Por Martín Pérez Compilado en
realidad de dos viejas películas de la extensa saga Dragon Ball Z, este tercer estreno
local de los personajes creados por Akira Toriyama vuelve a separar las aguas entre sus
posibles espectadores: son películas que fanatizan a sus fanáticos nunca una
redundancia fue tan precisa y dejan indiferentes a todos los demás. Los padres de
los pequeños fanáticos, por lo general. Productos derivados de sus orígenes
televisivos, poco hacen estos films para atraer al espectador que no conoce los pliegues y
repliegues de la trama. Pródigo en peleas, así como en un sano humor que no le deja
tomarse demasiado en serio, Dragon Ball Z que en estos días tiene también un
espectáculo teatral en el Gran Rex hereda lo más clásico del estilo de animación
japonés que supo hechizar a los pequeños espectadores occidentales de Meteoro en
adelante. Claro que, en vez de autos y carreras, el tema aquí son unas curiosas artes
marciales que incluyen levitaciones y rayos como los de cualquier superhéroe
norteamericano. Con una trama tan intrincada como la de cualquier telenovela no es
extraño que los personajes creados por Toriyama se transformen en casi un vicio para
quienes se hayan involucrado con su historia. Lo que en Occidente ha sido aprovechado por
una explotación comercial sumamente accidentada. Reenvasados, cortados y retitulados sin
prejuicios por sus distribuidores, todo fan que quiera conocer la verdadera cronología de
su animé japonés preferido deberá dedicarse a un trabajo casi detectivesco. En el caso
de Dragon Ball Z III cabe aclarar que, lejos de ser el tercer film de la serie, la
película es una suerte de reenvasado de los opus nueve y doce, cuyos títulos originales
son, respectivamente, Ginga girigiri!! Butchigiri no sugoi yatsu (1993) y Fukkatsu no
fusion!! Gokû to vegeta (1995). La historia del primer episodio es la de un inocente
torneo de lucha libre que deviene en una disputa planetaria, a la manera del Mortal
Kombat. Claro que en este caso con mucho más humor, y sin las recomendaciones new age de
aquélla. Mucho más original, el segundo episodio da cuenta de un curioso contratiempo en
el purgatorio, que crea un monstruo en el más allá y devuelve a los muertos a la tierra.
Así las cosas, los héroes de Dragon Ball que han pasado a mejor vida lucharán de su
lado de la realidad, mientras que su progenie no perderá su buen humor al defender al
mundo de toda clase de fantasmas, incluso uno curiosamente parecido a Adolf Hitler. Pero
atención: el hecho de que el calendario haya acercado peligrosamente la fecha de los
estrenos de Toy Story 2 y Dragon Ball Z III lo que incluso hace que coincidan en los
multicines no debe promover un juicio definitivo entre la animación norteamericana
y la japonesa tomando como ejemplo ambas películas. Sucede que, en el mejor de los casos,
Dragon Ball Z es apenas un producto comercial derivado del fenomenal éxito de su versión
televisiva. Mientras que Toy Story 2 es la gran obra de un estudio Pixar que
ha respetado las premisas del Disney más clásico mejor que el propio Disney. Sin
embargo, la pujante industria de animación japonesa que tiene obras para todos los
gustos tiene su propio Walt. El Disney japonés se llama Hadao Miyazaki, y su
última obra acaba de estrenarse a todo trapo en Estados Unidos. Por supuesto que La
Princesa Mononoke, una obra mayor del cine japonés a secas, aún no tiene fecha de
estreno local. En la fila de la animación japonesa a estrenarse en Buenos Aires figuran
antes productos como Dragon Ball o Pokemon. Este es el nuevo éxito indiscutible de la
televisión mundial para niños.
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