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ALIENS
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

t.gif (862 bytes) UNO Algo está pasando y, buenos días, yo soy la próxima sonda terrestre que va desaparecer sobre la superficie marciana cualquier noche de éstas. Nos lanzan, nos siguen, nos extravían. Entonces me encanta ver las conferencias de prensa de los científicos de la NASA con los ojos enrojecidos y la piel verde por haberse pasado horas mirando fijo las pantallas de radar. Sin resultado. Así está la cosa. Las cosas no están saliendo del todo bien. Estamos perdidos en el espacio.na36fo01.jpg (10848 bytes)
DOS La historia era salir a buscar vida extraterrestre. Encontrar a otros que nos explicaran quiénes somos. Una ayudita de nuestros amigos. No está fácil. Falta menos para el 2001 y, ah, a dónde quedaron todas esas felices utopías con el hombre caminando, ingrávido, sobre superficies de planetas distantes o activando curiosos artefactos domésticos en domésticas ciudades espaciales mientras era vigilado por la ominosa mirada de un monolito. Todo eso importa cada vez menos. Y cada vez se lee menos ciencia-ficción, dicen. El libro de ciencia-ficción inglés vende en 1999 la mitad de lo que vendía en 1989. La razones, aseguran, tienen que ver con la decepción o con una mentira mal contada. “El género ha perdido credibilidad. Ningún autor predijo la caída de la Unión Soviética ni que la colonización del espacio iba a caer en vía muerta. Y el movimiento cyberpunk postuló que la cultura del ordenador sería algo casi subversivo y subterráneo, cuando la realidad es que Bill Gates es el hombre más rico del planeta. Hoy, los autores del género no podemos contar ni lo que va a ocurrir dentro de cinco años”, sollozó días atrás el escritor canadiense científico y ficticio Robert J. Swayer. El problema tal vez tenga que ver con la llegada del Tercer Milenio. La muerte del futuro. El 2000 –número siempre relacionado con lo fantástico– ya es una inocurrente realidad. ¿Dónde queda el futuro ahora, a qué año se mudó? ¿Al 3000? Sí, hubo un tiempo en que fue hermoso y la ciencia-ficción funcionaba como veloz y siempre locomotora ficticia de los vagones que vendrían. Hubo un tiempo en que todas las profecías se cumplían porque era tan fácil profetizar.
TRES Ahora no. O sí. Lo cierto es que la realidad cada vez se parece más a una de esas novelas de Philip K. Dick donde el limpio concepto futurista sucumbe ante la locura alucinógena del próximo fin de semana. El planeta se ha convertido en un sitio raro y ajeno. La Tierra como planeta lejano. Los niños saltan del Tamagotchi al Pokemon y no tienen reparos en amar a criaturas virtuales que, por momentos, se les hacen más reales que sus padres. Africa va camino de convertirse en un parque temático prehistórico. Un hombre se casa en Japón con una Barbie, ya que está convencido de que el espíritu de su esposa suicida vive adentro de ella. Al japonés se lo veía feliz y contento. Dentro de doscientos años, dicen, los polos se habrán derretido por completo y el nivel del mar habrá subido cien metros y ya está quien piensa en la explotación submarina de Manhattan. Es verdad. Lo juro. Lo vi por televisión, ese artefacto que alguna vez fue ciencia-ficción y que ahora es, dicen, un miembro más de la familia. Y todos somos famosos durante quince minutos.
CUATRO Mientras tanto, en los laboratorios de nuestro descontento, hombres con bata blanca aceleran a fondo la decodificación de la información genética que se encuentra en las células humanas. La descripción completa del cromosoma 22 ya está a disposición de los interesados. Es un lindo cromosoma y es el primero de 23 que abre laspuertas de su casa para invitarnos a conocerla. Es, también, el principio de una carrera que más temprano que tarde permitirá leer el libro de la vida como si se tratara de un libro de lectura primario donde se aprende ortografía y la conjugación acertada de los verbos. La idea –que nada tiene que ver con la ciencia-ficción– pasará por descubrir las razones de ser de las enfermedades y de la decadencia del cuerpo y del alma para aniquilarlas antes de que se produzcan. Reemplazar una pieza por otra. Vivir para siempre y convertir a la muerte en una opción más que en un encuentro obligado al final del camino. Morir será suicidarse y entonces, sí, eternos y sin problemas volveremos a salir al espacio no a buscar el sitio de los otros sino para encontrar lugar para nosotros mismos. Vamos a ser muchos y no vamos a entrar aquí abajo. Iremos ocupando planetas como se llenan casilleros, mientras nos confundiremos a la hora de mirar al cielo porque dónde estará el cielo cuando seamos parte del cielo. Entonces, el hombre dejará de ser el lobo del hombre para convertirse en el extraterrestre del hombre. Sí, el próximo salto en nuestra evolución tendrá que ver con convertirnos en aliens para que a alguien, dentro de siglos, se le ocurra que ya va siendo hora de lanzar una sonda que nos busque y nos ayude a encontrarnos a nosotros mismos.

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