Por Horacio González
Cuando los profesionales de la publicidad se
sienten sospechados por su alegre nihilismo, suelen responder que de nada serviría crear
fantasías si el producto en sí mismo no contiene valores. Imaginan así que
las cosas son portadoras de un valor propio, más allá de los vacíos esenciales con los
que trabaja la palabra publicitaria. Pero la publicidad electoral de De la Rúa se apartó
notoriamente de las características que la carrera de este político había tenido hasta
ese momento. Entonces, lo que en él era meramente enfático, adquirió una leve pátina
de audacia, su opaco realismo previo consiguió cierto tinte impetuoso, su cariz abúlico
preexistente fue revestido de algún informalismo populista y un tono innegablemente
monótono se hizo épico, sin perder un afectado empaque. En cambio, el otro candidato, el
derrotado, no llegó a ser reconducido por sus publicistas a una diferencia
dramática respecto a lo que hasta ahí era. ¿Qué quedará en De la Rúa de esta
composición publicitaria tan distante de su figura habitual? Alfonsín había sido el
primer candidato presidencial que aceptó ser reconducido a otro ideal escénico de sí
mismo, y de esa composición quedaron, episódicamente, una manera de saludar, ciertas
palabras, a veces frases enteras. Es que fueron los políticos radicales, herederos de una
lejana liturgia que era anterior a la radiofonía, los que a partir de los años 80
tuvieron libre el camino de la reinvención publicitaria de su yo político.
Los dolientes republicanismos a la manera de Alem e Yrigoyen debían ser superados. El
peronismo, en cambio, ya contaba con una fuerte y tenaz gestualidad fijada en la
imaginación colectiva moderna. Hasta hoy, las recientes publicidades no han conseguido
recrearla, ni siquiera adjuntándole la figura clásica del político mediativo y
solitario, como en su momento intentaron los publicistas de la campaña de Duhalde.El tema
y el escozor de De la Rúa siempre fue el peronismo. Ese es el mayor conocimiento con el
que cuenta. Había derrotado al peronismo en la Capital Federal en 1973, representado por
la obstinada versión nacionalista que ofrecía Marcelo Sánchez Sorondo, docto heredero
de los golpistas del 30. El mensaje a los peronistas dicho por De la
Rúa en su campaña, testimonia y renueva su consistente interés por el peronismo, al que
puede reclamarle su voto en la oportunidad electoral porque frente a él no tiene
ambigüedades. Puede hablarles a los peronistas, como Balbín, porque no puede ser
confundido con ellos ni pretende heredarlos, como de algún modo se desprendía del
llamado al tercer movimiento histórico de Alfonsín. De la Rúa es el primer presidente
que aceptó una total recomposición publicitaria de su figura, pero a diferencia de
Alfonsín, seguramente poco quedará de ella. Su estilo volverá a una abstinente
parquedad, con su machacona economía declamativa y su tono de enfado moral, porque sabe
que a diferencia de Illia, su fuerza no emana de la ausencia de sus perpetuos rivales
peronistas, y que a diferencia de Alfonsín, aceptó ser otro en la campaña porque todos
tenían la absoluta seguridad que luego, ni una coma sería movida de lugar. |
Por Rosendo Fraga*.
Fernando De la Rúa es el sexto presidente de
la República Argentina perteneciente a la Unión Cívica Radical. Hipólito Yrigoyen lo
fue dos veces, entre 1916 y 1922 primero y entre 1928 y 1930 después; Marcelo T. de
Alvear, entre ambos períodos; Roberto M. Ortiz, un radical antipersonalista
ocupó la presidencia entre 1938 y 1941; Arturo Illia gobernó entre 1963 y 1966 y Raúl
Alfonsín entre 1983 y 1989.La Argentina ha estado gobernada por hombres de la UCR durante
un cuarto del siglo que finaliza. Claramente, De la Rúa tiene diferencias con figuras
como Yrigoyen y Alfonsín. Ambos fueron los líderes de la UCR y el actual Presidente de
la Nación no lo es.Tampoco se parece demasiado a Illia. De la Rúa es un hombre con
reconocidas vinculaciones fuera del universo del radicalismo y representa a sectores e
intereses ajenos a su partido. En cambio Illia no tenía relaciones, conocimientos o
vinculaciones fuera de su propio partido y fue así que presidió un gobierno aislado
políticamente.La comparación con Ortiz no parece demasiado válida, salvo en que su
apoyatura política era una coalición, la Concordancia, donde convergían radicales
antipersonalistas y conservadores con socialistas independientes como ahora le
sucede a De la Rúa. Quizás el Presidente de la UCR a quien más se parezca sea
Alvear.Ambos representaban la corriente conservadora del partido radical. Ninguno de los
dos era el líder nato del partido, como lo eran Yrigoyen y Alfonsín. Tanto De la Rúa
como Alvear eran hombres con vinculaciones en el campo económico e internacional. Tenían
buenas relaciones con los factores de poder tradicional, como las Fuerzas Armadas y la
Iglesia Católica. Los dos designaron un gabinete de notables, mostrando no
temer a la inteligencia.El enfoque de la política exterior, también muestra algunos
puntos de coincidencia. Yrigoyen se había caracterizado por una política aislacionista,
que tenía elementos nacionalistas y de reivindicación hispanista. Alvear venía de ser
embajador en París y sin romper con la política de su predecesor, buscó una mejor
relación con Europa. Fue así como la visita del Príncipe de Gales herederos de la
Corona Británica constituyó uno de los fastos más relevantes de su mandato,
diferenciándose en ello de Yrigoyen.Algo similar sucede hoy entre De la Rúa y Alfonsín.
El primero ratifica las líneas centrales de la política exterior de Menem y designa a un
economista (Adalberto Rodríguez Giavarini) con buena imagen tanto en los mercados
financieros como en Washington, como ministro de Relaciones Exteriores, mientras que quien
ocupara el cargo en la gestión de Alfonsín (Dante Caputo), hoy integra el ala
progresista del Frepaso, sin tener injerencia en la política exterior del
nuevo Gobierno.Con Alvear, la Argentina no realizó ninguna transformación sustancial.
Pero su administración eficaz, junto con las condiciones externas favorables pos Primera
Guerra Mundial, permitieron a la Argentina vivir años de prosperidad en la década del
20.Quizás el objetivo de De la Rúa, de que la Argentina llegue a ser investment
grade durante su mandato, calificación internacional que implica la baja del
riesgo país y en consecuencia la reducción de la tasa de interés que el país
paga pueda tener analogías con el tipo de política que Alvear llevó a cabo hace
setenta y cinco años.* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. |