Por Julio Nudler
Esta vez la consultora
Alpha programó su tradicional seminario del segundo semestre en una fecha inusualmente
tardía: el 16 de diciembre. La intención era esperar que asumiera el nuevo gobierno y su
equipo económico, para recién entonces trazar el diagnóstico macro y micro, y proyectar
el futuro. Pero lo que este estudio, alguna vez asociado a los nombres de Javier González
Fraga y Pedro Lacoste, no pudo prever fue que uno de sus dos socios vestiría, para la
fecha elegida, la casaca oficial. Débora Giorgi, convertida en secretaria de Industria,
Comercio y Minería, debió faltar a la cita. También José Luis Machinea, Miguel Bein o
Mario Vicens, entre otros, son consultores metamorfoseados en funcionarios. Es como si a
un crítico musical lo invitaran a subir al palco o bajar al foso para empuñar un
instrumento. Se diría que para ellos llegó la hora de la verdad.
Cuando aún no se habían transformado en actores del drama, todos emitían sus juicios
sobre el presente y el futuro. En el caso de Giorgi, asociada con Hernán del Villar, ex
director del BCRA, las transparencias que de no mediar su nombramiento hubiese señalado
con su puntero láser revelan cómo ve la situación económica argentina la sucesora de
Alieto Guadagni. Esta visión puede sintetizarse en los siguientes puntos:
Los problemas de
competitividad seguirán por ahora impidiéndole a la Argentina crecer a tasas atractivas.
Después de caer un 3,4 por ciento en 1999, el Producto Bruto crecería 3,3% en el 2000.
La población verá algo aliviada su penuria, consumiendo 3,1% más, en buena parte porque
tomará más préstamos. En los primeros once meses del año actual, el crédito al sector
privado declinó 1,5%.
Las exportaciones
volverán a incrementarse (el pronóstico es 7% para el 2000, hasta superar los 25.750
millones de dólares, aun así menos que lo exportado en 1997), pero el aumento de la
actividad económica interna profundizará el déficit de la cuenta corriente del balance
de pagos. El rojo pisará casi los 15 mil millones. Las dos terceras partes serán
responsabilidad de los intereses de la deuda y de la remesa de utilidades.
Habrá además un déficit comercial de 3260 millones, un tercio superior al de 1999.
Los sectores que más
invertirán serán los de commodities (materias primas e insumos) industriales, petróleo,
minería y las empresas privatizadas. Esto no presenta novedad respecto de lo ocurrido en
los últimos años. En conjunto, la inversión aumentaría 6,5 por ciento el año
próximo, tras descender 9,5% en el 99.
Según Alpha, la
Argentina no está disfrutando del mayor apetito de los inversores globalizados hacia los
países emergentes, por lo que pierde posiciones relativas. Los capitales evitan el país
porque ven el deterioro de sus indicadores y los fuertes vencimientos de deuda que deberá
afrontar durante varios años, debiendo apelar constantemente al crédito externo.
Para que explote
falta
Indicadores macroeconómicos deteriorados pero no explosivos. Esta frase
condensa la evaluación de Alpha, cuyos economistas piensan que, si bien predomina un
escenario internacional y del mundo emergente en leve recuperación, éste no operará
como una locomotora para la Argentina. En la misma transparencia, después de
congratularse de la ordenada transición política, estos consultores indican que el
ajuste fiscal es la receta correcta para enfrentar la situación.
En sintonía con el pensamiento dominante en el entorno de Machinea, Alpha aclara que el
ajuste fiscal no es bueno en sí mismo, sino por su efecto dinamizador sobre el crédito,
la producción y la confianza. Para apoyar esta teoría elaboraron un gráfico en el que
se ve que cuando el riesgo país cae, la producción industrial sube, y viceversa. Y
ofrecieron dos datos. Uno, que el déficit fiscal equivale este año a 3,3 por ciento del
PBI y es la décima parte del gasto público consolidado, que trepa a casi 97 mil
millones. |
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