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Reportaje a Rodolfo Terragno Jefe de Gabinete de la Alianza
“Todavía aspiro aser Presidente,
perorecién en el 2007”

Cuando se postuló para presidir la UCR, De la Rúa fue a votarlo en smoking –tenía el casamiento de su hija–. Terragno habla de la relación con el PJ, del Presupuesto, de Carlos Silvani, de Corrientes y de sus aspiraciones.

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Por José Natanson

t.gif (862 bytes)  Dice que no posa para las fotos y arriesga un chiste. “Yo a (Melchor) Posse le gané la interna”, sostiene Rodolfo Terragno, que en 1995 disputó con el ex intendente la jefatura del radicalismo. Fernando de la Rúa, que había decidido apoyarlo, sabía que cada voto era clave. Pero ese mismo día se casaba su hija. Terragno finalmente triunfó por un margen mínimo y asumió la jefatura partidaria, uno de los escalones que le permitieron convertirse en el jefe de Gabinete de la Alianza: la crisis correntina, el Gobierno, el diálogo con el peronismo y su relación con el Presidente son algunos de los temas que desgrana en la entrevista con Página/12. Antes de que se encienda el grabador, Terragno recuerda por última vez que en esa oportunidad, en 1995, el actual Presidente se ausentó por un rato del casamiento de su hija y que lo votó vestido de smoking.
–¿Todavía aspira a ser Presidente?
–Sí.
–¿Esto no genera una disputa inevitable con De la Rúa?
–No, porque yo aspiro a ser presidente en el 2007. Ahora debemos trabajar todos por un gobierno de ocho años. No habría una posibilidad de que surgiera desde la Alianza una alternativa si el primer período de De la Rúa no fuera exitoso. Estamos todos en el mismo bote. Dependemos todos de la suerte de De la Rúa y tenemos que ayudar a que su gobierno sea histórico.
–¿De la Rúa delega responsabilidades?
–Sí. De hecho, yo soy beneficiario –o víctima– de esa capacidad de delegación.
–De la Rúa parece un hombre que trata de seguir personalmente todo lo que puede.
–Sí, afortunadamente. Muchos le critican eso. Yo no, quizás porque también soy obsesivo y delego mucho, pero a la vez quiero seguir los resultados. Por eso lo comprendo. De la Rúa delega pero no se desentiende. Controla, monitorea y exige.
–¿Se siente cómodo como jefe de Gabinete?
–Sí. Me parece que es una tarea importante. Hasta ahora no ha habido jefe de Gabinete porque la situación institucional era distinta. El jefe de Gabinete tiene dos jefes: el Presidente y el Congreso, que puede removerlo. Esto sólo se materializa cuando hay un Ejecutivo de un color y un Congreso de otro. La responsabilidad política de representar al Gobierno frente al Congreso que yo tengo no la ha tenido nadie antes. Esto le da un significado que es, a la vez, un riesgo y desafío excitante.
–¿De qué miembro del gabinete se siente más cerca?
–Me llevo bien con todos.
–¿Se sorprendió con la superpoblación de economistas?
–Me resulta difícil hacer esa división. Hay gente que habla el idioma de la política, gente que habla el idioma de la economía. Yo creo ser bilingüe, lo que me facilita el diálogo con todos, sin sentir dificultades de expresión. Gobernar significa cada vez más tomar decisiones que requieren que uno sea un economista profesional o alguien con una sólida formación económica. Sin embargo, a mucha gente le sorprende que haya muchos economistas en el gabinete. A mí no. –¿Hay tres economistas en boxes por si José Luis Machinea falla?
–Esto sería debilitarlo, y yo lo veo al revés: creo que lo fortalece. En un gabinete tradicional, todos los ministros hacen de buenos y el ministro de Economía hace de malo. Los demás parecen tener mayor comprensión y sensibilidad. Cada ministro defiende a su sector y el ministro de Economía aparece como el hombre sin corazón que sólo quiere que cierren los números. En un gabinete donde el ministro de Defensa, el de Relaciones Exteriores, el de Educación y aún el jefe de Gabinete están familiarizados con las restricciones, la toma de decisiones se hace más fácil. El ministro de Economía no está tan solo. Esto favorece a Machinea.
–¿El Gobierno fue ingenuo en pensar que el PJ iba a aprobar las leyes sin dilaciones?
–Yo siempre dije que era una pulseada. Nunca se me ocurrió que íbamos a tener un acuerdo instantáneo. Esto vale para el Presupuesto y para todas las negociaciones por venir.
–Usted, durante la campaña, dijo varias veces que la Alianza debía aprovechar al máximo los primeros cien días de gobierno, cuando se tiene más fuerza y apoyo público. Con la demora en la sanción del Presupuesto ¿no desaprovecharon esta realidad?
