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Por Julio Nudler Además de postergar sus vacaciones veraniegas, como les pidió Fernando de la Rúa, los parlamentarios harían bien en prepararse para una discusión muy caliente. Bajo la sombrilla de la Ley de Emergencia Fiscal habrá más de un motivo para la confrontación. Algunos ejemplos: el proyecto pretenderá transformar el Banco Nación en sociedad anónima, hachar las jubilaciones de privilegio, eliminar la PBU (Prestación Básica Universal) de las futuras jubilaciones y otorgarle a la DGI la facultad de actuar en sede administrativa una vez verificado un caso de evasión, sin que el contribuyente pueda bloquear con la Justicia la acción de los recaudadores. Lo de emergencia viene a cuento por algunas disposiciones extraordinarias, como la anulación de nombramientos y aumentos salariales dipuestos a último momento por los menemistas salientes, y una amplia consolidación de deudas del Estado mediante la emisión de nuevos títulos públicos, a largo plazo y con varios años de gracia. La ley ómnibus que De la Rúa, Rodolfo Terragno (Gabinete) y José Luis Machinea (Economía) quieren tener en sus manos intenta reasegurar el cumplimiento de las metas presupuestarias para el 2000. Fuentes de la Alianza explican que, por ejemplo, si no se impide que algunos jueces sigan poniéndole palos en la rueda a Impositiva, ésta no podrá lograr que los progresos en la lucha contra la evasión le aporten al Tesoro 400 millones de pesos adicionales durante el año próximo, como figura en el proyecto de Presupuesto Nacional. Además, y como ya se anticipó, habrá un fuero especial en la Justicia.De todas formas, el equipo de Machinea también sabe que las metas de déficit no van a cumplirse si la economía crece por debajo del 3,5 por ciento pronosticado porque flaquearía la recaudación. Por eso, y porque nunca está de más mechar un capítulo reconfortante en una ley colmada de sinsabores y asperezas, el proyecto incluirá un acápite dedicado a las pequeñas y medianas empresas. Uno de sus instrumentos serán las Sociedades de Garantía Recíproca, existentes en la Argentina desde 1990 con poco éxito. Las SGR, cuyo Fondo de Riesgo es capitalizado por uno o más socios protectores, extienden avales para que las pymes asociadas puedan conseguir financiación en la banca. Todo esto teóricamente. Para vitalizar el sistema se lo respaldaría con un organismo estatal, que podría obtener fondos del Banco Mundial y del BID, y que actuaría como contragarante de las SGR.El Banco Nación tendrá una nueva carta orgánica que le vedará conceder megapréstamos, salvo a los Estados provinciales y al fisco nacional a través de la suscripción de títulos públicos. La intención es que el BNA sólo otorgue créditos tamaño pyme, cuyo tope sea de 5 o 10 millones de pesos, número aún a definir. Pero no habrá un techo único. Para firmas primerizas, que no hayan obtenido nunca un crédito bancario, el máximo será mucho más bajo. A su vez, las empresas que sólo sean asistidas financieramente por el Nación no podrán aspirar a más de 2 millones. Sólo las que sean clientes de crédito de la banca privada tendrán derecho al tope.En cualquier caso, las agencias de riesgo no van a calificar demasiado bien a un BNA cuyos deudores privados sean todos pymes, y eso va a encarecerle el crédito internacional. Pero en Economía no están con paciencia para oír objeciones: Por riesgosos que sean, 70 préstamos de un millón cada uno a otras tantas pymes serán siempre menos malos que un solo préstamo de 70 millones a Yoma, contestan sin perder el humor, y prefiriendo no mencionar otros clavos del Nación, más embarazosos para De la Rúa que el curtidor riojano. Lo que niegan rápidamente es que la transformación del BNA en anónima sea el primer paso hacia su privatización. Con cierta ironía admiten que sería maravilloso poder abrir a la Bolsa el capital del Nación para capitalizarlo, precisamente, pero que eso deberá esperar. Por ahora lo que se quiere es que los directores del primer banco argentino carguen conlas responsabilidades que tienen en cualquier sociedad privada y deban responder por sus actos ante los accionistas, que por caso viene a ser el ministro de Economía. Este le fijará al BNA la meta de ser rentable, para lo cual debería comportarse como un banco y no como una sociedad de beneficencia. En otras palabras: llegado el momento, tendrá que ejecutar a sus deudores.Otra razón para la esgrima verbal será el capítulo que la proyectada ley dedicará a la Reforma del Estado, sinónimo siempre de podadora. Tampoco será fácil el capítulo laboral, netamente flexibilizador, que consagrará la negociación por empresa y la extensión del período de prueba. Como, además de Economía, varios ministerios están aportando al proyecto, habrá discusión pesada antes aún de llegar con el texto al Congreso.
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