Luis
Ovsejevich hoy deja su cargo como director del Colón. El fundador de los premios Konex,
mientras juntaba sus bártulos, hizo algo que hasta este momento no había hecho ninguno
de sus antecesores: envió a los medios de comunicación una larga carta autoensalzando su
desempeño. Si el nivel de éxito de una gestión puede leerse en la menor o mayor
distancia entre aspiraciones y logros, a la del director saliente le puede caber una sola
calificación. Y es en la enumeración de lo que él considera sus éxitos donde es
posible detectar la magnitud de su fracaso. Que en su evaluación, uno de los grandes
hitos haya sido contar con Plácido Domingo y una Mirella Freni ya casi retirada para
protagonizar Fedora, una de las peores óperas del repertorio, o que asegure que
Mefistofele de Boito --otra obra mediocre-- haya sido uno de los puntos más altos de la
historia del Colón habla, más que de una apreciación estética deficiente, de un
concepto altamente peligroso: aquel que pone el culto a las personalidades de la ópera
por encima de la calidad de las composiciones. La infinidad de placas conmemorativas
colocadas por Ovsejevich en las paredes del teatro testimonia esa frivolidad.
Juan Carlos Montero, quien será su reemplazante, deberá
remontar una herencia pesada. La suspensión de las funciones extraordinarias (aquellas a
las que tienen acceso los que no están abonados), el criterio de cantidad más que
calidad --el Colón debería plantearse hacer menos títulos, con más ensayos y más
funciones--, las difíciles internas gremiales --en un momento se le dijo a todo que sí,
incluyendo aquello que jamás podría cumplirse--, el divorcio entre el teatro y el
público culto de Buenos Aires, que no se siente convocado por él, y la idea del Colón
como lugar de reunión de la clase alta, afianzada en los últimos años (el proyecto
afortunadamente inconcluso de Ovsejevich incluía la conversión del hall central en
restaurante de lujo) serán apenas algunos de los temas con los que tendrá que vérselas
el hasta ahora crítico musical de La Nación, el único diario que consideró
"excelente" la última temporada lírica del teatro. El lujo vacío de
Mefistofele o la veteranía de Freni en La Bohème mal pueden ser confundidos con la
excelencia, pero Montero conoce bien el teatro y su tarea será devolverle lo que
Ovsejevich le hizo perder. |