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Por Miguel Bonasso Desde Dolores La verdad elige caminos indirectos y extraños para manifestarse y a veces se insinúa, inesperadamente, en boca de los perversos. Como el informante policial Carlos Redruello, que en su afán por despegarse de las inmediaciones de la casa de Oscar Andreani, donde tres testigos lo vieron merodeando la noche del 25 de enero de 1997, puso el dedo sobre un posible asesino, que el juez José Luis Macchi se dejó traspapelado en la etapa de la instrucción, el suboficial de la Policía Bonaerense, Carlos Stoghe. La mención no fue gratuita: aunque el presidente del tribunal Raúl Begué aclaró que "no estaba imputado" y por lo tanto era mejor dejarlo en la papelera, hubo un sorpresivo intento de Alejandro Vecchi (el abogado de los padres de Cabezas) para instalarlo en la atención pública. Vecchi, hasta ahora había dejado de lado a Stoghe --un policía de frondoso historial criminal vinculado al comisario retirado Mario "Chorizo" Rodríguez-- porque hacía hincapié en la tesis oficial que sindica como autor intelectual del homicidio al finado Alfredo Yabrán. Como Stoghe, y otros ausentes, como el ex comisario de Pinamar, Pedro Alberto "La Liebre" Gómez, regresa a la temida pista policial, prolijamente alejada de la investigación en tiempos del juez Macchi y el comisario Víctor Fogelman. Pero la mención de Stoghe no fue la única sorpresa de la jornada. Ayer hubo emociones encontradas: las lágrimas de María Cristina Robledo, la compañera de José Luis Cabezas; los filosos interrogatorios del defensor de Gregorio Ríos, Jorge Sandro, que hicieron trastabillar al periodista de Noticias, Gabriel Michi y el desborde histriónico de Redruello, que puso en aprietos a los dos porteros utilizados por el empresario postal Andreani la noche del crimen. Por si fuera poco, el implacable abogado Sandro exigió y logró que Michi, el compañero de tareas de Cabezas en las temporadas veraniegas y la viuda del fotógrafo María Cristina, fueran careados por algunos datos contradictorios manejados en sus respectivos testimonios. Esta vez los padres de Cabezas, Norma y José, siguieron con indudable tensión la marcha del debate. La extensa nómina de testigos empezó por la mañana con el empresario postal Oscar Andreani, quien dijo mucho menos sobre su fiesta de cumpleaños de lo que sabe y sospecha. El testigo más importante del día fue el periodista Gabriel Michi. En su larga exposición, recordó que él y su compañero de tareas en tres temporadas andaban tras los pasos del empresario postal Alfredo Yabrán en pos de una entrevista (objetivo de máxima) o al menos de nuevas fotos como las que Cabezas le había sacado en la playa en febrero de 1996 junto con su esposa María Cristina Pérez. Tanto el ministerio público, donde comenzó a sobresalir como más rigurosa la fiscal Claudia Castro, como los abogados de Noticias y la familia Cabezas hicieron hincapié en esas imágenes sindicadas hasta ahora como el móvil principal del crimen. Michi recordó también que, en la persecución del megamillonario, Cabezas habría sufrido el corte intencional de uno de los neumáticos del Ford Fiesta en el que, finalmente, se encontró su cuerpo calcinado. Un dato en el que la defensa de Ríos hallaría una contradicción menor con los dichos posteriores de María Cristina Robledo, que justificaron su pedido de careo. Antes de eso, Jorge Sandro jugó recio contra Michi, al que parece suponer (no sin fundamento) como uno de los testigos más firmes en señalar la autoría intelectual de Yabrán y la correspondiente instigación del suboficial del Ejército Gregorio Ríos, que custodiaba al empresario y su familia. Con sádica delectación, Sandro hizo que el periodista de Noticias leyera la transcripción de algunos diálogos telefónicos que había sostenido en 1997, con el directivo de Editorial Perfil, Pablo Sirvén, interceptados por orden judicial. "Pablo: ¿Cómo andás, che? Gabriel: Para la mierda. Pablo: ¿Por qué? ¿Pasó algo? Gabriel: Y, mirá, acaban de decir en Cablevisión que vos le dijiste a no sé qué agencia, que