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Por Romina Calderaro  "Nuestros
derechos no se cumplen. Algunos chicos tienen computadoras y los pobres no", dijo
Mijael, de diez años. "Nos merecemos una educación digna: no queremos que nos
enseñen solamente a hacer cuentas", agregó Juan Manuel. Y Carolina sorprendió por
lo concreta: "Tenemos que comer todos los días". Es que la nena, de ocho años,
todavía arrastra las secuelas de la desnutrición infantil. Estos chicos conocen muy bien
sus derechos pero, como tantos otros, no pueden ejercerlos. Viven en la villa del Bajo
Flores y son alumnos de la Escuela Nº 13. El encargado de enseñarles la Convención
Internacional de los Derechos del Niño fue uno de sus docentes, Claudio Altamirano, quien
acaba de editar el cuadernillo Por los chicos, hechos y derechos, publicado por la Unión
de Trabajadores de la Educación. El material, acompañado por dos videos, podrá ser
utilizado por los docentes porteños para extender el debate a todas las escuelas de la
ciudad.A veces, a los chicos de la escuelita se les mezclan los artículos de la convención con sus propios deseos. Y aseguran, por ejemplo, que el texto dice que tienen derechos a "ser felices". A la hora de reclamar los incumplimientos, cada chico se queja de lo que más le duele. Miguel, de diez años, nombra su derecho a ser escuchado. "Cuando yo le quiero decir algo a mi mamá, no me escucha porque está viendo la tele y a veces cocinando", explica. Y Emanuel menciona el derecho a no ser discriminado. --¿A vos te discriminan? --preguntó este diario. --Sí, por los cachetes. Me dicen cachetón --confesó, avergonzado. "La idea es que vinculen el pasado con el presente para poder tener una alternativa a futuro. Estos chicos son 'desaparecidos sociales' y tienen que tener conciencia de eso", afirmó Altamirano. Los problemas que enfrentan son conocidos: vivienda precaria, la falta de trabajo de sus padres, muchas veces maltrato físico. Hace unos años, una chica de esa escuela fue violada por su padre. Sus maestros hicieron intervenir a la Justicia y después de una larga lucha lograron que la nena sea adoptada por una familia sustituta. Su historia quedó registrada en el video documental: Se alumbra la vida, que dirigió Altamirano y este año se alzó con el primer premio de la Muestra Anual de Video Argentino. Es uno de los videos que acompañan al cuadernillo de la UTE. Eulalia tiene once años. Destaca "el derecho de los niños a ser libres", y relaciona esa libertad con el juego. "A algunos hijos (sic) no los dejan jugar. A mí me dejan jugar a veces", relata. Los chicos también aprendieron en la escuela historia reciente. David saca a relucir "el derecho a la identidad". Y ejemplifica: "En la dictadura militar se mataba a mucha gente, los enterraban y no les ponían el nombre". Juan Manuel menciona el derecho a la igualdad y no necesita hacer retrospectiva: --Hay algunos chicos que quieren tener juguetes y no tienen porque sus papás no tienen plata. Y otros chicos sí tienen. --¿Vos tenés juguetes? --No. Narda, de diez años, vuelve a hablar de un derecho que preocupa a muchos de los chicos: el de ser escuchados. "Cuando mi mamá va a comprar verdura, no quiere escuchar lo que digo." Y un compañero acota: "A mí me pasa lo mismo, piensan que voy a decir pavadas". En un punto coinciden todos los chicos: hay un lugar donde se sienten escuchados. "En la escuela", gritan a coro, quizá temerosos de perder el modesto privilegio de estudiar. Razones no les faltan: una de sus compañeras dejó de ir a la escuela para trabajar en un puesto de flores y, de no haber sido por la perseverancia de sus maestros, que convencieron a sus padres de que volviera, nunca hubiera terminado la primaria. La historia de esta niña forma parte del segundo video realizado por Altamirano. Según el realizador, el cuadernillo Por los chicos... y los videos están pensados para los docentes que quieran trabajar en el aula en la "educación para los derechos de los más chicos".
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