Entre Domingo Cavallo y Roque Fernández le dejaron un regaloa José Luis Machinea que éste dudará en agradecerles. Ahora tiene que abrir el paquete y ver cómo rearma esta economía. |
Por Julio Nudler ¿Sólo nueve desafíos? El flamante equipo de Economía debe sentir que son novecientos. Y, en realidad, ninguna lista de retos sería exhaustiva. Pero lo que se describe en los panes que siguen son algunos puntos infaltables en la agenda de la nueva conducción, que encuentra al sistema en una encrucijada. Aunque el gobierno saliente aseguró que sus sucesores estaban dramatizando el diagnóstico para abrir el paraguas, parece que tenían razones para estar preocupados. Ahora que son los responsables de resolver los problemas, deberán imaginar cómo atacan los siguientes. * Desocupación La tasa de desempleo se triplicó entre 1991 y 1995, para luego descender con la fuerte reactivación posterior al Tequila (quiebra mexicana de fines de 1994). Sin embargo, la desocupación permaneció hasta hoy por encima del 14 por ciento, a pesar de la flexibilización laboral y la reducción de salarios. Este alto nivel de desempleo es el resultado de un cambio en la estructura productiva del país, con desaparición de industrias y énfasis en la producción de insumos, que genera poco empleo; de la introducción de tecnologías que desplazan mano de obra; del deterioro en el entrenamiento de la fuerza laboral; de la concentración económica, en desmedro de las pequeñas empresas, que en proporción son las mayores demandantes de trabajadores, y de las privatizaciones, que provocaron la cesantía de muchos ex empleados de las empresas del Estado. La posibilidad de disminuir la desocupación depende, por tanto, de lo que ocurra con la economía en su conjunto. Pero no bastará que crezca: habrá que ver cuál es la estructura sectorial de ese crecimiento. * Déficit fiscal Fue la primera gran obsesión de la Alianza ante el desborde del desequilibrio en la fase final del menemismo. Como la Convertibilidad impide emitir para cubrir el bache, y no es posible tomar alegremente más deuda con ese fin, se vuelve imperioso gastar menos, recaudar más o ambas cosas. A esto se llama ajuste, y su meta inmediata es bajar el déficit a 4500 millones de pesos en el 2000, evitando que se remonte a cerca de 10 mil millones. Sin embargo, conseguirlo exige una labor muy delicada, porque: 1) el gasto es bastante rígido porque está concentrado en el pago de sueldos, jubilaciones e intereses de la deuda, y 2) es difícil --y hasta peligroso-- aumentar la presión tributaria sobre una economía tan castigada por la crisis. Se corre el riesgo de alentar la evasión y de ahogar la incipiente reactivación. Como la faena de todos modos debe ser realizada, la manera en que se la acometa definirá el carácter de la política económica. Por lo anunciado hasta ahora, la línea es muy tímida con los grandes intereses. Ninguna de las subas de impuestos anunciadas los afecta realmente. * Déficit externo La cuenta corriente de la Argentina con el mundo arroja este año un déficit superior a los 13.000 millones de dólares, que crecería hasta casi 15 mil el año próximo. La factura de intereses de la deuda es cada vez más gorda, pero también pesan otros rubros, como la remesa de utilidades y dividendos por parte de las compañías extranjeras, que ya cuesta unos 2500 millones anuales, y el pago de regalías. Sumando los vencimientos de la deuda y el déficit fiscal, el paquete de financiamiento que requiere el país (renovación de créditos y obtención de nuevos) puede trepar a unos 25 mil millones en el año, cifra que incluso supera a la de las exportaciones. Esto vuelve a la Argentina muy vulnerable al antojo de los mercados de capitales, y determina la lógica ortodoxa que eligió para el discurso y las primeras acciones el equipo de José Luis Machinea. * Dólar En medio de un mundo en que se sucedieron las devaluaciones, y en una región latinoamericana donde los países están dejando fluctuar sus monedas --incluyendo a Brasil y Chile--, la Argentina conserva el tipo de cambio fijo y un sistema de Convertibilidad que provoca fuertes altibajos en el nivel de actividad. El gobierno de la Alianza resolvió mantener el 1 a 1 contra viento y marea, pero sólo podrá sostenerlo en el mediano y largo plazo si logra compensar con fuertes mejoras en la productividad (más eficiencia productiva, menores costos) la creciente desventaja cambiaria. Este objetivo parece muy difícil de alcanzar, pero la alternativa de una devaluación podría resultar explosiva por el fuerte endeudamiento público y privado en dólares, además de la dolarización de las tarifas públicas. El país enfrenta, por tanto, dilemas muy complejos, en los que pareciera que cada remedio es peor que la enfermedad. La mayor esperanza, hasta