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LAS DIEZ RAZONES DEL CAMPEON
El divino tesoro

En tres veinteañeros --Aimar, Saviola y Angel--, en un histórico --Astrada-- y un plantel renovado, rico, eficaz y de ratos brillante, River basó la conquista de su título 28º. El triunfo en el clásico ante Boca en el Monumental fue el partido que desequilibró la pelea entre los dos grandes protagonistas.


Por Daniel Lagares

1) El partido. River es un justo y legítimo campeón. Les pasó el trapo a todos y aunque el título estuvo peleado hasta anoche con Central y con Boca, en verdad el único que discutió verdaderamente el Apertura fue el rival de toda la vida. Central se coló tarde en la lucha, tomando impulso recién cuando descubrió que las matemáticas lo ponían en carrera. Pero el título, de la primera a la última fecha, estuvo entre River y Boca. De la confrontación de resultados, puntos perdidos y goles a favor y en contra, surge con nitidez que el 2-0 del 17 de octubre en el Monumental fue decisivo a la hora del recuento final.

 

2) El equipo. River es un buen campeón, todavía no es un gran equipo. Le alcanzó para llevarse el título, pero aún tiene grietas en el juego y en la personalidad. Un buen campeón puede soportar la pérdida de puntos absurdos como el empate con Vélez en casa (0-0 y penal errado de Gancedo) o la derrota con Argentinos (0-2, penal errado de Ramos). Pero un gran equipo no deja escapar un 4-2 con Chacarita a minutos del final. La certeza de que River apunta para gran equipo es la autoridad con que resolvió "el partido del campeonato" (2-0 a Boca). El equipo está en el momento del despegue y corre riesgos que exceden a lo estrictamente futbolístico. En River, los buenos equipos se desarman antes de consolidarse y eso frustra el salto de calidad para hegemonizar la competencia local y lanzarse a los torneos internacionales. Si el club se desprende a mediano plazo de Aimar, Saviola, Angel, Astrada, Placente o Bonano, los seis insustituibles, entonces habrá que formar otro equipo. Si River conserva esta base, tiene destino de grandeza.

 

3) El técnico. El gran ganador de este título es Ramón Díaz. Esta vuelta olímpica es más suya que las anteriores porque este equipo lo formó él. El grupo original fue heredado y le aplicó correctivos. Pero ahora hizo cirugía mayor (Berti, Hernán Díaz, Burgos) y se la jugó con los que él quería (Aimar-Saviola-Angel, fundamentalmente, más Lombardi, Yepes y Pereyra). Y también mostró su contradicción: Gancedo, de haber sido enviado a entrenar con la tercera, pasó a ser titular indiscutido. Es que este Ramón Díaz, sospechado de ignorancia táctica, es muy hábil para aprovechar los momentos del equipo y de cada jugador. No se equivocó en la elección de jugadores y como éstos rindieron de acuerdo con la calidad que denunciaban, River es campeón. No hay más secreto que ése para medir el mérito de Ramón.

 

4) La diferencia. La hicieron en primer lugar Pablo Aimar y Javier Saviola. Dos verdaderas joyas. bu03fo01.jpg (10285 bytes)En estas páginas, hace unas semanas, se dijo que "Aimar tiene cosas de Cruyff" por ese panorama de toda la cancha y ese arranque de pique corto que puede cambiar en freno y salida que desequilibra. ¿Qué es Aimar? ¿Un 10 clásico? ¿Un enganche? ¿Un 9 atrasado? Una mezcla de todo eso. Es 10 cuando se para, mira y arranca la jugada. Es enganche cuando va más abajo para sacar al equipo del fondo, un 9 atrasado cuando merodea el área y saca al "Platini oculto" en el pase-gol o el remate a gol. A Saviola se lo comparó con Ortega y hasta con Maradona. Parece exagerado, sobre todo ponerlo a la altura de Diego. Pero Saviola es el mejor definidor del fútbol argentino, incluso más que Palermo o Romeo, dos delanteros netos de área. Precisamente porque Saviola no lo es. No hay quien defina con frialdad de veterano y precisión de escultor en el mano a mano con el arquero. No es egoísta y ofrece como plus su inteligencia para buscar espacios vacíos y el toque de primera. En un año ha evolucionado muchísimo.

