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Adán y Eva, madein Los Angeles

El film estadounidense “Buscando a Eva” comienza como sátira inspirada en “Robinson Crusoe”, perotermina derivandoen una comedia romántica naïf.

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Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes)  Amable y gentil, Buscando a Eva no es una fábula, sino dos. O tres. La primera parte es una variante satírica y familiar de Robinson Crusoe; la segunda juega con la idea del “hombre que cayó a la Tierra”. Lo que no llega a cuajar es su pretendida relectura de la historia bíblica de Adán y Eva, que se agota en la mera fórmula de comedia romántica. Y esa fórmula, para funcionar, necesita de una química que aquí jamás aparece.Todo comienza en 1962. Una reunión de amigos se ve interrumpida por el presidente Kennedy, que anuncia, desde un televisor, que la crisis de los misiles con Cuba acaba de estallar. Paranoico entre los paranoicos, Calvin Webber (Christopher Walken, escapado del mundo de Archie) ha previsto hasta el último detalle para hacer frente al peligro nuclear. Típico científico loco, Calvin construyó un refugio antiatómico en el sótano de su casa, y allí se encierra junto con su esposa Helen (Sissy Spacek, una Lucille Ball con pocas luces). Helen está embarazada y el refugio se cerrará herméticamente, por error. El refugio parece una maqueta, y lo es: el loco de Calvin ha “calcado” su casa, haciendo del sótano un simulacro de hogar. Treinta y cinco años deberán pasar los Webber bajo tierra, y para el niño recién nacido (lógicamente llamado Adán) ese mundo cerrado será el mundo, a secas. El mecanismo de la fábula está echado, y de hecho funciona bien: las cosas más usuales de la vida cotidiana (qué es el béisbol y cómo funciona, por ejemplo) se convierten para el niño antiatómico en algo imposible de entender. Mientras allá arriba el mundo sigue su curso, el de los Webber sigue siendo un planeta de comedias familiares en blanco y negro, anticomunismo visceral, peinados “bananita”, Matt Monro y Selecciones del Reader’s Digest. Una secuencia particularmente lograda muestra los cambios en la superficie (una típica “fuente de soda” de los 50 se va llenando de humos y pelos largos) y los confronta con el inmovilismo de allá abajo. zAl cumplirse el plazo prefijado, las puertas se abren y llega para los Webber el momento de confrontarse con Los Angeles a fin de milenio. “Luego de la guerra nuclear, el planeta se llenó de mutantes”, constata, horrorizado, papá Calvin, luego de cruzarse con homeless, delincuentes juveniles y prostitutas. “Ponete de novio con una buena chica que no sea mutante”, aconseja mamá al bueno de Adán, antes de dejarlo salir al mundo. A esta altura, Adán ya es Brendan Fraser. Una elección inmejorable: Hollywood no cuenta, hoy en día, con un actor más naïf que él. Cuando Adán conozca a Eva (la reaparecida Alicia Silverstone), el interés empezará a diluirse, porque nadie parece creerse del todo que ellos se enamoren. Ellos dos se lo creen menos que nadie. En buena medida, Buscando a Eva es como la notable Pleasantville/Amor a colores (aquí editada directamente en video), pero al revés: allí, los representantes de los 90 subvertían el conservadurismo en blanco y negro de los 50; aquí, la gentileza y “buena educación” que Adán aprendió de su padre macartista son como un remanso enmedio del decadentismo de hoy en día. Más allá (o más acá) de lo ideológico, Pleasantville era consecuente con su premisa hasta el final. Por un cálculo de marketing, Buscando a Eva prefiere derivar a comedia romántica y termina no siendo una cosa ni otra.

 

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