Por Mariana Carbajal
En un hecho
inédito, los cinco candidatos a la Jefatura de Gobierno porteño asumieron ayer, ante
representantes de casi una docena de entidades vecinales de la ciudad, un compromiso de
defensa del medio ambiente, gane quien gane la próxima elección, y con excepción del
justicialista Raúl Granillo Ocampo, tanto Aníbal Ibarra como Gustavo Beliz, Domingo
Cavallo y Antonio Cartañá, expresaron su oposición a la construcción de una aeroísla
en el Río de la Plata, para trasladar la operación del Aeroparque Metropolitano Jorge
Newbery. Los cinco candidatos firmaron un acta a través de la cual dieron su palabra de
que promoverán la sanción y el cumplimiento de leyes que incluyan el
principio de desarrollo sustentable y aseguren la participación ciudadana en
los procesos de planificación urbana, la evaluación del impacto ambiental previa a toda
intervención urbana, la mejor calidad del agua y la descontaminación ambiental, el uso
de espacios públicos en beneficio del interés general, la protección del Río de la
Plata y la ribera metropolitana revirtiendo su contaminación y la preservación del
patrimonio urbano, natural, histórico y arquitectónico, entre otros aspectos.La
convocatoria fue motorizada por la Fundación Ciudad, una organización no gubernamental
que promueve la participación ciudadana. Nos complace haber contribuido a sentar
las bases del desarrollo sustentable para el próximo siglo en Buenos Aires,
señaló a Página/12 Javier García Elorrio, asesor de la entidad. El encuentro fue en el
Museo Roca, en Recoleta, donde los candidatos recibieron el aplauso de representantes de
asociaciones vecinales y ambientalistas, y de personalidades como el prestigioso
arquitecto Mario Alvarez, el embajador Carlos Ortiz de Rozas y la presidenta de la
Academia de Bellas Artes, Nelly Perazzo. Por riguroso orden alfabético, los candidatos
fueron planteando sus prioridades en materia ambiental. Beliz, Cartañá, Cavallo e Ibarra
coincidieron en rechazar la aeroísla. Beliz, de Nueva Dirigencia, calificó el proyecto
como un negociado y un riesgo para la ciudad. En el mismo tono,
Cartañá, del socialismo auténtico, consideró que constituye el mayor peligro
ambiental para Buenos Aires. Cavallo, candidato de Acción por la República,
aseguró que el plan es malo, mientras que el aliancista Ibarra fue terminante
al prometer que no se va a construir ninguna aeroísla en esta ciudad.
Granillo Ocampo, en tanto, eludió el tema.Beliz, Cartañá y Cavallo aprovecharon la
oportunidad para criticar al actual gobierno porteño. Qué mal que estamos que
tenemos que discutir lo obvio. Muchos de estos preceptos ya están en normas. Pero falta
la voluntad política para hacerlos cumplir, objetó Beliz. Y dio como ejemplo la
existencia de apenas 15 inspectores para controlar los gases contaminantes que
emiten colectivos y taxis entre los 126.000 empleados públicos de la ciudad.
Tras destacar algunos logros del gobierno de Fernando de la Rúa, como
la recuperación de espacios verdes y su mantenimiento, Ibarra adelantó que
dará un gran impulso a ambos aspectos si resulta electo jefe de Gobierno, y en
consonancia con su contrincante de Nueva Dirigencia prometió profundizar el control.
Beliz, además, se comprometió a desalentar el uso del automóvil particular. Para
Cavallo, el mayor déficit está en la capacidad de gestión. El fantasma de
la cuestionada María Julia Alsogaray sobrevoló el encuentro. Cuando el candidato
justicialista señalaba la importancia de que los ciudadanos incorporen una cultura
ambiental para mejorar las condiciones del medio ambiente de Buenos Aires y del
país, una voz femenina lo interrumpió, con una pregunta cargada de ironía. ¿De
la Argentina o de las islas Caimán?, interrogó una mujer del público, en alusión
al paraíso fiscal donde según una denuncia judicial la ex secretaria de
Medio Ambiente de la Nación tendría una cuenta por la que habrían pasado casi 100
millones de dólares en los últimos años. GranilloOcampo ni se mosqueó y siguió con su
discurso, con el que más adelante desconcertó a los presentes, al cuestionar la
falta de un lugar para los transgénicos hospitalarios, mezclando la
problemática de los residuos patológicos con la de los alimentos modificados
genéticamente en laboratorio.
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