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Por Eduardo Fabregat Nacieron como un grupo hardcore, pero terminaron revolucionando el terreno del hip hop. En el principio tenían una integrante femenina, pero su primer éxito tenía el signo de tres borrachines de cerveza que no ahorraban misoginia. Hicieron un disco, Paul's Boutique, llamado con justicia el Abbey Road del hip hop. Según Beavis & Butthead, dos de sus más fanáticos seguidores, "cualquier cosa que hagan será cool". Public Enemy y Run DMC, dos grupos fundamentales del rap afroamericano, los señalan como absolutos renovadores del género. Son tres chicos blancos de Brooklyn, llamados Michael Diamond, Adam Horovitz y Adam Yauch, pero sus nombres de guerra son Mike D, Ad Rock y MCA. Es decir, Beastie Boys. Desde el fundacional rap'n'roll de Licensed to Ill (1986) hasta la compleja arquitectura sonora de Ill communication y Hello Nasty, pasando por la combinación de samples e instrumentos tocados de Check Your Head, el trío de blanquitos haciendo música de negros consiguió la chapa de referente fundamental de un género siempre mutante. Hoy, con varios años de ruta sobre sus espaldas, con una reputación casi intachable e incluso una conversión al budismo --la de Adam Yauch--, el grupo se toma un respiro y festeja de la mejor manera: con The Sounds of Science. La Beastie Boys Anthology que acaba de editar el sello EMI es más que una simple recopilación-para-ganar-tiempo-hasta-el-próximo-disco. Desde la aparición de la serie dedicada a The Beatles, el término Anthology remite a la investigación de los cajones del artista: entonces, en The Sounds... (título que remite a una canción, aquí ausente, de Paul's Boutique) hay 42 tracks, pero veinte de ellos pertenecen a versiones raras, temas inéditos y remixes como el notable "Body Movin'" realizado por Fatboy Slim. Con ello, los Chicos Bestia resuelven la cuestión de recordar cómo sonaban "Shadrach", "Fight for Your Right (to party)", "Gratitude" o "Sabotage", y abren el juego con una serie de perlas que retratan sus diversas facetas: banda hardcore ("Beastie Boys", "Believe Me" o "I Want Some", firmado con el alias de Quasar), expertos rapeadores en vivo (con la versión alternativa de "Three Mc's and One DJ" o "Skills to Pay the Bills") o guasones musicales, con el cover ebrio de "Benny and the Jets" --de Elton John--, el lounge idiota de "Netty's Girl" o "Boomin' Granny". Acompañados por un libro de abundantes textos escritos por los miembros del trío, los dos discos ofrecen momentos que harán las delicias del fan. Allí está la bossa nova de "Twenty Questions", realizada junto a Miho (de Cibo Matto), que Yauch explica con brutal honestidad: "Escuchando 'Aguas de março' de Tom Jobim decidí que quería hacer algo así. Que es como decir 'estaba viendo a Michael Jordan, y decidí que voy a jugar para los Chicago Bulls'". O el oscuro rap "Live Wire", dedicado por Horovitz a sus amigos con problemas de adicción. O las canciones de Country Mike, la personalidad que adoptó Mike D "luego de ser golpeado por un gran objeto en la cabeza". O la hipnótica versión de "Pass the Mic" rebautizada "Dub the Mic" en honor a Lee "Scratch" Perry. En el largo desfile de collages musicales realizados en sus estudios G-Son, los Beastie Boys van desnudando su historia de músicos sin complejos, capaces de utilizar los ritmos y samples más diversos (desde viejos discos de soul hasta sus propias zapadas) para crear piezas completamente nuevas, alejadas de toda norma. En el descubrimiento de cómo se arman esas piezas de relojería está el mayor encanto de su antología.
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