CHILE: LA HORA DE LA IGUALDAD
Por Ricardo Lagos Escobar * |
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En Chile tuvimos una
desgracia hace varios años. Un país que era considerado un ejemplo en América latina
fue incapaz de solucionar sus desacuerdos internos de manera democrática, lo que
facilitó la intervención de la fuerza. Hubo entonces dictadura, violación de los
derechos humanos y extremas desigualdades sociales. Perdimos así tres atributos de una
sociedad civilizada.
Esta crisis dividió a la sociedad y a las familias de Chile, cada grupo con su historia,
sus dolores y sus ideales. Recién hace diez años fue posible volver a establecer el
primer bien común a todos: el de la libertad y la democracia.
Más recientemente hemos iniciado la recuperación de un segundo bien común, al empezar a
escribir una historia compartida sobre las violaciones a los derechos humanos. Hemos
dejado de negarlas, empezamos a aceptar que se deben respetar los derechos de todos,
siempre. Que los errores no justifican los horrores, que el fin no justifica los medios.
Sin duda faltan pasos importantes todavía, pero confío en que Chile sabrá darlos.
Por lo tanto, si bien a tiempos distintos, hemos avanzado en dos bienes comunes: la
democracia como medio de resolver nuestras diferencias y el respeto a los derechos humanos
de todos.
Pero seguimos en deuda con un tercer bien común: la igualdad.
En estos meses he vuelto a recorrer todos los rincones de Chile y he visto los enormes
cambios que la democracia ha logrado. Pero también he visto la desigualdad en todas
partes.
Son desigualdades que no tienen justificación moral. No son decentes las desigualdades de
ingreso, educación, seguridad, salud, acceso a la justicia.
No son decentes las desigualdades entre hombres y mujeres, entre jóvenes y adultos, entre
regiones y comunas. No son decentes el tratamiento discriminatorio a las minorías
étnicas, la destrucción del medio ambiente, la discriminación que sufren los
discapacitados.
Chile ha progresado mucho en la última década y con razón se enorgullece de ser una de
las economías de más rápido crecimiento entre los países con ingresos medianos. En ese
lapso el Producto Bruto Interno se duplicó, alcanzando el más alto ritmo de crecimiento
en la historia moderna de Chile.
Hoy podemos hablar con confianza acerca del futuro, precisamente porque tenemos
"nuestra casa en orden".
Pero en los momentos de crisis, como el que ahora vivimos, sentimos el cruel efecto de las
desigualdades: lo que para unos es crisis de ganancias, para la gran mayoría es crisis de
vida.
Las estadísticas nos muestran que, en 1998, el 20 por ciento más pobre de la población
obtenía sólo el 4,1 por ciento del ingreso.
Por ello, nuestro problema no es continuar creciendo con estabilidad, lo cual sabemos que
podemos hacer bien; nuestro desafío es el de hacer que los frutos del progreso lleguen a
los hogares de todos los chilenos.
Chile realizó reformas de primera generación en los años 70, abriendo y desregulando su
economía y promoviendo la empresa privada. Una segunda fase de reformas siguió en los
años 90, generando propiedad y legitimación social del proceso de desarrollo. Ahora
estamos listos para poner en movimiento una tercera generación de reformas: aquellas que
tienen que ver con el tema de la igualdad social. Ese es mi compromiso como candidato
presidencial de la Concertación por la Democracia.
La Concertación es la coalición de fuerzas democratacristianas, socialistas y
socialdemocráticas que condujo a Chile en la lucha por la democracia y que ha logrado
--en las elecciones-- el derecho a dirigir el país desde marzo de 1990.
Después de derrotar a la dictadura, nuestra coalición guió al país con
responsabilidad, proporcionando legitimidad a la descentralización, a la economía de
mercado y a las alianzas públicas y privadas.
Para la lucha por la igualdad social, tengo el apoyo de aquellos que hicieron la
educación primaria obligatoria, que lucharon para que las mujeres tuvieran derecho a
voto, que iniciaron la industrialización e integraron a la sociedad a los campesinos y a
los que vivían en los barrios marginales.
La equidad social es un imperativo moral de nuestro tiempo. En este mundo globalizado, la
pobreza y la injusticia ya no pueden ser ocultadas. No podemos reducir la incertidumbre
hacia los negocios, mientras al mismo tiempo dejamos a los pobres desprotegidos ante las
enfermedades, el desempleo, la ancianidad y la muerte. No podemos reformar los sistemas de
justicia para preservar los derechos de propiedad sin reconocer la falta de protección de
los derechos ciudadanos básicos.
Plantear algunas oportunidades para todos era un imposible hace menos de medio siglo dado
el modesto desarrollo de nuestra economía. Pero ahora debemos cambiar de una sociedad en
la que prima la desigualdad a una sociedad con igualdad de oportunidades.
La democracia, el respeto a los derechos humanos y la igualdad de oportunidades son tres
bienes básicos de una comunidad civilizada y son buenos para todos. Así como el
individualismo corrosivo nos ha empobrecido, luchar juntos por este objetivo de igualdad
nos ayudará a redescubrir nuestras hermandades, nuestro sentido de comunidad.
* Ricardo Lagos es el candidato a la presidencia de la Concertación por la
Democracia, integrada por fuerzas democratacristianas, socialistas y socialdemocráticas
en las elecciones del domingo. (IPS/exclusivo para Página/12.)
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