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Por Patricia Chaina ![]() --Ustedes habitualmente participan en programas de TV como invitados. ¿Cómo sienten el cambio de rol, al conducir ahora un programa propio? M. J. L. --Yo voy a ser claro: a mí no me costó nada. Es como si hubiera nacido periodista. El otro día escuchaba a una torera española que acaba de dejar el toreo para casarse y que se convirtió en periodista. Y decía esto mismo: antes era yo la entrevistada, ahora entrevisto yo. No es tan diferente.
R. M. R. --Me sumo a la construcción del obispo y digo que nuestras investiduras nos dan la posibilidad de hurgar distinto. No digo con preguntas más profundas, pero sí apuntando a diferentes lugares del alma y la mente de las personas. Cuando un político va a un programa político, el periodista quiere la primicia ya, y nosotros vamos a la historia. ¿Qué sentís, qué te pasa? ¿En qué marco creciste? ¿Qué idea de Dios tenés? ¿Por qué no te involucraste en tal situación política del país o por qué sí asumiste determinado rol? Esta es nuestra forma, no incisiva sino respetuosa, pero tiene que ver con respuestas que están ocultas, y que la gente puede descubrir a un personaje que otros programas no lo muestran así. M. J. L. --Lo fundamental es que no somos periodistas, somos religiosos que preguntamos y de alguna manera ejercemos un oficio periodístico, pero nuestra clave es humanista. Nada que tenga que ver con el hombre nos es ajeno, y aunque preguntamos sobre temas como la justicia, la impunidad, la violencia, la exclusión social o la corrupción, no pasó ningún personaje al que no le hayamos preguntado por la fe, o él --por Rojzman-- por su relación con la cultura judía. Algunos eran judíos, como Jacobo Timerman, o como Marcos Aguinis, un pensador. Nunca falta el meterse en el alma para que nos digan cosas que la gente no dice fácilmente, y menos esta gente tan acostumbrada a la exposición mediática. Sin embargo, tuvimos programas donde Enrique Olivera, que yo conozco de años, y desde la fe católica, no se pronunció católico, al revés, habló con mucha libertad. Esa es la intención del programa, poder correr los velos y hablar sin ataduras. --¿Por qué creen que sucede esto? R. M. R. --Porque la gente no les pregunta sobre cosas que nosotros sí nos atrevemos a preguntar. Esta oportunidad nos entrenó a nosotros en un lugar que no ocupábamos, pero sin demandarnos demasiadas energías, y esa manera de poder relacionarnos sin tensiones se ve reflejada en las entrevistas. Y lo hacemos con placer. --El programa nace porque ya había una relación de amistad entre ustedes, pero ¿por qué decidieron hacerlo juntos? M. J. L. --Esto empieza cuando decidimos hacer un libro sobre un viaje a Roma y Jerusalén y otros lugares santos, que incluyeron desde Belén hasta el Memorial de Holocausto judío. Ya nos conocíamos y Mario me convenció para hacer el viaje y ese libro. Las dos cosas fueron muy impactantes. R. M. R. --Para mí, que soy descendiente de esos seis millones de personas asesinadas, fue muy importante ver al obispo con su cruz en las manos y lágrimas en los ojos, diciendo "si los cristianos hubiésemos sido más sensibles probablemente esto no hubiese pasado". Ese viaje nos enriqueció a los dos. Y en el programa de TV esta alianza se plasma. M. J. L. --Una cosa que hay que rescatar es que no sólo se trata de un rabino y un obispo trabajando juntos, sino que este rabino tiene la mitad de mis años. Hay un elemento generacional que podría ser distanciador, y en lugar de separarnos nos hermana. Porque yo lo siento hermano, no voy a decir que lo siento hijo porque no es así. Y eso fue determinante. R. M. R. --Una motivación importante para hacer el programa es saber que voy a encontrarme con el obispo. Y que tengo la posibilidad de escucharlo, y de reforzar este vínculo que a algunos siguen sorprendiendo. --¿Qué repercusión tienen en sus respectivas comunidades? M. J. L. --En la mía, muy buena. Cuando voy al supermercado la gente me habla, y a veces me canso, pero me hablan de Alef y eso está bien, porque algunas veces yo me he preguntado si valía la pena hacerlo. La gente lo ve. Y me hace sentir que no es inútil lo que hacemos. --¿Qué objetivo se plantearon al decidir ingresar en las pantallas de TV? R. M. R. --Tiene que ver con comunicar un mensaje de unión, unirse en la diferencia. Si uno es un religioso honesto, encontrar belleza en todas las religiones. Y conectarnos de esa manera nos permitía lograr la misión final, ésta de poder caminar juntos, con los ritmos de cada uno, con las ideas de cada uno hacia un país mucho más fraternal del que tenemos.
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