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Por Victoria Ginzberg "Yo me duermo absolutamente tranquilo. En mi mente no soy un asesino", dice el ex dictador Reynaldo Benito Bignone y gira su brazo en el aire, por encima de la cabeza. Atrás, se asoma la cargada decoración de su departamento de Palermo, donde está preso por su responsabilidad en la apropiación de los hijos de desaparecidos durante el proceso. Siguen imágenes de personas mutiladas, tanques en las calles, movilizaciones y una voz que se va desvaneciendo. "No me arrepiento de nada", repite. Se trata de Generales.doc, un nuevo documental producido por Cuatro Cabezas, que se verá hoy a las 23 por Azul TV. Cristino Nicolaides, último jefe del Ejército bajo la dictadura --que también está bajo arresto en su domicilio-- y Mario Benjamín Menéndez, quien fue gobernador militar de las Islas Malvinas, son, junto a Bignone, los protagonistas del programa que se emitirá hoy por la noche. Sus expresiones se entremezclan con las de los padres de Luis Pablo Steimberg --un conscripto desaparecido en Campo de Mayo--, de un ex detenido de ese centro clandestino, la guerra de Malvinas, un documental de las Fuerzas Armadas y con el ex capitán José Luis D'Andrea Mohr, cuyas palabras marcan un contrapunto con las engañosas frases de los generales. D`Andrea Mohr es la única voz que habla de terrorismo de Estado para referirse a lo ocurrido en la Argentina entre 1976 y 1983. "Usted me tiene que decir por qué estoy preso. Si fuera peligroso me tendrían que tener en Caseros con grilletes y cosas en las patas. Yo no soy peligroso", asegura Bignone atrás de sus grandes anteojos. "Me puedo mover dentro del edificio, en los lugares comunes, puedo ir al hospital. Lo más duro no es la privación de la libertad en sí. Que es duro, sobre todo para mí, que era un hombre acostumbrado a moverme físicamente, iba a nadar, a jugar al golf... Lo que es insoportable es el daño moral", dice el ex dictador y la cámara hace un detalle de su mano hecha un puño. El documental recuerda que Bignone, al que se lo evoca más por ser último presidente de facto, fue antes segundo comandante de Institutos Militares y, como tal, responsable del centro clandestino de detención que funcionó en Campo de Mayo. Además, en 1984 Bignone estuvo preso por la desaparición de tres conscriptos cuando era director del Colegio Militar, pero la Justicia Militar dejó al represor en libertad. "Hubo un enfrentamiento armado que terminó con el éxito de las Fuerzas Armadas, pero hubo una acción política que nos perjudicó y que todavía estamos soportando", asegura moviendo sólo la mitad de su boca Cristino Nicolaides. El último jefe del Ejército durante la dictadura habla desde su casa en el barrio Cerro Las Rosas, en Córdoba, donde tuvo que soportar, como él mismo lo califica, "la humillación" del escrache. Nicolaides hasta trata de hacerse el bueno. Pero su inconsciente le juega una mala pasada. "Eso está correctísimamente mal", afirma al hablar del robo de bebés, delito por el cual está preso. "Tratábamos de hacer las cosas de la mejor forma posible de acuerdo a nuestra capacidad; con todos los errores que seguramente hemos cometido, jamás lo hemos hecho con una mentalidad de asesinos, de criminales", apunta Nicolaides mientras se ven imágenes de tumbas sin nombre, de cuerpos mutilados. El ex jefe del Ejército niega haber sabido de la existencia de centros clandestinos de detención aunque funcionaron 14 bajo su responsabilidad. Probablemente este programa reactive las discusión acerca de si los máximos responsables de las violaciones a los derechos humanos deben o no tener aparición mediática. Generales.doc está lejos del reportaje que Mariano Grondona le hizo a Emilio Massera y en el que el dictador se explayó cómodamente. Pero se encuentra con la necesidad de entrar en la lógica de los represores.
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