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Por Horacio Cecchi A las 14.20 de ayer, Sebastián Cabello abandonó la Unidad Penal 24 de Marcos Paz, en la que estuvo alojado por segunda vez durante 18 días. Un fallo de la Sala V de la Cámara del Crimen dispuso su inmediata libertad (ver aparte). Y el Servicio Penitenciario cumplió al pie de la letra la consigna: Cabello fue inmediatamente despedido de la cárcel. Afuera no lo esperaba nadie. Sólo un grupo de movileros y un campo interminable y desolado, a 55 kilómetros de sus padres, y cruzado por un hilo de asfalto sin fin que debería recorrer a pie para llegar a ninguna parte. Un par de horas después, tras un azaroso reencuentro de lágrimas con sus padres y repuesto a medias de aquella desolación, negó que hubiera vuelto a conducir --"son inventos, si no puedo ver un volante", dijo--, pero admitió en una entrevista con Página/12 que el auto con el que había provocado la muerte de Celia González Carman y su hijita Vanina Rosales "estaba preparado". El fallo de la Sala V fue firmado por la mañana. Mónica y Rafael Cabello, los padres de Sebastián, se enteraron de inmediato y corrieron al estudio de Oscar Salvi, defensor de Sebastián. Allí, poco después del mediodía, los abogados del estudio y los padres analizaban el operativo reencuentro. No había una hora oficial de salida, en la Cámara no quedaba nadie y aún no habían recibido ninguna notificación del penal. Especulaban que saldría a última hora. Pero se equivocaron. La Unidad 24 de Marcos Paz se encuentra a 55 kilómetros de Buenos Aires. A las 14.20, cuando se abrió la puerta del penal, Sebastián Cabello sintió el impacto. Tuvo que contener las lágrimas y postergar el reencuentro porque afuera, además de un grupo de ansiosos movileros, no había nadie. Sólo campo desolado hasta donde se perdía la vista. Hurgó entre los movileros. Quizás estuvieran sus padres. "No hay nadie", pensó. Apechugó y enfrentó las cámaras. No le quedaba demasiado. De un lado estaba aquel mundo oscuro que ya lo había aterrado y que volvió a visitar durante 18 días. Del otro, las molestas preguntas y la nada. "Estoy arruinado. Entiéndanme. Yo me quiero disculpar ante todos, jamás hubiera querido que esto pasara." Vestido con jeans, una camisa a rayas, una remera blanca debajo, y llevando una bolsa de una tienda en su mano derecha donde había guardado "ropa, dos libros de Paulo Coelho y otro de economía", Cabello comenzó a caminar rodeado por los cronistas, respondiendo preguntas entrecortadas. Hasta que imploró: "Ya basta, déjenme". Entonces apresuró su paso, dejó atrás a los periodistas y se lanzó hacia la nada. Sin una moneda inútil para llamar desde un teléfono inexistente. Caminaba esquivando baches y el estiércol cruzado sobre el hilo de asfalto que unía sus paralelas en el infinito. Era demasiado. Se detuvo miró hacia atrás y dejó que los cronistas lo alcanzaran. Finalmente, subió al móvil de una radio. Comenzaba por fin el operativo retorno. El postergado reencuentro se extendió durante cinco minutos, en una vereda, hasta que desde un vehículo lo reconocieron y alguien le gritó: "¡Asesino!". Era hora de subir. "La primera vez, cuando entré en la cárcel, estaba aterrado. Cuando llegó la noche, no sabía que me podía pasar", dijo a Página/12 en uno de los despachos del estudio. Flanqueado y apuntado por sus padres, se le iba la voz cada vez que recordaba el cruce del umbral de la 24 y los primeros 9 días de prisión. Se le humedecían los ojos cuando mencionaba a su sobrina, de la misma edad que Vanina. "Si le pasa algo a ella, yo me vuelvo loco", aseguró. También se refirió al Honda Civic '94 de su padre, que conducía la noche en que provocó la muerte de Celia y Vanina: "Estaba preparado, pero no para correr". --¿Qué quiere decir preparado? --preguntó este diario. --Ponerle cosas para mejorarlo. Darme satisfacciones. Todo lo mejor. Lo tenía siempre como de exposición. Nunca corrí. Después aclararía: "No soy de andar rápido, en empedrado iba a dos por hora. Nunca corrí picadas. En la autopista iba rápido, pero no pasaba el máximo, 130 de velocidad. Ella no sé que quiso hacer --recuerda en forma borrosa--. Se salió del carril lento y se me apareció de golpe. Yo di un volantazo para esquivarla. Después se corrió de nuevo y volvió otra vez. Yo frené, pero la tenía encima. Hubo unas chispas. Después no me acuerdo nada. Llegué inconsciente al hospital". Sebastián Cabello asegura que desde el 30 de agosto, cuando chocó el Renault 9 de Celia y Vanina, su vida cambió