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Por Florencia Grieco Los festejos de fin de año-siglo-milenio podrían haber sido un buen escenario para una película de Hitchcock: en plena celebración en Times Square, la cámara enfoca un paquete sostenido por un chico inocente parado entre la multitud. Casi no se escucha el reloj de la bomba de tiempo. Tres, dos, uno. Explosión. Humo, confusión, gritos, gente que sale corriendo y cuerpos tirados en el piso. El aeropuerto John F. Kennedy con pasajeros circulando cargados de valijas y chicos. El avión a punto de despegar. Primer plano de un explosivo colocado estratégicamente en el baño, casi a la vista. Tercera escena: el cónsul norteamericano en Jordania levanta la copa para brindar con sus invitados. Cuando el pianista toque la tecla justa, la residencia diplomática volará por los aires. Son todas escenas ficticias, pero son parte del imaginario de la psicosis terrorista desatada en Estados Unidos. El ejemplo más claro es el estado de alerta reforzado dispuesto ayer por el Departamento de Estado. El gobierno estadounidense considera que grupos terroristas podrían planificar ataques, advirtió el comunicado oficial. Ciertos grupos parecen dispuestos a destruir las Fiestas si pudieran, y a matar a estadounidenses. Después de las informaciones de los últimos días sobre terroristas tratando de entrar a Estados Unidos y que fueron detenidos, no sabemos si hay otros o si van a llegar, agregó dramáticamente el secretario de Defensa, William Cohen, para terminar con un llamado a no inquietarse de manera excesiva. La primera advertencia había sido hecha el 11 de diciembre, aunque era un poco más difusa. Hablaba de informaciones creíbles sobre posibles ataques durante el período anterior al inicio del Año Nuevo y a la celebración del Ramadán, el mes de ayuno musulmán, que se extiende desde fines de diciembre hasta mediados de enero. Pero no había llegado tan lejos como para poner en alerta a los aeropuertos, las embajadas y bases militares estadounidenses en el resto del mundo y las fronteras con Canadá y México. Equipos de especialistas en armas químicas y biológicas están listos para entrar en acción, perros adiestrados fueron apostados en las terminales aéreas y los puestos fronterizos, y las actividades consulares de las embajadas fueron suspendidas temporalmente entre el 1º y el 15 de enero de 2000. En medio del frenesí, el vértigo y la psicosis, la alarma alcanzó a la población. Les pediría que estén atentos a lo que ocurra a su alrededor, y que si ven algo sospechoso lo denuncien, instó el presidente estadounidense, Bill Clinton, en un alto de su visita a un refugio para personas sin hogar ubicado en Washington. Debido a los incidentes que se han producido, estamos en un nivel de alerta máximo, pero no creo que el pueblo estadounidense deba suspender las actividades previstas para las festividades. Creo que deben salir a disfrutar, arengó. Los incidentes que reforzaron la pista del terrorismo navideño en Estados Unidos fueron el arresto el domingo pasado en Seattle del argelino Ahmed Ressam, que intentaba pasar explosivos desde Canadá, y de una pareja acusada por las autoridades del estado de Vermont de violar las leyes de migración. Ambos usaban pasaportes franceses falsos, pero la relación con el argelino parece bastante lejana. Aun así, la amenaza de Medio Oriente es la mayor preocupación de Washington: otro argelino fue detenido ayer, y la temible sombra del multimillonario saudí Osama Bin Laden, protegido en su refugio talibán y responsable de los ataques a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en 1998, podría salir de la oscuridad para inaugurar el nuevo milenio con una explosión en las tierras de quienes lo quieren ver preso. Como telón de fondo está el atentado en Oklahoma por supremacistas blancos en 1995 (168 muertos). El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, adelantó que no existen plenas garantías de seguridad para los festejos de fin de año en Times Square, donde está previsto que un millón de personas se reúna la noche del 31. Pero hizo un llamado público a los neoyorquinos para que no dejen que los terroristas cambien nuestra manera de vivir en un país libre. Yo voy a estar allí, agregó envalentonado. Pero el alerta no sólo corre en territorio norteamericano. La embajada en Bahamas fue cerrada ayer después de la detención de un ciudadano estadounidense con material sospechoso en el aeropuerto de Freeport. Después de cinco días fuera de actividades por amenazas terroristas, la embajada estadounidense en Quito volvió a abrir sus puertas. Y el Departamento de Estado pidió a quienes planeen viajar al exterior en estos días que redoblen las precauciones. Sobre todo en Jordania, donde hoteles, micros turísticos e iglesias pueden convertirse en los blancos preferidos de los terroristas. Estamos preocupados. Comunicados como éste no son muy buenos y nos causan daño, se lamentó el jefe de la Asociación de Hoteleros de Jerusalén, Jonathan Harpaz, quien reveló que el 15 por ciento de los viajeros estadounidenses cancelaron sus reservas en los últimos siete días. Como titularía Hitchcock, esto parece una intriga internacional.
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