OPINION
El cuento del camello
Por Juan Sasturain |
El cuento es tan
viejo y conocido que algunos creen que está en la Biblia. Pero no. Jehová dictó
enormidades pero no el clásico cuento del camello. Que ya que estamos y viene a cuento te
lo cuento, lector. La escenografía es la convencional del desierto más arenoso, soleado
y cruel. Y allí va, en su altivo camello, el solitario Abdul que por alguna razón de
peso debe llegar al oasis antes del atardecer. En eso, después de dos horas de marcha, el
hasta entonces dócil y trotador camello se detiene sin razón aparente. Abdul, primero de
buena manera y luego ya ofuscado, lo incita a reanudar la marcha. Nada. Entonces, ante el
estupor de Abdul, el camello gira la cabeza, lo mira entornando los ojos y le dice algo
así como Jábala-jalabalja, que hoy a nosotros no nos dice nada pero que en
ese dialecto árabe ya perdido quiere decir, crudamente: Si no me chupás un huevo
no sigo. Abdul no puede creer lo que oye; lo insulta, lo patea, lo amenaza con
plancharle las peludas jorobas a planazos, pero el camello persiste en su exigencia.
Finalmente, el pobre Abdul mira al cielo (para encomendarse a Dios pero también para
averiguar la hora) y mira a los costados para ver si hay testigos, se baja y cumple con el
humillante requerimiento. Recién entonces, el camello reanuda la marcha. No por mucho
trecho, lamentablemente, pues una hora después Abdul percibe que el infame jorobado
vuelve a detenerse. Antes de que Abdul pregunte qué pasa, el camello ni siquiera gira la
cabeza para dejar caer la frase fatal: Jábala-Jalabalja. Abdul se desespera,
lo patea, lo acogota, lo amenaza con hervirlo vivo cuando lleguen pero mientras el sol se
mueve hacia el horizonte el pobre árabe -ante la mirada húmeda del camello se
arrodilla y cumple. Reanudan la marcha pero esta vez a la media hora el camello se detiene
y se repite el pedido y luego, a los diez minutos, otra vez... ¿Cómo termina el cuento,
lector? Sólo puedo decirte, como el cínico, reconocible camello:
Jábala-jalabalja.El camello o el narrador incentivado pueden ser
un chiste. Hay algo de repugnante, sin embargo. Esas casi inevitables ganas de vomitar que
nos arrasan cuando oímos, suponemos, esperamos, tememos o sabemos que alguien sin
parpadear murmura Jábala-jalabalja. Y espera. |
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