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Por Horacio Vargas Desde Rosario El 19 de diciembre es una fecha mítica para el pueblo canalla. Hace 28 años, Aldo Pedro Poy inmortalizaba en una palomita la primera gran alegría para Central, allá en el viejo Monumental, ante los archirrivales del Parque Independencia. Fue el paso previo para la obtención del primer campeonato nacional. Otro 19, pero del '95, el Central de Palma, Polillita Da Silva y Bonano obtenía la Copa Conmebol, en un partido increíble ante los brasileros del Atlético Mineiro. Ayer, el calendario canalla vuelve a sumar un nuevo hito: el subcampeonato del torneo Apertura, para un equipo armado por el Patón Bauza con mayoría de jugadores salidos de las divisiones inferiores y sostenidos por dos viejos líderes: Pizzi y Canals. Desde temprano, el estadio de Arroyito se fue colmando de hinchas que arrastraban un deseo: que el equipo ganara a Vélez y los primos de San Lorenzo les dieran una mano ante River, indispensable para prolongar en un desempate la utopía de pelear el último título del siglo. De arranque, un Vélez con mayoría de nombres desconocidos y juveniles, se tomó el partido en serio. Dominó el juego y creó varias situaciones de gol. Pero Buljubasich --otro de los pilares donde se sostiene el equipo rosarino-- tuvo una tarde inspirada. A los 15 minutos, Cuberas arrancó por izquierda, la defensa de Vélez estaba abierta y ante semejante regalo sacó un zurdazo bajo que venció las manos de De la Fuente. Vélez no se achicó y siguió avanzando con peligro. Camps, Falcón y fundamentalmente Bardaro se perdieron goles imposibles. Acaso por querer hacer siempre una de más o porque Buljubasich es un arquero que Marcelo Bielsa debería tener en cuenta en el futuro. A los 34, Pizzi le metió una patada desde atrás a Domínguez y Sánchez lo echó. Un foul absurdo que el árbitro se encargó de darle dramatismo sacándole la roja. Desde ese momento, el partido se terminó para el equipo de Bauza, que sólo atinó a conservar la diferencia y esperar las noticias que llegaban desde Buenos Aires.
En el complemento, los pibes de Vélez siguieron dominando, tocando, rotando, jugando lindo, pero sin profundidad. Iban y venían y chocaban contra el uruguayo Canals. Cuando faltaban dos minutos para el final, se corrió la voz de que Boca había empatado. Entonces, aparecieron fuegos amarillos y azules desde las tribunas, la gente comenzó a cantar aquello de "te llevamos en el corazón, te queremos ver campeón...". Y Sánchez --que se ganó todos los insultos imaginables de la hinchada canalla--, como si los hubiese escuchado, dio por terminado el partido y desde todos los costados, como topos que salen del fondo de la tierra, los pibes canallas entraron a la cancha, para abrazarse en medio de la multitud. Hubo una emoción más: la radio transmitía el empate de San Lorenzo. Pero no hubo tiempo. Central quedó a un punto de River. Pero era 19 y, como tal, Central tiene para festejar un subcampeonato impensado, al que llegó luego de una formidable racha de partidos que ganó de la mano de Bauza y los pibes que él vio crecer en las inferiores.
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