El Festival de Cine de la Unión Europea, quese desarrollará a partir de hoy en el Abasto,promete 18 películas inéditas en Argentina. |
Por Luciano Monteagudo Ante el desolador panorama de estrenos de esta semana, en que las únicas novedades son el animé japonés Dragon Ball Z 3 y la discreta Buscando a Eva (ver aparte), la mejor opción para los espectadores rezagados parece acudir en búsqueda de algunos de los mejores filmes del último mes: Cuento de otoño, de Eric Rohmer; El coronel no tiene quien le escriba, de Arturo Ripstein, sobre la novela de García Márquez; Toy Story 2, la magnífica fábula animada por el equipo de John Lasseter... Para aquellos que ya lo vieron todo (incluso la comedia La niña de tus ojos, del español Fernando Trueba, o A todo corazón, la alegoría social del marsellés Robert Guédiguan), la solución podría ser correrse al Shopping Abasto y hacer uso y abuso del Primer Festival de Cine de la Unión Europea, que comienza hoy, con 18 films inéditos en Argentina, varios de los cuales no tienen distribución asegurada en el país. A priori, la selección de títulos presentada por la Delegación de la Comisión Europea en la República Argentina se puede considerar como ciertamente heterogénea, con títulos de real interés compartiendo espacios con otros films que llegan sin tantas cartas credenciales previas. Entre los primeros, cabe anotar a Agnes Browne, segundo largometraje dirigido por Anjelica Huston (presentado en los últimos festivales de Cannes y San Sebastián), Los duros, de Aleksi Makela (celebrada por quienes la pudieron ver en la reciente Semana del Cine Finlandés) o ¿Por qué casarse el día del fin del mundo?, del belga Harry Cleven, que viene muy recomendada por programadores de festivales europeos. Habrá también alguna producción alemana que causó no poca controversia, como Después de la verdad, de Roland Suso Richter, que imagina vivo a uno de los más siniestros criminales de guerra nazis (el doctor Mengele) y lo hace volver a su país, para presentarse voluntariamente a juicio y defender lo indefendible. Y hasta algún thriller danés, Pusher, que ya tiene desde hace un par de años largos edición local en video, pero que bien puede volverse a ver en pantalla grande.El cine europeo siempre ha sido más arte que industria, más creatividad que negocio, declaró el embajador Vittorino Allocco, jefe de la Delegación de la Comisión Europea en Buenos Aires, en la presentación del festival ante la prensa, la semana pasada. Y agregó: Queremos romper con el monopolio hollywoodense. No resulta difícil coincidir con la primera afirmación, aunque la segunda parece bastante complicada de llevar a cabo. En un despacho del diario El País de Madrid, fechado el domingo pasado en Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo, se ponía de manifiesto la terrible desigualdad que hay entre el cine de ambos contrincantes a la hora de la pelea por el público. Los datos son apabullantes, advertía la nota firmada por Octavi Martí. La Europa de la Unión, con sus 375 millones de habitantes, es un gran mercado para una industria del audiovisual raquítica y colonizada. Del informe se desprende que el cine estadounidense se lleva el 90 por ciento del mercado en Holanda y Bélgica; el 80 por ciento en España, y que Italia y Francia son los países que mejor se defienden, cediendo sin embargo el 60 por ciento de su público al amigo norteamericano. Para el resto del mundo, sólo queda el 0,5 por ciento del mercado.Esta situación se planteó en la cuarta edición del Forum de Estrasburgo, celebrado poco antes de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en Seattle, adonde los europeos llegaron con una consigna muy clara, que ya venían defendiendo desde la ronda del GATT en Montevideo, un lustro atrás: luchar para conseguir la llamada excepción cultural. Según le dijo el director del Centre National de la Cinématographie de Francia, Jean-Pierre Hoss, a Página/12 en el recienteFestival de Cine Francés de Acapulco, queremos que muchas culturas diferentes puedan existir simultáneamente, en todo el mundo, y para ello la cultura en general y el cine en particular no pueden ser considerados como una mercancía más. No podemos permitir la muerte de los distintos cines nacionales. En su modesta medida, a esa batalla se suma también este Festival de Cine Europeo.
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