Inequívocamente,
el populista de derecha y pospinochetista Joaquín Lavín surge como el ganador real de la
primera vuelta electoral chilena de ayer, y la Concertación por la Democracia, encabezada
por el socialista Ricardo Lagos, recibe una paliza que permite incluso poner en duda su
victoria en el ballottage del 16 de enero próximo, aunque las cifras de la víspera le
den una ventaja marginal. Esto es así por diversas razones: 1) Lagos no creció nada
desde las proyecciones más generosas de la semana pasada, mientras Lavín logró trepar
entre un 4 y un 7 por ciento de las intenciones de voto de esa fecha; 2) Lagos no logró
superar el 50 por ciento de los votos ni siquiera gracias al generoso drenaje de sufragios
del PC, que se esperaba subieran a un 7 por ciento y quedaron mermados a un 3,
presumiblemente por defección a la lista de la Concertación; 3) Lagos no perdió en los
distritos elegantes sino también en plazas metropolitanas enteras como Valparaíso y
estuvo a punto de hacerlo en Santiago, lo que sugiere el efecto de desgaste de 10 años de
gobierno de la Concertación y de un 12 por ciento de desocupación, astutamente manejados
por el candidato de la derecha; y 4) una parte de la DC puede haber desobedecido la línea
partidaria y se inclinó a último momento por Lavín, lo que proyecta grietas de
escisión en la alianza oficialista.
Este no es un resultado muy bueno para la
transición chilena hacia una democracia sin condicionamientos, por positivos que hayan
sido el distanciamiento de Lavín respecto del ex dictador Augusto Pinochet y el
continuado arresto de este último desde hace más de un año en Londres. Primero, porque
se trata de un resultado enormemente divisivo, que hace renacer los peores espectros de
los días del país partido en dos bloques irreconciliables, y luego porque también
resucita de manera inevitable el tabú contra la idea de un socialista al frente de La
Moneda, aunque Lagos se encuentre a años luz en dirección centroderecha respecto de
Salvador Allende. Por la misma razón, incluso si Lagos gana en la segunda vuelta es
presumible que lo sea por un margen estrecho, lo que igual dejaría el resultado de un
país dividido, una Concertación en discordia y un presidente socialista muy
condicionado.
Por último, y en perspectiva regional, el
surgimiento de Lavín cuestiona seriamente que haya un vuelco general hacia la
"Tercera Vía", por poco que ésta pueda representar programáticamente contra
el modelo neoliberal. Este modelo no fue cuestionado por Lagos, pero sus efectos sí lo
fueron por Lavín, por lo que el voto de protesta esta vez fue de derecha. |