OPINION
Efecto retardado
Por Gabriela Carchack |
El
acceso de Carlos Varone a la presidencia de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA),
tras vencer a Héctor Silva en las elecciones no sólo anuncia la profundización de la
política del titular saliente, Miguel Servera. La lista que obtuvo la mayoría de los
votos fue apoyada por los sectores más tradicionalistas del deporte, los que defienden el
amateurismo y rechazan cualquier acercamiento a un sistema profesional.
Para estos clubes, con el mayor poder económico, la gestión de Servera fue perfecta,
pues dominó el campeonato argentino con su seleccionado y la URBA mostró un superávit
de 600.000 pesos.
Sin embargo la situación financiera de los clubes es cada vez peor y, aunque aportan el
escenario y los jugadores, no es entre ellos donde se reparten los 900.000 dólares por la
televisación de los torneos. A pesar de la derrota, Silva integrará la comisión
directiva y bregará para que el dinero que la URBA recibe sea repartido entre las
entidades, movimiento impensado hasta hoy para la directiva de la entidad.
La política elitista de la URBA también se verifica en la prohibición para que los
jugadores que se desempeñan en el exterior integren el plantel de los clubes o del
Seleccionado de Buenos Aires hasta pasado un año calendario. Las uniones del interior, en
cambio, no sólo no imponen restricciones de este tipo sino que les sugieren a los
jugadores profesionales que realicen la doble temporada, en Argentina y en el exterior.
Para los dirigentes del interior, no obstante, la continuidad de la línea
Servera con el gobierno de Varone los beneficiará a mediano plazo.
Sostienen que esa política producirá el descalabro económico de muchos clubes porteños
a la vez que aumentará la difusión y la práctica del rugby en el interior.
Es decir, cambiará la relación de fuerza y estiman que el interior accederá a la
presidencia de la Unión Argentina de Rugby (UAR) en dos años, según coincidieron
varios directivos provinciales consultados por este diario. |
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