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La historia de un caballo preso más de un mes en una comisaría

Su delito fue interrumpir el paso de un tren. Hay una causa judicial, pero ayer el pony pudo abandonar finalmente la 43ª.

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Por Carlos Rodríguez
t.gif (862 bytes)  La cabeza de Pitufo está, apenas, a un metro veinte del suelo. Y aunque tiene nada más que tres años, todos los días arrastraba un enorme carro cargado con huevos, muebles y ropa vieja. Con ese peso era obligado a recorrer 40 kilómetros diarios, los que separan, ida y vuelta, el barrio porteño de Flores del partido bonaerense de Lomas de Zamora. Además del trabajo a destajo, el prontuariado Pitufo estuvo preso cerca de un mes por haberse cruzado en el camino de un tren del ex Ferrocarril Sarmiento y haber interrumpido por media hora la circulación de ese medio de transporte público. Ayer, para su bien, Pitufo, sin hacer declaraciones a la prensa porque es un caballo, fue dejado en libertad por decisión de la Justicia y se instaló, con evidente buen humor --según lo que afirmó a Página/12 el presidente del Movimiento Argentino de Protección de Animales (MAPA), Mario Mele--, en una granja-escuela que la entidad tiene dentro del predio del Parque de la Ciudad.

 

El cuento de Pitufo, el pony, revela una historia real parecida a esos relatos de Jack London poblados de hombres toscos, inimputables, que esclavizaban animales valiéndose de ellos para sobrevivir. "Cuando lo vimos por primera vez, el caballito cargaba con un carro grandote, como si fuera un caballo en serio, y se había atascado en el cruce de las vías del ex Ferrocarril Sarmiento con la calle Cardoso, en Flores", explicó el comisario Carlos Basualdo, titular de la seccional 43ª. El 23 de noviembre pasado, cuando cruzaba el paso a nivel, una de las patas del animal quedó atrapada entre uno de los rieles y la loseta que forma parte de la calzada. El maquinista del tren, que iba desde Moreno a Plaza Once, tuvo que recurrir al freno de emergencia y la máquina se detuvo unos diez metros antes del lugar donde Pitufo esperaba una muerte segura.

Para sacarlo del improvisado cepo del destino, hubo que llamar a la policía, a los bomberos y a una cuadrilla de la empresa Trenes de Buenos Aires (TBA). En media hora, el pony recuperó la movilidad de su pata, mientras que el hombre que iba al mando del carro aprovechaba la confusión reinante para deslizarse fuera de la escena. Como medida cautelar, el pony fue llevado, incomunicado, a un baldío ubicado frente a la comisaría 43ª, en Chivilcoy al 400, donde ni pasto tenía.

Como para demostrar que existe "un cielo p'al buen caballo", como decía Yupanqui, y que tiene su influencia en la tierra, Pitufo recibió más solidaridad que muchos de los presos humanos que se apilan en las cárceles del país. Un cuidador de caballos de San Isidro --cuenta el comisario Basualdo-- se apersonó en la 43ª "con varios atados de alfalfa, avena y otros alimentos, lo que nos sacó de un apuro ya que nosotros no sabíamos cómo afrontar el cuidado de un huésped que no estaba en los planes".

Pasados algunos días, reapareció "el supuesto dueño del carro", según dice Basualdo, quien reclamó ante el juzgado en lo correccional número seis, que interviene en la causa, la devolución del vehículo y del caballo. Al hombre, cuyos datos fueron mantenidos en reserva, se le pidió que acreditara su condición de propietario. Trajo varios papeles en los que estaba asentada la transferencia a su nombre, pero como el pony "es de raza mestiza", sin pedigree, igual que su presunto dueño, nunca tuvo ningún documento fehaciente que acredite su identidad, ya que "únicamente son marcados a fuego los animales de raza pura".

A la deriva, compartiendo la "cárcel" con autos secuestrados, el pony fue bautizado Pitufo, por su tamaño, por los pibes del barrio, pero la 43ª seguía siendo su "depositario judicial". Entonces apareció la gente de MAPA, con Mele a la cabeza, que después de "bastante papeleo" logró que el juzgado le diera la tenencia provisoria del animal, que ayer fue llevado en un trailler a la granja-escuela. "Como se sabe, el caballo es un animal casi doméstico, y Pitufo salió corriendo, de puro contento, cuando lo soltamos en el predio", cuenta Mele con la ternura de un abuelo.

 

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