigo Lukashenko. Al acercarse un asesor suyo, Yelstin lo interrogó enojado: ¿Esto es todo, o qué?. Informado de que así era, el presidente repitió impasiblemente la última frase del discurso y le cedió el podio a su colega bielorruso. Pero si todo esto pareció bordear lo farsesco, las consecuencias del acuerdo podrían ser preocupantes. El temor más difundido es que Rusia vuelva a instalar armas nucleares en suelo bielorruso. Moscú ha negado esto, pero nunca duda en plantearlo siempre que surge la posibilidad de un despliegue de armas nucleares de la OTAN en Hungría (flamante miembro de la Alianza). Por su parte, Lukashenko no ha pecado de sutileza. Además de plantear públicamente el despliegue nuclear en su país como medida de contención de la OTAN, el presidente bielorruso anunció ayer la creación de una potente agrupación militar con Rusia a partir del tratado. Por el momento, ésta parece ser defensiva, siendo básicamente la unión de los sistemas de radar de ambos países y la colocación de misiles antimisiles rusos S-125 y S-300 en Bielorusia. De todos modos, quizá lo más inquietante del acuerdo es que se conoce muy poco sobre él. El documentoha sido mantenido en riguroso secreto por ambos gobiernos, a tal punto que la oposición rusa ha pedido varias veces que se haga público. Sin pausa, Yelstin partió ayer a la noche (desafiando la recomendación de sus médicos) hacia Pekín. Según fuentes de la Cancillería rusa, buscaría firmar con el gobierno chino un acuerdo común en pos de la integridad territorial y contra la intervención internacional en asuntos internos. El diario moscovita Nezavisimaia Gazeta pareció resumir la visión del Kremlin cuando consideró que la UE tendrá que reflexionar antes de imponer sanciones una vez que Rusia y China, dos potencias nucleares y miembros del Consejo de Seguridad, sean una fuerza unida.
ETA DIVIDE A ESPAÑA De algún modo, y sin más que una bomba ocasional, la guerrilla separatista vasca ETA está logrando uno de sus objetivos: atraer a su redil a los partidos del Establishment vasco y alejarlos del gobierno centroderechista de Madrid. El PNV (Partido Nacionalista Vasco, democristiano) no apoyará los Presupuestos Generales del Estado y actuará a partir de ahora como si no existiera ningún compromiso con el Grupo Popular, según afirmó ayer en Durango (Vizcaya), el diputado del Grupo Vasco Joxe Juan González de Txabarri. Esta decisión fue ratificada por el portavoz del PNV en el Congreso, Iñaki Anasagasti, quien acusó al PP de no haber dejado otra opción a su partido. El desmarque del PNV, hasta ahora socio parlamentario del gobierno del PP, tiene su origen en las declaraciones del jefe del Ejecutivo José María Aznar, que el pasado lunes comparó la oferta de este partido a HB (brazo político de la ETA) con las cesiones de Francia y Gran Bretaña a Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial y afirmó que resulta asombroso que los partidos nacionalistas pretendan estar más cerca de la Europa de Kosovo, que representa la exclusión, la intolerancia y la limpieza étnica, que de la Europa del euro, la de la integración y la pluralidad. González de Txabarri considera que con estas palabras Aznar ha roto toda relación política con su partido, aunque han servido para que se haya quitado la careta descubriendo su posición de muy extrema derecha. Por su parte, el gobierno atribuye al cumplimiento de las exigencias de ETA la ruptura de relaciones con el Ejecutivo central que ayer anunciaron dos representantes del PNV y que se traducirá en su rechazo a las leyes de Presupuestos y de Extranjería que se votarán en el Congreso este mes, antes de que se disuelvan las cámaras. Fuentes gubernamentales recordaron ayer que el PNV se había comprometido con ETA, antes de la declaración de tregua por parte de la banda, a abrir una dinámica política soberanista y a romper los lazos con los gobiernos de Madrid y París. Para el Ejecutivo, el PNV acaba de materializar este último compromiso, atrincherándose en las declaraciones de Aznar el día de la Constitución.Por el momento, el gobierno de Aznar no peligra, ya que los cinco votos del PNV no son decisivos para lograr una mayoría. Sin embargo, el PSOE (socialista, oposición), el nacionalista catalán Convergencia i Unió y otros partidos son cada vez más críticos de la postura de Aznar.
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