|
Por Martín Granovsky "¡Grande, Fernando!", gritó uno. "¡Bravo!", se escuchó como en el Colón. Pero era el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y eran las doce menos veinte. Era el momento en que Carlos Menem, como un sastre experimentado, colocaba la banda presidencial a Fernando de la Rúa. El Entrante esgrimió el bastón de mando. El Saliente lo miró con nostalgia anticipada. En esa imagen, enmarcada en las enormes arañas con caireles, quedó concentrado el símbolo del cambio de guardia. Quince minutos después hubo otra imagen más, cuando Carlos "Chacho" Alvarez salió al balcón de la Casa Rosada, acompañado de su mujer, Liliana Chiernajowsky, de Graciela Fernández Meijide y de Aníbal Ibarra, y con ellos apareció Ernesto Sabato. Quince años atrás, Sabato había llegado a la Casa de Gobierno con el informe final de la Conadep encargado por Raúl Alfonsín. Pero no fue la asociación con los derechos humanos el efecto buscado por la Alianza. El mensaje parecía ser otro, sintético y sin vueltas como todo mensaje visual: antes, Armando Gostanian; ahora, Ernesto Sabato. Para que no quedasen dudas, también saludó a las masas Ramiro Agulla, el creador del "Dicen que soy aburrido". Las sonrisas más grandes en el balcón pertenecían a quienes, en la Alianza, vienen del peronismo o la izquierda. De la Rúa tampoco se dejó llevar ni siquiera en ese instante. Capicúa, convocó "a la unidad del pueblo para realizar las esperanzas de unidad nacional". Medido, envió "un fuerte abrazo de afecto a todas las familias de la patria argentina". Antes, durante la entrega de la banda en el Salón Blanco, las emociones expuestas provinieron de los salientes, más que de los entrantes. La primera hija del Presidente, señorita Zulema María Eva Menem, como la presentó el locutor oficial, hacía mohines al Saliente, que intentaba sonreír sin conseguirlo. Menos sonrió cuando se saludaron con Alvarez. Apenas un apretón de manos y felicitaciones de circunstancia. El hielo absoluto. Con De la Rúa el abrazo fue contenido, pero conviene aclarar que si se contabilizan los abrazos del Entrante durante todo el día solo puede computarse como fuerte el que se prodigó con su hermano delante del escudo custodiado por dos ángeles del Salón Blanco. El lugar daba la sensación de haber sido cuadriculado por un planificador. Mirando desde la entrada hacia la tarima, a la izquierda estaban los invitados del Entrante y a la derecha los del Saliente. Detrás del Entrante estaban sus ministros. Detrás del Saliente, los suyos. El origen de algunas invitaciones no despertaba ninguna duda. Sabato había recibido una tarjeta del Entrante. Víctor Bo, del saliente. Mariano Grondona, del Entrante. ¿Y Bernardo Neustadt? Ama al Saliente, pero siempre admiró al Entrante. ¿Domingo Cavallo? Seguro no fue invitado del Saliente, pero no puede descartarse la profesionalidad de quien hizo el mailing. Puede haber sido convidado por el Entrante, a quien no le vendrán mal los 11 escaños del cavallismo en la Cámara de Diputados. De la Rúa miraba a todos con una sonrisa giocondina. Las manos tomadas por delante, Alvarez lucía una expresión casi beatífica. Parados, se destacaban sobre el resto Eduardo Escassany, el último de los grandes banqueros privados nacionales, si se exceptúa a la banca cooperativa, y Martín Balza, que si no tiene problemas con la Justicia en la causa de las armas habrá hecho carambola: las nuevas cúpulas del Estado Mayor Conjunto y la del Ejército, encabezadas por Juan Carlos Mugnolo y Ricardo Brinzoni, tienen su bendición. Sentados, habían formado una sociedad estratégica, por lo menos para el público, José María García Arecha y Enrique "Coti" Nosiglia. García Arecha era, hasta ayer, uno de los nominados para dirigir la Secretaría de Inteligencia del Estado. Viejo radical de Línea Nacional, es amigo del Entrante, tan amigo que hasta consiguió heredar la banca de senador por la Capital Federal cuando De la Rúa la abandonó para asumir la jefatura del gobierno porteño. Nosiglia es un dirigente clave del radicalismo en el mismo distrito y aspira a convertirse en un factor de poder oficioso, sin cargo en el gobierno nacional, con capacidad de actuar también en el área de inteligencia. Detrás de todo, como para ganar perspectiva y ser fiel a su gusto por observar, el asesor de campaña Luis Stuhlman confesaba haberse emocionado cuando subía la escalinata desde la entrada de la Casa de Gobierno. --Yo siempre digo que De la Rúa es progresista y algunos me lo discuten. Pero De la Rúa representa lo que este país cambió. Entre las cuatro personas de la pareja presidencial y la pareja vicepresidencial --comentaba hablando de De la Rúa, Inés Pertiné, Chacho Alvarez y Liliana Chiernajowsky--, uno es licenciado y otra es judía.
|