–No, porque eso no quiere decir que al principio todo sea fácil. Nos vamos a encontrar muy a menudo en situaciones en las cuales el elemento decisivo será ver quién parpadea primero. Y yo voy a tener siempre los ojos abiertos.
–¿La atomización del PJ perjudica al Gobierno?
–Prefiero no hablar del PJ.
–¿Cuáles son los sectores más dialoguistas?
–Yo creo que el diálogo es una consecuencia de la necesidad. Nada aclara más la mente que la falta de alternativas. Cuando el diálogo es la única solución, o la solución más productiva, todos son dialoguistas. Cuando el diálogo no es imprescindible, hay muchos zorros y muchos mudos. La situación institucional de la Argentina hace que todos tengamos necesidad de dialogar. No hay alternativas.
–¿El Frepaso está subrepresentado en el gabinete?
–¿Por qué?
–Porque hay dos ministros de ese partido y ocho radicales.
–No me parece. El vicepresidente ejerce un poder real, no es un vicepresidente pintado. Graciela Fernández Meijide tiene un ministerio de una trascendencia social clave, lo mismo que Alberto Flamarique. Por el contrario, algunos radicales podrían quejarse de que les han tocado los ministerios duros y que al Frepaso le corresponden aquellas carteras asociadas a las demandas de la gente. Me cuesta hacer este análisis: la Alianza es una entidad superadora.
–La hipótesis más lógica es que esto es consecuencia de la derrota bonaerense.
–No. Tanto es así que Graciela es ministra. El Frepaso tiene un poder clave en el campo social.
–El paquete impositivo que la Alianza mandó al Congreso ¿estaba incluido en la plataforma que usted terminó de redactar?
–Los instrumentos no estaban en la plataforma pero el principio de progresividad, sí.
–¿El paquete es progresivo?
–El efecto neto sin duda lo es. Hay algo que torna difícil la discusión: el alto grado de evasión impositiva. Este paquete procura recaudar –entre recortes al gasto e incremento de ingresos– unos 2500 millones. Con reducir la evasión sólo un diez por ciento tendríamos esa plata, sin cortar gasto y sin aumentar impuestos. Si nosotros no logramos reducir la evasión, fracasamos.
–En un reportaje que concedió el día que lo confirmaron en su cargo, usted aseguró que se oponía a la continuidad de Carlos Silvani en la AFIP. Dijo: “no estoy conforme con lo que se hizo en los últimos años. Cuando se llega a un nivel de evasión tan alto me parece que hay gente que no quiere cobrar (los impuestos)”. ¿Cómo se explica que Silvani siga en su cargo?
–En primer lugar, quiero aclarar que no he sido tergiversado por la prensa, citado fuera de contexto, ni se me ha atribuido nada que no haya dicho. Ratifico lo que dije: estoy disconforme con el nivel de recaudación. La gestión de Silvani en la AFIP no dio, desde mi punto de vista, los resultados esperados. Lo hablé con él y me dijo que eso se debe a las fallas de la ley, a vicios de procedimientos, a la actitud de los jueces, a la falta de poderes de la AFIP y a que él no tuvo todo el apoyo político. Una vez que asumimos, el ministro de Economía me dijo que creíaque un cambio podría tener resultados negativos, que había reformas en marcha que podrían interrumpirse y que, a su juicio, bajo ciertas condiciones la continuidad de Silvani era aconsejable. Yo planteé cinco puntos: elaborar un plan coordinado por la Jefatura de Gabinete, introducir modificaciones en la AFIP, establecer metas y plazos, recibir mensualmente un informe del plan, y designar un director en la AFIP que actúe como enlace con la Jefatura de Gabinete. Silvani estuvo de acuerdo en los cinco puntos. Por eso continúa.
–Si la decisión hubiera sido sólo suya ¿Silvani hubiera quedado?
–No lo sé. Quizás hubiera llegado a la misma conclusión que Machinea. Silvani aceptó el plan y ahora se trata de evaluar los resultados.
–Si el gobierno nacional hubiera reaccionado con más velocidad ¿se hubieran evitado las dos muertes en Corrientes?
–Nunca lo sabremos. También un apresuramiento podría haber atizado la situación. Ocurre que la protesta es legítima y nunca se sabe en qué momento va a haber un usufructo indebido. Lo que sí tengo en claro es que la situación no daba para más.
–¿La situación de Corrientes se resuelve sólo con plata?
–No. Se necesita mucho más que plata. Hay que regenerar el sistema político, restituir la confianza en las instituciones, terminar con el régimen de prebendas, eliminar la corrupción. Se necesita que el gobierno federal participe no sólo enviando dinero sino también ayudando a que los chicos correntinos recuperen el tiempo perdido, a que los hospitales se equipen. No es sólo cuestión de sacar la chequera.

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