OPINION
Los referentes del radicalismo
bicéfalo
Por Alfredo Leuco |
Raúl
Alfonsín llegó al canal de muy buen humor acompañado inesperadamente por Juan Vital
Sourrouille, su ministro de Economía histórico y el creador del Plan
Austral. Cuando se le pregunta por su salud y se le dice que se lo ve muy bien, bromea
asegurando que sí, siempre y cuando no me levanten el capot. En realidad se
somete diariamente al trabajo del kinesiólogo que lo va ayudando a recuperar su capacidad
pulmonar ya que las diez costillas fracturadas se soldaron pero no tan ordenadamente como
corresponde. Asegura que en cuanto pueda va a regresar a Ingeniero Jacobacci allá en el
sur y en el frío donde casi deja su vida. Pero este domingo va a viajar a la histórica
ceremonia donde Panamá recuperará su Canal. Espera disfrutar de ese gesto de soberanía
y tomar un café con el ex presidente de los Estados Unidos, James Carter.
Está con la emoción a flor de piel porque el martes su hijo Ricardo juró como diputado
provincial y él estuvo en primera fila. Se siente orgulloso de su hijo porque es un
tipo muy estudioso, un buen tipo, muy cumplidor y trabaja como un animal, así que va a
ser un gran político. Recién se lanzó ahora de grande porque no quiso ser el hijo de
papá.
Sigue siendo apasionado y conserva intacto su carisma. Elige las palabras con cuidado para
referirse a Fernando de la Rúa, del que dice que va a ser mejor presidente que yo
porque los dos fuimos al liceo militar pero él fue abucheado y yo no. En realidad,
ambos son los referentes de un radicalismo bicéfalo que ingresa al 2000 manteniendo sus
amores y sus odios en una suerte de coexistencia pacífica. Son los dos únicos radicales
vivos de los cinco que han llegado a la presidencia de la Nación. Son en este rubro del
mismo palo que Yrigoyen, Alem, y don Arturo Illia y eso los contextualiza en su
performance como dirigentes.
Alfonsín es el presidente del partido y será una suerte de soporte del gobierno pero a
la vez un control ideológico y una caja de resonancia o paño de lágrimas para los que
se quedaron afuera. De la Rúa es el presidente de la Nación y será un líder
institucional con un respaldo sin antecedentes históricos de casi nueve millones de
votos. La única vez que se enfrentaron en las urnas fue en la interna del 83 y
Alfonsín le dio una paliza. Tal vez hoy también ganaría nuevamente Alfonsín fronteras
adentro del radicalismo aunque por una leve diferencia, pero la paliza se la daría De la
Rúa si la hipotética competencia se diera en la sociedad.
Es evidente que el partido no terminó de digerir a De la Rúa. Uno se mueve como pez en
el agua en la Internacional Socialista y el otro en el establishment económico, donde
tiene algunos de sus amigos personales. Uno fue fundador de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos durante la dictadura y al otro no se le conocen mayores antecedentes en
ese tema, salvo su gestión para ayudar a exiliarse en Venezuela a su hermano Jorge.
Alfonsín construyó su carrera política enfrentando a Ricardo Balbín al construir
Renovación y Cambio en 1972 y De la Rúa construyó su carrera política acompañando a
Balbín para luego convertirse casi en su heredero en la Línea Nacional. En el Pacto de
Olivos también estuvieron enfrentados. Alfonsín como protagonista y De la Rúa
criticando ese acuerdo que al final lo benefició por varios motivos. Mucho no se
frecuentan. Mucho no se quieren. Se respetan y valoran mutuamente. Se necesitan. Saben que
el tropezón muy fuerte de uno puede arrastrar al otro en la caída. Son racionales,
austeros, abogados de provincia, profundamente democráticos y católicos practicantes. Y
radicales. Nadie podría negar que ambos son auténticamente radicales. Odian la
frivolidad y el autoritarismo de un Menem que reemplazó a uno y fue reemplazado por el
otro. Pero esa es otra historia. |
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