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El rehén que disparó al ladrón nunca manejó armas

Alberto Falco quedó convertido en héroe, pero no justiciero: su familia se encargó de aclarar el pesar por lo que sucedió.

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Por Cristian Alarcón
t.gif (862 bytes)  Las armas le eran tan ajenas como la violencia, las opiniones extremas o la verborragia, y sus compañeros del Conicet lo describen como un hombre más que sereno: de una "tranquilidad exasperante". Alberto Falco, el rehén que hirió de un balazo a Claudio "Toqui" Díaz, el ladrón que lo mantenía secuestrado junto a otras cinco personas en una oficina de ese organismo se ganó con justicia el mote de héroe aunque no encarna el perfil nacional del "justiciero". "Acá nunca ha habido armas, no es el carácter de mi papá", le dijo ayer a este diario Anahí, la hija mayor del empleado, quien bajo un estado de shock se negó durante todo el día a hablar con periodistas. Jamás imaginaron sus hijos que seguían el intento de rescate de su padre reunidos frente al televisor de la casa familiar en Liniers que los tiros que escucharon en vivo habían sido disparados justamente por él. "Nosotros nos dábamos cuenta de que la tensión había aumentado. Creímos que había pasado lo peor", contó la chica. En el hospital Ramos Mejía, Toqui se recuperaba del "profesional" balazo en el muslo que lo inmovilizó sin poner en riesgo su vida. Bajo una crisis de abstinencia de cocaína, el ladrón permanecía ayer sedado y esposado a una cama.

Entre tanta alabanza al hombre de la jornada, la nota la dio ayer una agencia de noticias que en pos de retratar a Falco publicó la data aportada por la mujer que lo provee de videos para el ocio del fin de semana. "Falco sólo alquila comedias, nunca películas de acción", fue el titular. Por la mañana ya había hablado la hermana del rehén, la abogada Laura Falco. "Nunca había tocado un arma en su vida, actuó así porque estuvo en una situación límite", dijo. Una ronda de movileros le preguntó si creía que su hermano estaba arrepentido de haber herido al delincuente. "Mire, creo que es obvio que más allá de lo que pasó, a nadie le gusta tener que hacer algo así", dijo razonablemente ella. En las declaraciones de los otros cinco rehenes quedó claro, según fuentes de la investigación, que "Falco no disparó de inmediato, sino que trató de controlarlo, y lo hizo cuando se produjo un forcejeo".

Mientras tanto, en la casa de Liniers donde vive la familia Falco se intentaba volver a una cotidianeidad interrumpida por las últimas noticias. La tarde del lunes, cuando la mala nueva fue la situación en el cuarto piso B de Bartolomé Mitre 1970, los hijos de Falco se juntaron para seguir el asalto como alguna vez lo hicieron por radio las hijas del matrimonio de Carlos y Flora Chávez, cuando sus padres eran los rehenes. En este caso, los Falco tienen seis hijos. Pero la esposa del empleado, una profesora de matemáticas, acompañaba a uno de sus hijos a un viaje de egresados en Córdoba. Desde dos puntos diferentes desesperaban frente al televisor y se llamaban cada tanto para darse ánimo. La policía iba perdiendo el control de la situación y pronto pudieron escuchar los balbuceos de Toqui que le exigía al negociador dos camarógrafos para asegurarse de que no lo matarían.

Después vinieron las intervenciones de la TV. Primero el fallido intento de Jorge Pizarro, de América, a quien Toqui no reconoció por más propaganda que el negociador policial hizo del movilero. Díaz pasó los últimos seis años "guardado" en la U7 de Resistencia, Chaco, pagando una condena por robo a mano armada. A Pizarro lo siguió Crónica TV con las actuaciones de Claudio Orellano y del locutor Riverito, a quienes Toqui les pedía pruebas de que no eran policías que le preparaban una trampa. A esa altura, las familias de los rehenes en sus casas, apretaban los dientes y rogaban por lo bajo viendo cómo la situación se iba de madre. Eso mismo ocurría en el bar de todo por un peso pegado al edificio del Conicet, donde algunos compañeros de trabajo de los rehenes, las hermanas de una de las mujeres y el hermano del mozo del bar El Matambrito, el chaqueño Oscar Lencinas, de 16 años, apretaban las mandíbulas. Ayer, en una entrevista radial, el ministro de Justicia de la Nación, Ricardo Gil Lavedra, criticó la intervención de la prensa en las negociaciones. "Esto es directamente inhabilidad, no de los medios sino de las autoridades", dijo en una de sus primeras declaraciones en el área, tras la primera crisis.

 

Toqui, un reincidente

Claudio "Toqui" Díaz tiene 33 años y había estado preso ya dos veces por robo a mano armada. Pasó los últimos seis años cumpliendo condena en la U7 de Resistencia, Chaco, donde cursó el colegio secundario y se recibió de bachiller. Su hermana Silvia, la mujer que llegó hasta la puerta de la oficina del Conicet para intentar calmarlo y a quien Toqui no reconoció, dijo ayer en el hospital que es adicto desde los 15 años. "La última vez que cayó preso también estaba drogado", aseguró. Hacía seis meses que estaba en libertad y según Silvia, si bien Toqui buscaba dinero para comprar cocaína, también lo quería "para pan dulce y sidra".

"Estaba muy entusiasmado con las fiestas de fin de año porque eran las primeras que iba a pasar en familia" después de tanto tiempo en la cárcel, contó la hermana del ladrón, que permanece medicado para soportar la fuerte ansiedad que le produce la falta de cocaína.

 

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