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EL PAIS Por Javier Valenzuela "Los dos últimos fracasos han sido un toque de alerta al que tenemos que dar algún tipo de respuesta", dice Ed Weiler, jefe de los equipos científicos de la NASA. Las naves que deben efectuar el próximo viaje al planeta rojo, las Mars Surveyor 2001, son similares a las naufragadas Climate Orbiter y Polar Lander. Una orbitará Marte y la otra aterrizará en su superficie. Pero si la NASA sabe que la Climate Orbiter fracasó por una confusa combinación de medidas de longitud inglesas con el sistema métrico decimal, ignora por completo qué es lo que ha salido mal en el caso de la Polar Lander. La obvia conclusión es expresada así por Goldin: "Está claro que no vamos a apresurarnos a construir una nueva nave espacial tan sólo para cumplir un plazo arbitrario que nosotros mismos nos hemos dado". La NASA promete que ahora estudiará el diseño de sus naves, determinará si no se está equivocando en los lugares calculados para los aterrizajes y evaluará sus relaciones con el fabricante aeronáutico Lockheed Martin, constructor de los dos artefactos naufragados y culpable de la confusión de medidas de la Climate Orbiter. Entretanto, en la comunidad científica, la opinión pública y el Congreso ya se debate si este organismo está fracasando por exceso o por defecto de fondos. Muchos miembros del legislativo de los Estados Unidos creen que la NASA gasta demasiado en misiones de puro prestigio científico y poca rentabilidad nacional. El pasado verano ya hubo un intento en el Congreso para reducir en 900 millones de dólares el presupuesto anual para la NASA. Pero el senador Phil Gramm aseguró ayer que los fracasos de las dos últimas expediciones marcianas no resucitarán el próximo año ese intento de recortarle las alas a la NASA. El senador se declaró "profundamente decepcionado" por los naufragios, pero añadió que "las naves no van tripuladas por seres humanos, precisamente porque pueden ocurrir esas catástrofes". Gramm dijo que el programa marciano es "una buena causa" y añadió que no espera que el Congreso quiera anularlo o recortarlo. Muchas voces se elevan en los Estados Unidos para decir que la culpa la tiene, precisamente, lo contrario, la falta de fondos provocada por la política de Goldin de "lo más rápido, lo mejor y lo más barato". Esa política fue establecida en 1993, tras la desaparición de la nave Mars Observer, cuyo costo ascendía a 1000 millones de dólares. La misión Pathfinder, de tanto éxito en 1997, fue más barata, pero costó aproximadamente lo mismo que la suma de las dos perdidas ahora (unos 307 millones de dólares).
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