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Por Luis Bruschtein ![]() Temprano, en la Plaza del Congreso, los primeros que llegaron fueron las bandas militares y los jubilados, cada quien de su lado de la valla. Unos dos mil policías de la Federal fueron apostados a lo largo del recorrido que haría De la Rúa desde el Congreso hasta la Rosada. La Avenida de Mayo estaba engalanada con banderas argentinas, pero a las 8 de la mañana podría pensarse que el acto no convocaría mucha gente. Había más gente mayor que jóvenes y más mujeres que hombres. Dos
señoras tipo tía estaban Poco a poco fueron llegando vecinos y grupitos de las parroquias radicales del centro con sus pancartas. La puerta del Molino estaba tapizada con una gran bandera roja y blanca que decía "Casa Radical Ricardo Balbín". Era la presencia del eterno y frustrado aspirante radical a la presidencia que ahora, después de muerto, asistía a través de esa pancarta a la asunción de uno de sus discípulos predilectos. Otro viejito se emocionaba con las boinas blancas con pompones rojos: "¡Las boinas blancas de Alem, de Yrigoyen, del Chino querido!", decía en voz alta. La disposición era de alegría y aunque abundaban los comentarios mortales sobre Menem, la mayoría esperaba con ansiedad la llegada de De la Rúa. "Estos diez años hizo lo que quiso y dejó a la gente en la calle", decía uno. "Ajustó, privatizó, flexibilizó, robó, este de peronista no tiene nada, otra cosa eran Perón y Evita", aseguraba un radical nostálgico del '45, algo así como un rara avis. A las 9.30 apareció un motociclista parado en la moto y con los brazos abiertos, encabezando la escolta del presidente electo. El policía venía de buen humor. La gente empezó a gritar "¡Chupete, Chupete!", pero casi no lo vio cuando subió por la explanada del Congreso de la calle Entre Ríos. A esa hora, las veredas de todo el trayecto que seguiría pocos minutos más tarde De la Rúa ya estaban cubiertas de gente. No había ómnibus ni colectivos. La multitud estaba formada por vecinos espontáneos, oficinistas y empleados y grupos con carteles de los comités radicales de la Capital. Casi no había carteles del Frepaso. La gente siguió con aplausos intermitentes el discurso de asunción por los parlantes que estaban instalados en la plaza y en toda la Avenida de Mayo. Uno de los más fuertes fue cuando anunció la intervención del PAMI para evitar "el desatino y la corrupción". El sol caía a pique y el público trataba de aprovechar hasta las líneas de sombra que producían los mástiles y los postes. En la plaza, frente al Congreso, los maestros de la Carpa Blanca seguían el acto. "Con el cambio de banda nos dejan en banda" decía un cartel. Cuando estaba por salir De la Rúa, los maestros llevaron otra pancarta sobre la avenida: "1997-2000. Los gobernantes deben solucionar los problemas de la educación argentina". De la Rúa salió y la gente comenzó a aclamarlo. Los granaderos y una multitud de fotógrafos y periodistas corrían delante del Cadillac negro descapotado desde donde saludaban el Presidente y su esposa, ya primera dama. A medida que avanzaba se producía una triple corrida. Los granaderos, el Cadillac, los periodistas y varios que se habían colado corrían por la avenida. Y en las dos veredas muchos esperaban que pasara De la Rúa para seguirlo a la carrera. Un muchachón peso pesado corría por la vereda con un gran cartelón de Rafael Pascual repartiendo pascualazos a troche y moche, cosa de que el Presidente viera la cara de su amigo durante todo el trayecto. Fue una corrida de casi media hora bajo los papelitos que caían de los balcones. Desde el edificio de la ex muncipalidad se dispararon salvas con papel picado azul y blanco y las campanas de la Catedral comenzaron a repicar. La gente desbordó las vallas y se instaló en la plaza. En un rincón, un grupo de Madres de Plaza de Mayo --Línea Fundadora-- llevaba una cartel que decía: "Menem No lo hizo, a De la Rúa se lo exigimos: Verdad y Justicia para los 30 mil desaparecidos".
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