ahora incumplida, es que el dólar empiece a depreciarse contra las restantes monedas duras, y que se recupere significativamente el precio de los productos que exporta la Argentina. * Deuda El Estado debe ya unos 121 mil millones de dólares. Mientras crecía el endeudamiento se deterioraba la capacidad de repago, tanto del capital de la deuda como de sus intereses, medida en exportaciones. Este dato genera desconfianza en los acreedores y forma parte del llamado riesgo-país, que determina tasas de interés más altas y, por tanto, un empeoramiento de la carga. El equipo económico entrante vuelve a apostar por la señal ortodoxa del ajuste fiscal para convencer a los mercados de que la Argentina mejora su capacidad de repago, con lo que podría descender el riesgo-país. El intento es dar vuelta el círculo vicioso y convertirlo en virtuoso para ir desactivando la bomba. * Recesión Con caídas en la inversión, las exportaciones y el consumo --es decir, en todos los factores de demanda de bienes--, la recesión se profundizó en 1999, aunque ya hay signos de una suave reactivación. El 2000 debería ser un año algo mejor, siempre que la situación mundial siga repuntando y Brasil no experimente algún colapso. Sin embargo, el crecimiento de la economía argentina sufre la seria restricción del déficit externo. Si la producción local no es competitiva --por la sobrevaluación del peso y la insuficiente productividad--, con la reactivación se agravará el rojo comercial. La alarmante experiencia de la recesión iniciada en 1998 es que esta vez siguió habiendo déficit comercial: aunque cayeron las importaciones, la exportación también bajó. * Brasil Es el principal socio comercial de la Argentina y casi su único cliente para las exportaciones industriales. El aplastante peso de su deuda precipitó la devaluación del real hace casi un año y descolocó a la producción argentina. Cuando los dos países cayeron en recesión, el Mercosur empezó a tambalear por las tensiones comerciales entre sus dos mayores socios. Si Brasil fue en 1996 la locomotora que tiró de la Argentina sacándola de la recesión, ahora es una permanente amenaza desestabilizadora. El vecino tiene en el 2000 vencimientos de su deuda por casi 124 mil millones, y sus reservas son apenas un tercio de esa cifra. Los intereses que debe pagar por la deuda equivalen a un 8 por ciento de su Producto Bruto, por lo que su perspectiva es endeudarse cada día más. Por otro lado, con una política agresiva de sus estados para atraer radicaciones industriales, está logrando que fábricas ya instaladas en la Argentina levanten todo para mudarse, o se desvíen proyectos. Aunque se prometan esfuerzos para coordinar políticas entre los dos países, es muy difícil lograrlo con un peso atado al dólar y un real en flotación. * Concentración Dentro de una economía que se extranjerizaba velozmente, con masiva venta de empresas y bancos a multinacionales y fondos de inversión, el rasgo predominante de la década fue la concentración (un fenómeno en absoluto exclusivo de la Argentina). Esto acentuó el carácter excluyente del modelo, porque en todos los sectores irrumpieron jugadores de un poderío aplastante. El gobierno de Carlos Menem no opuso barrera alguna a ese predominio. No atinó siquiera a obligar a la preservación de las redes de proveedores locales, ni impuso a los bancos internacionales una política crediticia que asistiera a la producción, en lugar de concentrarse en la crema del negocio: los préstamos hipotecarios y la financiación del consumo a altísimas tasas. Tampoco hubo acción oficial para asegurar la competencia, y en casos como el de los medicamentos se convalidaron tremendos abusos contra la población. En todos estos frentes hay oportunidades para que la Alianza aplique criterios diferentes, pero deberá enfrentar a lobbies muy potentes. * Imprevisión En algunos años, la Argentina se enfrentará a un grave problema social: el enorme número de trabajadores sin cobertura previsional. La reforma del sistema en 1994, con la creación de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, además de desfinanciar severamente a la Seguridad Social y crear un enorme foco de déficit fiscal, no logró extender el paraguas del sistema. La mitad de los afiliados no aportan, y no tendrán virtualmente derecho a una jubilación. Las pensiones no contributivas van a convertirse en una cuestión central para el fisco en pocos años si no se modifica la tendencia. Respecto de las AFJP, están planteadas iniciativas tendientes a reducir sus comisiones para defender los aportes de los afiliados. Sin embargo, Hacienda quiere colocar bonos de deuda en las carteras de las Administradoras, y esto les da un alto poder de presión.
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