Por Carlos Polimeni
Gustavo
Cordera, el revulsivo líder de Bersuit Vergarabat, seguía con los ojos imantados por el
escenario, del que acaba de bajar tras una versión algo encendida de "Melodía de
arrabal", la delicada canción de Carlos Gardel-Alfredo Le Pera. "Me están
temblando las piernas todavía", confesaba acariciándole la cabeza a su hija,
mientras los gritos del público saludaban la aparición en escena de Hilda Lizarazu, la
cantante de Man Ray. El quinteto del maestro José Colángelo acababa de homenajear el
espíritu de Aníbal Troilo con una versión juguetona de "La Trampera", y en
Parque Centenario --debajo de una omnipresente cortina de humo de los parrilleros que
venden choripanes-- las tribus urbanas, y las distintas generaciones, miraban al cielo
cómo rogando que no lloviese. No llovió, el domingo por la noche, en la penúltima
jornada del Festival Buenos Aires Tango. Lo que la gente
presenciaba era un por lo menos curioso cruce entre un grupo de figuras provenientes del
rock y un seleccionado de standards del tango, bajo la tutela de la cepa tanguera de
Colángelo. Lo de varias generaciones no es un lugar común: la abuelita de Iván
Caballero de la Quema Noble, de 92 abriles, estaba al fondo del público, mezclada con
varias otras señoras nacidas cuando el siglo empezaba, y de ahí hacia el escenario se
alternaban sesentones, cuarentones, treintañeros, veinteañeros, teenagers y niños. Los
de arriba de la escala habían ido por el tango; los de abajo, por el rock. Pocos,
parecía, por ambas cosas.
La versión de Cordera, que hizo un gesto unívoco y gracioso en la
parte de la letra en que Le Pera describió en "Melodía de arrabal" cómo una
chica rápida se entregaba a un hombre en la primera cita de amor, fue una de las más
logradas de la noche, por apartarse del bronce sin caer en la machieta. Por ese filoso
camino anduvo el personaje en que se ha convertido Daniel Melingo, que conduce un programa
de cable sobre tango, y nunca se sabe bien si está parodiándolo o recreándolo. Melingo
anunció un homenaje a Los Beatles interpretando "Yesterday" y atacó con uno de
sus temas bohemios, "Del barrio me fui", en uno de sus típicos chistes para
tres. Sin embargo, en su entrega, en ese papel de Guasón tanguero que ha elegido, y aún
en sus modos de un arrabal en descomposición, Melingo parece más tanguero que algunos
tangueros for export, de los que Buenos Aires está lleno. Estuvo bien y, sobre todo, supo
cómo cantar al frente de un grupo de tango, asignatura pendiente para otros de los
invitados.
Algunas de las chicas lucieron edípicas: Erica García (cantó
"Soledad", también de Gardel y Lepera,) y María Gabriela Epumer (se la jugó
con "Nostalgias", de Enrique Cadícamo-Juan Carlos Cobián) interpretaron tangos
que sus padres cantaban en casa. Las dos estuvieron bien. La mayor ovación
se la llevaría, sin embargo, Celeste Carballo, con una delicada versión de otro clásico
melódico de Gardel, el archiconocido "El día que me quieras". El público, sin
distinción de generaciones, la ovacionó. No fue igual con Iván Noble, que se mandó
bien con "Por una cabeza", para cosechar aplausos más cálidos de las teenagers
y veinteañeras que del resto. Salvo la orgullosa abuela, claro, que a paso lento se
apersonó a abrazarlo cuando todo había concluido. Willy Crook, Omar Mollo y los
conductores radiales Carla Ritrovato y Tuqui también hicieron su aporte a la velada,
algunos a puro aguante, otros con la cara bien dura. Lo de las figuras del trasnoche de la
FM Rock and Pop subiendo al escenario pareció más un guiño a la nada que una idea de
buen gusto de los programadores, que pudo haber deslucido el concepto general.
El cierre fue con un medley del energético Colángelo sumando "La
cumparsita" y "Adiós Nonino", como síntesis de la historia del tango. Si
hubiese agregado "Viernes 3AM", de Charly García, "Fermín", de Luis
Alberto Spinetta o "Dónde va la gente cuando llueve", de Miguel Cantilo-Jorge
Durietz, la cruza entre tango y rock hubiese sido más completa. Pero eso no se logra en
un dos por cuatro.
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