yo le había entregado al juez (José Luis Macchi) una nota en la que se contaba que yo estoy investigando una relación de Yabrán con una mujer (Ada Ronre). Pablo: Yo no dije eso. Gabriel: Bueno, lo acaban de decir en Cablevisión y lo peor de todo... Pablo: ¿En qué agencia? Gabriel... o sea si yo lo hubiera visto no hay problema, el problema es que lo vio mi viejo y está desesperado, y aparte realmente, leí la nota, el tratamiento de la nota de Noticias, el recuadro de (Oscar) Pellicori (el abogado de la publicación) me mandó en cana de tal manera..., yo realmente lo que siento es que estoy durmiendo con el enemigo (...) Pablo: Pero eso lo escribió antes de que vos fueras (al juzgado de Macchi). Gabriel: Sí, bueno, no importa cuándo lo escribió, dice: "tiempo antes del crimen de Cabezas con allegados y custodios de Alfredo Yabrán, forman parte de la causa, eh... parece próxima la hora en el que el magistrado debe interrogar al prominente empresario (...) siento que me están mandando debajo del camión de una manera". Más adelante, otra desgrabación, reproduce un nuevo diálogo de Michi con Sirvén, en la que el redactor del semanario vuelve a quejarse de que la declaración que hizo ante el juez Macchi "el otro día" (el 21 de febrero de 1997), fue "totalmente inoportuna". Como Sandro quiso saber si su testimonio ante el juez de instrucción había sido espontáneo o producto de una reunión con directivos de la publicación, Michi explicó --visiblemente nervioso-- que se había decidido una segunda comparecencia suya a Dolores, para aportar elementos que iban a ser publicados por el diario Página/12 en un nota de Horacio Verbitsky y que era imprescindible que se dieran primero por vía judicial. Su posición en aquella reunión, según se desprendió de otro diálogo "pinchado" fue la siguiente: "Para mí lo que habría que haber hecho es esperar a que el Perro (Verbitsky) salga y salir a decir públicamente que en realidad no es así (que Michi y Cabezas no andaban tras la relación de Yabrán con su ex secretaria Ada Fonre), sino que fue una consulta a partir de un dato..." Sandro exigió después un careo entre Michi y la viuda de Cabezas, por dos contradicciones que el tribunal encontró menores. Una diferencia de fechas entre la declaración del periodista y la de María Cristina Robledo, respecto a cuándo comenzaron las amenazas telefónicas contra el fotógrafo y una diferencia de lugar sobre cuál habría sido el balneario donde le cambiaron la goma cortada al auto de Cabezas. Redruello, por su parte, avanzó mascullando una amenaza hacia el estrado, donde lo aguardaba para el careo Celsio Miguel Bogado, uno de los vigiladores que recibieron a los invitados en la fiesta de Andreani. Con notable habilidad e histrionismo que evidentemente se inspiraba en películas y series de televisión, el conocido buchón, estafador y mitómano logró presentar a Bogado como miope y un testigo francamente deficiente para proporcionar detalles sobre las características físicas del hombre misterioso que se le había cruzado en la vereda de la calle Priamo, tras interrogar a los sospechosos del Fiat Duna. Para rematar su actuación, Redruello pidió al tribunal que se exhumaran los identikits dictados por los testigos en su primer momento y sobre el escritorio del doctor Raúl Begué cayó su retrato hablado, parecido en un 95 por ciento, al del suboficial Carlos Stoghe. Lo que dio lugar, después, a la investigación del abogado Vecchi. Redruello metió otro gol con el segundo custodio, Horacio Sonetti, pero terminó perdiendo dos a cero frente a una mujer no menos categórica e histriónica que él, la vecina de Andreani, Diana Solanas, que insistió en ubicarlo en el multitudinario Fiat Duna, junto con Pedro Villegas (un saldo de la teoría de los Pepitos) y alguien mucho más interesante, ajeno a la causa: el policía Jorge Cabezas. El desfile sigue hoy y en los corrillos se adelantan nuevas sorpresas. Como un testimonio, aún tapado, pero profundamente revulsivo, sobre la Cava y la gente que merodeó en ella.
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