 

5) La base. Detrás de los dos pibes aparece el resto de la base: Angel, Astrada, Bonano, Placente. El colombiano es un jugador finísimo, exacto para el paladar del hincha riverplatense. Luego de la etapa de adaptación, bien "bancado" por Ramón, bien rodeado por Aimar-Saviola, fue asistente y eje, según las circunstancias, de cada ataque. Y aunque se perdió goles increíbles (el posible quinto con Chacarita) hizo algunos magníficos (Boca) y la mayoría importantes, porque suele convertir el primero o el segundo para quebrar un empate, casi nunca el cuarto o quinto. Astrada es el dinosaurio que compensa tanta testosterona en erupción. Mando y juego, orden y equilibrio, auxilio de todos y referente dentro y fuera de la cancha. A Bonano, diluida la pelea por la titularidad con la ida de Burgos, la tranquilidad de saberse dueño del arco lo asentó en River y lo proyectó también en la Selección. Placente debe haber sido el mejor jugador del campeón. Por regular, por eficaz, por salida y llegada (gol a Chacarita), por jugar con la seriedad de un veterano siendo un pibe.

 

6) El resto. Un escalón más abajo habría que ubicar al colombiano Yepes, otro de gran categoría que supo resolver las desatinadas salidas de Trotta. Este se afirmó cuando fue más jugador que caudillo. Gancedo terminó ganando la pulseada con el técnico hasta transformarse en jugador clave. Y Escudero tuvo una muy buena primera parte del torneo, con un ida y vuelta generoso, pero de poca claridad.

 

7) El banco. River tuvo más banco que el resto de los equipos y todos a los que apeló Ramón respondieron. Detrás de Trotta estaba Ramos, que puede ser igual de eficiente. Lombardi y Sarabia se turnaron sobre el lateral derecho, Pereyra terminó jugando como titular de volante de ese lado. Ese costado fue el punto flojo del equipo porque lesiones y suspensiones obligaron a modificaciones constantes. Y aparecieron Alvarez y en menor medida Cardetti.

 

8) El juego. River fue un equipo brillante y demoledor en ataque, equilibrado en el medio cuando estaba Astrada y se las arregló en el fondo para conservar la diferencia que solían hacer los de adelante. Cuando ataca, River da la sensación de ir al embudo y morir entre los centrales rivales. Aimar atrae marcas y, cuando todo parece perdido, abre. Y siempre aparece alguno.

 

9) La campaña. El cruce de todos los datos muestra campañas casi idénticas de River y de Boca. Pero River ganó el clásico. Central dejó los puntos clave en el comienzo del torneo y en las derrotas con los dos grandes, en Arroyito. Los tres les ganaron a Belgrano, Ferro, Gimnasia, Gimnasia de Jujuy, Instituto, Unión y Lanús, todos "ganables", y allí cosecharon 21 puntos, casi la mitad de los que se necesitan para ser campeón. En los partidos con los otros grandes también estuvieron parejos: River venció a Boca y Racing, empató con Independiente y Vélez antes de ir al Gasómetro. Boca le ganó a Independiente, empató con Racing y San Lorenzo y perdió con River (la clave). Central venció a San Lorenzo e Independiente, empató con Newell's y perdió con Racing, River y Boca.

 

10) El rival. Aunque Boca quedó tercero, fue el gran rival de River en el Apertura. La campaña del equipo de Carlos Bianchi fue estupenda pese a que se quedó sin el tricampeonato. Boca había ganado sus títulos con 45 y 44 puntos, en éste llegó a 41 y porque ayer no pudo quebrar a Talleres. Una prueba más de que la diferencia estuvo en el clásico. Con lesionados en gran parte del torneo, con la resaca de venir de dos vueltas olímpicas y con un plantel que estuvo en la curva descendente del rendimiento, Boca fue el que peleó a River. Y que River le haya ganado el campeonato a Boca tiene más valor. Y más sabor.

 

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