Por Cledis Candelaresi
Aunque la
Alianza estrena esta semana mayoría en Diputados, no podrá prescindir del apoyo del
justicialismo si quiere aprobar esta semana el proyecto de Presupuesto para el año 2000
y, junto a éste, el paquete fiscal. Al renovarse la composición de la Cámara, el
discutido dictamen sobre aquella iniciativa perdió vigencia, lo que obliga al flamante
oficialismo a buscar la aprobación de su propio proyecto en comisión y, posteriormente,
conseguir el apoyo de los dos tercios en el recinto para tratarlo antes de que se cumpla
el tiempo reglamentario. Relegados en el protagonismo, los legisladores del PJ discuten
cómo aprovechar este circunstancial poder para forzar cambios en el menú impositivo, el
más urticante para el partido que dejó la Rosada."Podemos apelar
a la vieja técnica de aprobar los proyectos en Diputados, para dar la batalla después en
el Senado", propuso el jueves un destacado asesor de la bancada justicialista, poco
después que fracasara la sesión en la que iban a tratarse aquellos proyectos. Pero la
alternativa de modificar la propuesta fiscal en la Cámara alta, donde el PJ conserva la
mayoría, aún no convenció a todos los del bando dirigido por Humberto Roggero.
La compleja arquitectura parlamentaria obliga a barajar y dar de nuevo,
aun en aquellas iniciativas sobre las que se había conseguido algún consenso. Después
de arduas negociaciones que involucraron también a los senadores, Diputados se disponía
a avalar el proyecto de Presupuesto. Pero la intención de la Alianza de anexarle a
último momento el paquete tributario frustró la sesión e hizo que cayera el dictamen
sobre la otra iniciativa.
Sin despacho, un proyecto sólo puede ser considerado en sesión si los
dos tercios de la Cámara avalan su tratamiento. Si esto no ocurre, es necesario, tras un
nuevo dictamen, esperar los quince días reglamentarios para que éste pueda ser debatido
en sesión. Antes, deben conformarse las comisiones encargadas de dictaminar. Estas
condiciones en cadena cuentan ahora para las dos iniciativas aliancistas, aunque la
resistencia del PJ se limitaría a la tributaria.
El primer reparo que manifestaron los diputados justicialistas contra
el proyecto fiscal es que no tuvieron tiempo de analizarlo en detalle, porque ingresó al
Congreso recién el martes por la noche. En segundo lugar, aprovechan su rol opositor para
cuestionar políticamente la regresividad que le imputan a su contenido. "No podemos
avalar una propuesta que sólo carga las tintas sobre el consumo", protesta Oscar
Lamberto, quien secundará al radical Raúl Baglini en el comando de la Comisión de
Presupuesto y Hacienda.
Pero la verdadera resistencia se explica porque la propuesta
parlamentaria de Fernando de la Rúa vulnera los intereses de las provincias, la mayoría
de ellas en manos del partido que comanda Carlos Menem. Y, al mismo tiempo, porque
desafía a los mismos lobbies empresariales a los que los legisladores del PJ cedieron
cuando se discutió el proyecto tributario enviado por Roque Fernández.
La prevista suba de Impuestos Internos afecta varias economías
regionales, del mismo modo que la quita del 30 por ciento del Fondo del Tabaco rebana
recursos a otras y recrudece la presión de las tabacaleras, cuyos representantes son
caras muy conocidas en el Parlamento. En rigor, el nuevo gobierno postula cambios muy
semejantes a los que ya intentó el ex ministro de Economía, Roque Fernández, pero que
fueron frustrados por la resistencia del PJ, de la propia Alianza, y la de los sectores
empresarios involucrados.
La administración saliente intentó sin éxito, por ejemplo, subir la alícuota y la
base de los Impuestos Internos y generalizar el IVA. Difícilmente los legisladores
justicialistas convaliden ahora lo que ya negaron a su propio gobierno, al menos que sobre
la mesa de negociación De la Rúa ponga una carta muy tentadora.
CONVOCATORIA A
EXTRAORDINARIAS
La prueba de fuego
El
flamante gobierno de Fernando de la Rúa pondrá a prueba, esta misma semana, su capacidad
y poder en el Congreso. Deberá convocar inmediatamente a sesiones extraordinarias si
quiere llegar a fin de año con el presupuesto del 2000 y los cambios impositivos que
propuso para controlar el déficit fiscal aprobados. El justicialismo, que también
inaugura su nuevo rol de oposición, se prepara para dar batalla, particularmente respecto
del paquete impositivo.
El jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno, adelantó que la convocatoria a
extraordinarias será la primera medida del flamante jefe de Estado. El cambio de
composición de la Cámara Baja echó por tierra con el dictamen de la Comisión de
Presupuesto y Hacienda (hasta el jueves pasado presidida por Oscar Lamberto) sobre el
proyecto de ingresos y egresos elaborado por Roque Fernández, lo cual obliga a barajar y
dar de nuevo. Fracasado el intento aliancista de lograr la aprobación de un presupuesto
"emparchado" antes del cambio de gobierno, ahora será el Ejecutivo el que asuma
los costos de poner un nuevo proyecto a consideración de los legisladores.
La tarea de redefinir el proyecto de presupuesto elaborado por el ex
ministro Roque Fernández no es tarea sencilla. Para José Luis Machinea, el nuevo jefe
del Palacio de Hacienda, el proyecto de su antecesor cuenta con sobreestimaciones de
recursos por ingresos tributarios, además de no tomar en cuenta un desfasaje de casi 1100
millones de pesos en el déficit estimado (5100 millones) para 1999. En los cálculos de
los aliancistas, el rojo de este año finalmente treparía a 6200 millones, por lo que el
gobierno entrante deberá cargar con el excedente de quebranto no previsto por el equipo
económico saliente.
Un estudio realizado por el Grupo Sophia, la Asociación Argentina del
Presupuesto Público y la Fundación Gobierno y Sociedad advierte además que el proyecto
de presupuesto dejado por el anterior gobierno también presenta deficiencias en cuanto a
los recortes de gastos que se deberían realizar en el 2000, ya que de aprobarse, las
erogaciones previstas para el próximo año serían "ridículamente bajas".
De acuerdo con el proyecto de Roque Fernández, por ejemplo, la administración
tributaria debería resignar gastos del orden del 13,1 por ciento. Las Fuerzas Armadas
deberían resignar el 11,7 por ciento de su presupuesto. En cuanto a los programas para
fomentar la creación de empleos o de asistencia a desocupados, el proyecto para el 2000
estipula una poda de más del 50 por ciento. El recorte es todavía más dramático en el
área de gastos para vivienda y urbanismo, donde la merma de recursos es casi total. |
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