brutalmente. "No me puedo concentrar. No es temor por el resultado del juicio. Jamás hubiera querido que pasara esto. Antes estudiaba el secundario nocturno y trabajaba todo el día en la fábrica de mi viejo --'todo lo que ganaba, lo ponía en el auto', intervino el padre--. Ahora no puedo pensar para adelante." "Leía lo que decían de mí y pensaba: 'Son todas mentiras'. Me preguntaba qué habrá detrás de esto, qué es verdad de esto. Y dejé de creer en todo. Por eso empecé el tratamiento psicológico. ¿Cómo no vas a creer en nada?" Después hablan de una suerte de mano negra que empuja el destino de Sebastián: "En un momento nos agarró miedo, no sabíamos qué pasaba", sostuvo el padre. Entre aquellas "mentiras", la versión de la picada fue absolutamente negada. "Decían que corría picadas porque tenía farolitos plateados, relojitos, porque estaba bajito y tenía una calcomanía que decía Speedway. ¿Sabe qué era? La calcomanía de un lavadero", dijo la madre. "También decían que usaba nitrógeno y es mentira, está prohibido", acotó el padre. --¿Para qué es el nitrógeno? --Será para correr más --reflexionó el padre. --Lo único que tenía era un turbo --intervino la madre. --¿Qué es un turbo, como un acelerador agregado? --Sí... Es para desarrollar más velocidad --respondió Rafael.
Cabello había vuelto a la Cárcel de Marcos Paz el 30 de noviembre, por orden del juez en lo Criminal de instrucción Vicente Cisneros. Al ser imputado del delito de homicidio simple por las muertes de Celia González Carman, de 39 años, y su hija, Vanina Rosales, de 3, el joven también fue inhabilitado para manejar. Con la resolución de ayer, la Sala V de la Cámara del Crimen respondió favorablemente a la presentación de los abogados de Cabello, Oscar Salvi y Alejandro Novak, quienes apelaron la revocación de la excarcelación. El tribunal criticó duramente la actuación del ministerio público y del juez Cisneros y entendió que se cometieron "irregularidades en la forma en que se recogieron" los testimonios que determinaron la segunda detención de Cabello. Tras el accidente de tránsito, el joven permaneció 9 días en prisión. La Sala V, integrada por los camaristas Mariano González Palazzo y Guillermo Navarro, consideró que sólo un testigo afirmó "inicialmente, haber visto a Cabello al mando de un automotor, dato a la postre relativizado". Y agregó: "De los restantes testimonios aparece que ninguno (...) estaba en condiciones de afirmar que fuera el aquí procesado quien conducía, sobre todo merced a los vidrios polarizados que ostentan los vehículos de la familia Cabello". El tribunal descalificó además la versión de otro testigo, cuyo relato --evaluó-- "exhibe todas las características de la fabulación". La resolución generó la indignación de la familia de las víctimas. Sara González Carman llegó a insinuar que hará "justicia por mano propia". "Si Videla y Massera están en su casa tomando mate después de desaparecer a 30.000 personas, si yo mato a uno o dos merezco la misma pena porque tengo 75 años", argumentó a este diario. "Por primera vez en la vida siento odio, hiervo de odio", describió. No obstante, aclaró que "no estoy maquinando (la muerte de Cabello), pero no sé cómo puede reaccionar mi espíritu si me lo cruzo". "La Justicia está actuando de mala manera", opinó ante Página/12 Sergio Rosales, esposo de Celia y padre de la pequeña Vanina, y anunció que el lunes realizarán una marcha para protestar por la decisión del tribunal. La movilización partirá a las 18 desde Melián al 4000, en Parque Saavedra, y terminará en la avenida Cantilo, frente al estadio de River, donde Cabello embistió con una cupé Honda Civic, especialmente "preparada" para correr picadas, al Renault 6 en el que viajaban madre e hija, en la madrugada del 30 de agosto. El joven circulaba a más de 140 kilómetros por hora. Las dos mujeres murieron carbonizadas como consecuencia del incendio que siguió al choque. La decisión del tribunal también fue cuestionada por el equipo de fiscales que actúa en la causa: Norberto Quantín, José María Campagnoli y Félix Crous. "La Sala V hace una valoración equivocada de los hechos", replicó Crous, quien reivindicó la validez de las pruebas aportadas por la fiscalía y reveló que cuando el expediente ya estaba en la Cámara recibió otro testimonio que inculpa al joven de desobedecer la disposición judicial que le impedía conducir vehículos. "Aspiramos a que Cabello sea condenado y pase un largo período de encierro en prisión", agregó.
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