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Por Verónica Abdala "Hay grupos de abuelas que hacen aerobismo. Hay clubes de abuelas que se reúnen a jugar al bridge, y hay otras que comparten el gusto por el tejido. Pero no hay en ninguna parte del mundo, ni hubo a lo largo de la historia, abuelas, como nosotras, que se reúnan con el objetivo de encontrar a sus propios nietos. Esa realidad, argentina, única, es, lamentablemente, una exclusividad nuestra". Hace 22 años, Estela Carlotto ejercía como directora de una escuela de la ciudad de La Plata, tenía cuatro hijos, "una vida hecha", y soñaba con una vejez apacible, que la encontrara los domingos cocinando ricos platos para sus seres queridos y rodeada de nietos. Hoy, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo recuerda aquellos días como si hubiesen pertenecido a otra vida, que quedó lejos. O, directamente, como si los hubiera vivido otra persona. Sonríe y, casi con sorna, se recuerda a sí misma como "una burguesita, dedicada a su familia y temerosa, que les recomendaba a sus hijos que en lugar de intentar una revolución, en lugar de querer cambiar la realidad, intentaran remendarla. Porque era más cómodo y porque suponía menos riesgos". Las claves de su historia personal y el compromiso social que Abuelas asumió hace ya dos décadas son los ejes a partir de los cuales se desarrolla la entrevista que se verá el próximo viernes a las 22 por canal á, en el marco del ciclo "Testimonios", que conduce Pacho 0'Donnell. El estremecedor relato del secuestro de su hija, Laura Carlotto, detenida el 26 de noviembre de 1977, es el que da comienzo a la charla. Carlotto explica que, para el momento de la desaparición de su hija, ya había sufrido dos experiencias similares, que, por razones obvias, para el grupo familiar habían resultado traumáticas: la detención de su marido, Guido Carlotto, secuestrado en el mes de agosto y liberado un mes después en una villa miseria de Lanús, y la de Claudia Falcone --una de las dos chicas detenidas en "La Noche de los Lápices"--, que también pertenecía a la familia. Guido Carlotto ("al que parecía que se lo había tragado la tierra") apareció vivo tras el pago de una considerable suma de dinero, que exigieron sus captores. Había sido brutalmente torturado lo que, unido a la diabetes que arrastraba desde hacía años, derivó en un deterioro generalizado de su salud. Estela sabe que el nieto al que busca se hubiese llamado Guido, como su abuelo, si tras el asesinato de su madre hubiera sido devuelto a la familia biológica. Hoy, ese chico, que ya es un adolescente, vive con sus apropiadores y desconoce su verdadera identidad. "Tengo la ilusión de dar con él muy pronto, aunque tengo la obligación de ser prudente, porque no hay nada confirmado", cuenta la abuela, esforzándose por mantener en reserva un dato reciente que ha encaminado la búsqueda hacia el hogar de un militar retirado que habría acompañado a Laura por los días en que ésta dio a luz a un varón. "Cuando ella desapareció, nosotros ni siquiera sabíamos que estaba embarazada. Nos enteramos de la verdad cuando una mujer que la conoció fue liberada: 'Está viva y lleva bien su embarazo de seis meses, nos dijo'", cuenta Carlotto. "Ese dato nos ilusionó profundamente: si estaba embarazada, no podían matarla, pensábamos. Estábamos aplicando una lógica humanitaria, y nos costaba entender que ellos son básicamente inhumanos". La versión del nacimiento fue confirmada por los estudios que se le realizaron al cadáver en 1985. "Cuando el 28 de agosto de 1978 me devolvieron el cuerpo de mi hija, aduciendo un falso enfrentamiento entre dos supuestos terroristas armados hasta los dientes y la policía, les pregunté a los gritos a esos tipos qué habían hecho con mi nieto. Aunque en ese entonces no imaginaba que muchos de ellos llegaban a sus casas con un chiquito en brazos y les decían a sus mujeres 'te traje un regalito'". La pregunta acerca del paradero de su nieto y de los de las restantes abuelas permanece intacta, aún sin respuesta. "Y, sin embargo, pese a lo que nos ha pasado, no somos abuelas tristes. En nuestra casa, siempre hay un motivo para el brindis, para el festejo. Y eso es bueno, porque quiere decir que después de haber sobrevivido a tanta muerte nos queda una reserva de energía y amor para seguir viviendo con alegría."
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