Por Silvina Szperling Para acceder a
Kyo, el espectador debe descalzarse. Un aroma a incienso colma el aire y se atraviesan
algunos metros de arena antes de tomar ubicación en las gradas del teatro-templo. La
instalación-danza que se presenta en la sala Contemporánea del Centro Cultural Recoleta
como parte de los festejos de este centro para el año 2000, que incluirán además una
extensa muestra de fotografías, objetos y videos sobre las distintas manifestaciones del
arte del siglo que se acaba, parece representar cabalmente una cierta idea sobre lo
finisecular. Intentamos aportar a la armonía, para recibir al próximo milenio con
una visión alejada de los malos augurios. Para conectarse con el caos bastan las
experiencias del día a día, aclara Teresa Duggan, alma mater de este original
espectáculo basado en cantos y prácticas de difrente religiones. La colaboración ha
fructificado entre la coreógrafa y Gonzalo Córdova, iluminador ya habitué de la danza
contemporánea, que se caracteriza por encontrar originales resoluciones a diversas
estéticas escénicas con recursos sorprendentes y económicos en sentido amplio. En el
caso de Kyo, el espacio se encuentra dividido en un gran ruedo central, en donde se
desplazan las bailarinas-oficiantes la mayor parte del tiempo, un estrado a modo de altar
que se enfrenta a la gradería de los espectadores, y las paredes laterales, completamente
cubiertas en dorado, que demandan algunas sorpresas. En el altar se encuentran algunos
objetos que se utilizarán durante la danza, pero el protagonismo absoluto se lo llevan
tres cuadrados lumínicos que irán cambiando de color a medida que las escenas se
sucedan. Dan ganas de zambullirse dentro de ese espacio, en parte por la expectativa
generada a partir de la ceremonia del descalzarse y en gran medida por la atracción que
ese entorno ejerce. Eso podrán hacer los visitantes diurnos del Centro Cultural Recoleta,
ya que la instalación se encuentra habilitada al público como una muestra plástica más
del centro. Al abrirse la puerta de la sala, las intérpretes se encuentran en escena
ataviadas con el vestuario de Nam Tanoshii (quien ya colaborara con Duggan en Shodó, una
obra sobre la caligrafía japonesa), que se mueve entre el dorado, el plateado, el rojo y
los colores tierras, en diseños que evocan el Lejano Oriente. La coreografía se
desarrolla a partir de algunos elementos entre los que la luz y los colores juegan un
papel esencial: rezos con velas, la apertura de una ventana que emana luz,
pintura corporal. Duggan trabaja también con la arena, aunque aún se siente la necesidad
de ahondar en esa dirección. Las diferentes dinámicas de la obra van llevando a las
bailarinas desde un estado más contemplativo a otro más activo, pasando por momentos de
juego. Se destaca la escena en la cual algunas intérpretes pintan el cuerpo de las otras,
no sólo por la mutación estética que se logra, sino por la ruptura de la uniformidad
témporo-espacial entre las siete mujeres en escena. A su vez, la tarea de pintar armoniza
movimiento, imagen y estado de concentración de estas oficiantes que retomarán su rito
una yotra vez en este diciembre particular. Queda pendiente el interrogante de qué
pasaría si a los espectadores se les permitiera circular por el espacio durante el
espectáculo, llevando la característica de instalación vívida a su máxima expresión.
LA BIBLIOTECA NACIONAL INAUGURO UN SECTOR
INFANTIL
Ahora sí, es para cualquier edad
Ahora sí, se puede decir que las puertas están abiertas para todos los argentinos,
de cualquier edad, dijo ayer Oscar Sbarra Mitre, director de la Biblioteca Nacional,
orgulloso por la inauguración del sector de lectura infantil. Las autoridades de la
Biblioteca abrieron oficialmente ayer ese espacio, situado frente a los jardines de la
Plaza del Lector, en una ceremonia no exenta de ternura. El predio, situado en un edificio
anexo al principal, venía sirviendo desde hace algún tiempo como confitería de
concesión algo precaria. Con el aporte de algunos sponsors, ese lugar se
remodeló, explicó a Página/12 Sbarra Mitre. Se instalaron equipos de aire
acondicionado, escritorios, sillas, pizarrón, computadoras, estanterías, para poder
saldar lo que considerábamos una deuda importante de la Biblioteca, una asignatura
pendiente que hubiéramos querido resolver hace tiempo, pero que por problemas
presupuestarios se venía retrasando.La nueva sala, propuesta como un lugar para la
lectura de 4 a 10 años, será atendida por bibliotecarias-maestras jardineras, con la
idea de ir introduciendo a los más pequeños no sólo en el hábito de la lectura sino
también en la utilización de la biblioteca como espacio público, de educación y
entretenimiento. Queremos conectar a los chicos con la lectura y propiciar tareas
grupales, explica el director. Una de ellas es la de escuchar cuentos en la
Plaza del Lector, mediante un sistema que llamamos de Abuelas cuentacuentos.
Son señoras mayores, voluntarias, que le leen a los chicos, ancianos y no videntes.
La ventaja adicional del nuevo sector, según destaca Sbarra Mitre, es que permitirá
también un mayor acceso de los adultos con hijos a la Biblioteca: El sitio es
seguro, cuidado, vidriado y con vista a los espacios verdes, sin necesidad de subir
escaleras o tomar ascensores, explica. Así, los padres, tanto del público
como los mismos empleados de la Biblioteca, no tendrán la limitación de tener que venir
cuando no están con sus hijos. En cuanto al material de lectura, está compuesto
por el catálogo de la Biblioteca y donaciones de varias editoriales: precisamente, la
inauguración fue acompañada por un pedido solidario de donación de libros y materiales
infantiles diversos.
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