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Por Diego Fischerman "Un concierto de amigos", dice José Luis Castiñeira de Dios. Y también dice que, en el fondo, se siente agradecido porque puede "seguir haciendo música". En el momento de definirse no duda en hacerlo "como un pícaro, una especie de Wagner de picaresca que va de un lado a otro tratando de conseguir seguir hacer música; hago cine para hacer música, hago música de teatro para hacer música, organizo este concierto para hacer música". Este concierto es, en realidad, el que la Orquesta Sinfónica Nacional, junto al Coro Polifónico Nacional y el grupo Anacrusa, dirigidos por Castiñeira, darán el próximo miércoles 15, a las 21, en el Teatro Colón y con entrada libre. "No se trata de arreglos para orquesta de los temas de Anacrusa sino de obras concebidas especialmente para esta conformación instrumental", aclara el compositor que se reconoce como un "enamorado enfermizo de lo sinfónico". El mismo que se arrepiente "de no componer más". "Es demasiada la energía que me lleva organizar cosas y dedicarme a cuestiones extra-artísticas", completa. El grupo Anacrusa, conformado actualmente por la cantante Susana Lago, el guitarrista Ricardo Lew, Alejandro Santos en flauta y saxo, Oscar Kreimer también en saxo, Alán Ballán en bajo eléctrico y Enrique Roizner en percusión, tiene una vida estable desde 1995, en que se presentó en Buenos Aires en una serie de conciertos en el Complejo La Plaza. Pero en estos años tocó sobre todo en las provincias y en Europa y en el Brasil. "No hay demasiadas oportunidades que digamos", se lamenta Castiñeira. "Encima parece que hubiera que disculparse. Se nos pregunta ¿por qué no tocaron en todo este tiempo? Y dan ganas de contestar que lo que pasa es que ya gasté todo lo que tenía en mi concierto anterior y que me perdonen si todavía no vendí mi casa para poder hacer el próximo." La vida de Anacrusa es, en algún sentido, la del propio Castiñeira. Grupo ejemplar de los 70 y de la resistencia de la cultura argentina en el exterior (sus discos se grababan en Francia y circulaban aquí de manera casi clandestina), había allí mucho de lo que siguen siendo sus obsesiones artísticas. Sobre todo, la de trabajar con un criterio sinfónico materiales melódicos y rítmicos provenientes de la tradición del folclore rural. "De todas maneras --dice el compositor--, toda esa preocupación por la nacionalidad y por las raíces es algo de alcance absolutamente local. En Europa lo que escuchan, cuando escuchan a Anacrusa, es simplemente música. Por otra parte, confieso que varias veces he intentado desprenderme de la idea, de la tesis, que alimentó la creación de este grupo y dedicarme simplemente a la composición de música sinfónica. Pero por algún motivo, Anacrusa no se deja vencer y siempre reaparece. Es que en realidad, cuando yo me muera y algún pariente junte las distintas cosas que he hecho, tal vez lo que aparezca es que todo responde más o menos a la misma idea y que Anacrusa no es tan diferente de la otra música que hago." Esa idea que según Castiñeira recorre toda su obra es la de "no hacer tradicionalismo ni tampoco música clásica europea; más bien encontrar una especie de tercera vía, de desarrollar un lenguaje artístico que no reniegue de los lenguajes más contemporáneos, pero que esté afincado en la tradición popular. Una música para ser escuchada, para prestarle atención y, al mismo tiempo, que remita a los paisajes culturales en los que nos hemos criado".
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