Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

OPINION

El juego del puente roto

Por Mempo Giardinelli

Ciudad de Corrientes
Las altas temperaturas, la lluvia tropical que mitigó un poco la larga sequía, y la angustia y la bronca generalizadas fueron las características del caliente fin de semana correntino. Este pueblo tradicionalmente amable, tranquilo y encantador está mostrando su rostro más furioso por una sencilla razón: mucha gente aquí tiene hambre, y no es metáfora ni exageración. Se deben cinco meses de sueldos y el aguinaldo de 1998, mientras el robo y la corrupción durante los últimos gobiernos fueron grotescos. Los niños llevan siete meses sin clases; servicios elementales como el agua y la luz están siendo cortados a muchas familias por falta de pago; la cadena del comercio minorista está colapsada y la crisis de gobernabilidad y la ceguera de la clase política han producido un hartazgo total.

El lunes todo se recalentó más cuando por la tarde 500 gendarmes con carros hidrantes y equipos antimotines avanzaron por el puente. La gente resistió a pie firme, por heroísmo o porque siente que ya no tiene qué perder (muchos gritan que ya no les "importa nada de nada"). Lo cierto es que, bajo la lluvia de gases, en lugar de dispersarse la gente se compactaba. Llegaban más y más grupos de todos los barrios capitalinos. No sé cuánta gente había, pero eran varios miles, seguro. Y la situación parecía descontrolarse cuando, en algún lado, primó la cordura: los gendarmes fueron retirados justo antes de una masacre y los correntinos volvieron a subirse al puente del que habían bajado minutos antes. Y todo volvió a empezar.

Pero un poco peor, porque a la noche se agravó la crisis institucional: dos senadores (el justicialista Hugo Perié y el liberal Carlos Tomasella) se autoproclamaron "gobernador", con lo cual en este año que termina Corrientes suma ya, de hecho, tres gobernadores, mientras se mantiene un cuarto en las sombras: Tato Romero Feris. Al mismo tiempo, decenas de camioneros furiosos cerraban todos los accesos sobre la ruta 12 en protesta porque el puente cerrado los perjudica. Su venganza es aislar a esta provincia de casi 900 mil almas. Igual que en ocasión del impuesto docente --cuando se enfrentaron maestros y camioneros mientras las grandes compañías transportistas evadían el pago-- es la lucha de pobres contra pobres: la perversidad perfecta del modelo.

El puente más cruzado del Mercosur, el paso comercial más importante del corazón geográfico sudamericano, se ha convertido en un peligrosísimo callejón sin salida. Es otro peludo de regalo que De la Rúa hereda del menemismo. Pero lo que alarma aquí y ahora es que en Buenos Aires algunas de las nuevas autoridades puedan ser tan ciegas como el menemismo y no terminen de ver esta bomba de tiempo. No sólo porque hoy se cumplen cinco días de cierre del gigantesco puente. Sino porque ya no hay modo de contener el resentimiento que hay en las calles, la policía no se sabe a quién responde y no hay freno para la sorda manipulación del gobierno desplazado. La frase que más se dice aquí, con temor y nerviosismo, es que "Corrientes es tierra de nadie".

La salida no es otra que volver a tender los puentes. Quizá lo atinado sería terminar espontáneamente con la ocupación del puente. Acaso por unos días, para descomprimir la tensión y para que De la Rúa tenga tiempo, al menos, de entender la gravedad de la crisis. Y los correntinos quizá bien harían en bajar su furia del puente y dirigirla contra los que de hecho y en concreto les robaron. Porque llama la atención que no hay carpas de protesta, batucadas ni actos de repudio frente a algunas casas, sanatorios o mansiones donde están los que se enriquecieron a costa del pueblo correntino. Claro que el gobierno nacional tendrá que hacer lo suyo. Porque si bien es cierto lo que dice Storani --que seguir enviando dinero es licuarlo--, no lo es menos que la Casa Rosada tendrá que admitir que aquí no hay más salida que pagar los sueldos atrasados. Y no como adelanto de coparticipaciones futuras sino como una medida extraordinaria frente a una emergencia extraordinaria. Con intervención o sin ella, el gobierno federal tendrá que girar más de cien millones de pesos para apagar este fuego. De inmediato y todo junto. No hay otra salida, no hay otro puente.

 

PRINCIPAL