Todo
parece indicar que Menem, desde hace una semana ex presidente de la Argentina, le
facilitó la huida a Lino Oviedo. Debe haber muy poca gente aquí y allá que no piense en
este sentido. Ahora, si queremos ser justos, tenemos que preguntarnos si Menem es culpable
o no que se haya creado en nuestro país un clima de incertidumbre, ya que el temido y
temible Oviedo se encuentra, posiblemente, escondido en algún punto del Paraguay. Este es
el panorama en el momento de escribir estas líneas.
Personalmente --y que quede constancia de que
siempre he manifestado mi poca simpatía hacia este personaje-- pienso que los culpables
directos de la actual situación son quienes ocupan este gobierno desde el pasado domingo
28 de marzo. Es decir, desde hace ocho meses. En todo este tiempo demostraron una
eficiencia envidiable en sembrar el descontento, la desesperanza y la angustia en medio de
una población que ve impotente la forma en que todas las instituciones republicanas se
van disolviendo mientras la Justicia, con la venda de los ojos arrancada, asesta certeros
golpes para favorecer a los amigos y castigar a los no simpatizantes.
Para no hacer una larga, interminable y
fastidiosa lista de desaciertos, quiero limitarme a un solo tema --para mí el más
grave--: las cosas que hemos perdido en estos ocho meses y por primera vez desde que el 3
de febrero de 1989 fue derrocado el tirano Stroessner. El actual régimen político, sin
ningún pudor, abolió la capacidad de disentir de la ciudadanía. Ante la acusación, en
la mayoría de los casos infundada, de ser simpatizantes de Oviedo, se llevó adelante una
suerte de "limpieza étnica" no tan mugrienta como la de Kosovo, pero igualmente
inmisericorde.
Tal como están las cosas, me viene a la
memoria aquel tenebroso grupo fundado por J. Eugenio Jacquet llamado Grupo de Acción
Anticomunista (GAA) del que formaban parte numerosos políticos que hoy siguen ocupando
altísimos puestos. Lo ideal para el gobierno sería reflotar la idea e incluso mantener
las siglas, pero con un significado nuevo: Grupo de Acción Antioviedista. El fascismo del
uno es igual al fascismo del otro.
Menem nunca fue santo de mi devoción. O
mejor, los peronistas nunca fueron objeto de mi simpatía. Pero hay que ser justos y darle
a cada uno lo que en justicia se merece. Así, el verdadero culpable de mantener en
vigencia el discurso de Lino Oviedo no es Menem, sino nuestra actual dirigencia política.
* Periodista de ABC Color, Asunción, Paraguay. |