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EL MUNDO DE LA MODA POR DENTRO
Propuestas indecentes

No cuentan grandes escándalos pero por lo bajo todos hablan de las propuestas para acelerar la fama. Modelos y productores cuentan las internas de la moda.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes)  ”Jamás te voy a decir que existen propuestas. Si alguien te lo cuenta es una tonta porque no trabaja más”, dice Hambra, con voz de disco rayado. Cualquier confesión puede hacer caer ese lugar, aún frágil, conquistado en sets de tevé. En el ambiente de la moda porteña no se habla de grandes escándalos como los retratados por la BBC en la agencia Elite de Milán, pero todo el mundo sabe de las propuestas para llegar arriba. Página/12 habló con modelos y productores, rastreó el backstage de la belleza, plagado de esas propuestas que prometen acelerar la fama. La obligación viene impuesta por el mecanismo: los especialistas de ese mundo sugieren que hay demasiados lindos en búsqueda desesperada de pocos puestos. Como Hambra, la mayoría –por obvias razones de seguridad laboral en tiempos de crisis– evita confesiones que comprometan. Los más osados se atreven a describir momentos incómodos en los que, con un pasito más, pueden quedar atrapados en la boca del lobo feroz. Porque el lobo feroz existe aunque en el mundo de la imagen suele vestirse de lindo. Franca Amad descansa, volvió hace una semana de Estados Unidos. Ser modelo afuera es mucho mejor, dice, “es más profesional, todo es más claro. Nadie te da vuelta”. El backstage en Buenos Aires tiene forma de calesita: “Me pasó –dice Franca–: todos tiran a que te acuestes y así podés laburar. Aunque los tipos se quieren acostar con vos pero no te van a dar más laburo por eso”. Franca fue promovida por una agencia chica. Casi le cuesta hablar esa vez en que quedó cercada por un fornido productor. “Bueno –sigue–, cuando vas a ver a un diseñador te hace probar la ropa y es normal que estés semidesnuda, pero nunca delante de un productor. Porque él organiza, no diseña.” Esa vez el diseñador faltó a la cita y en su reemplazo el productor le entregó un vestidillo. –Quiero que te pruebes –le dijo.Justo el traje era transparente. “Te da cosa”, dice. “Le pregunté si podía ir al baño, a cambiarme.” Volvió y escuchó: “Probátelo sin corpiño.” Ella dijo que se lo sacaría en el desfile. “Me hizo probar shorcitos -sigue–, boludeces que no se usan en ningún desfile. Y ahí me dijo: “Vos sabés, si querés cirugía estética yo te la consigo gratis”. El galán sacó su superagenda de contactos exclusivos y redobló el cumplido: “Aparte -siguió–, después te consigo que te paguen bien”. Franca no preguntó por la moneda de cambio, no tuvo tiempo: “Me quiso tocar las lolas: “¿Cómo?”, le dijo enojada y frenó las fantásticas ofertas. La calesita sigue rodando, obediente. “¿Cuántas modelos top debe haber en el país?”, se pregunta ahora Rodolfo Centurión, dueño de la agencia de modas tucumana que gestó a Lara Bernasconi. “En total deben ser 250 top, hay que pensar en el resto, en las que intentan y se quedan afuera porque no hay lugar para todas.” A ese resto parecen dirigidas las propuestas.“Cuando entré a trabajar, la persona que manejaba el desfile del Buenos Aires News me dijo: `Venite conmigo, venite conmigo’.” El modelo Ismael Proitiño es de Ricardo Piñeiro. El News es vidriera de jóvenes modelos, la noche del jueves es el instante de venta. En torno del escenario, un RRPP de la disco convoca a los empresarios jóvenes y no tanto. Una de esas noches subió Ismael principiante: “Si querés sobrevivir –le dijo al de la propuesta– sacame el brazo. Con quién te creés que estás hablando, pelotudo”. Ismael está en su casa fuera de la Capital. Es hora de la siesta. “No volví a hacer nunca más desfiles en el News –no está enojado-: Cuando los clientes me piden, ellos (los organizadores) les pasan mi cachet con sumas astronómicas, para boicotearme.”

Todo tiene precio

La calesita gira sobrecargada, pueden quedar esperando perpetuamente ese resto de chicas que nunca llega. Hasta que llega la hora de la fama, se activa la búsqueda furiosa por capitalizar cuerpo y belleza detrás del cachet. Todo tiene precio. Una tapa en Gente o en Caras abulta ese cachet y con él el porcentaje de ganancia del productor y la agencia. Entonces,flashes y foto se vuelven puertas de acceso. El brazo de un empresario o de al menos de un feo pero famoso, contribuye. Carlos Banchi, rotulado como RRPP de la noche, aclara: “De eso de salir por las fotos, eso todas. Salen con un actor porque les gusta pero también les da fotos”. Jesabel Basile tiene 18 y una recomendación académica: “Está en vos que quieras ir a fiestas o no. Pero ir es una forma de seguir trabajando, va caminando tu imagen”. Desde el escándalo de Elite investigado por la BBC, Raquel Satragno se ocupa en cámaras de limpiar la mugre de los escenarios porteños. Aclara, “porque cada uno es artífice de su destino después de todo”, dice. Y acá, advierte “el único con debilidad por las chicas es Pancho, se pone de novio –y, cariñosa–: tiene esa bendita costumbre”. La debilidad es contagiosa. Otro vez el RRPP Banchi dice: “Una persona me ofreció diez mil dólares porque quería que lo conecte con una top. Le dije: `Perdón, no me ocupo’”. Y la pasarela a veces cansa. Analía Hounie pasó por Dotto y, en la Elite de Japón todo estuvo de maravillas porque la cuestión, dice, es dónde encontrás los límites. “Yo tenía una estructura familiar que siempre me contuvo.” Acaba de recibir una invitación VIP para una presentación en el News. “Hay que verlo –sugiere–: es asqueroso. Los tipos van verte a vos. Quieren un cuerpo con poca ropa y cuanto menos tengas mejor. Yo me tenía que inventar que era un juego, si no no podía hacer de vedette.” Un día de esos viejos días de desfile aparece en su recuento: “Me dieron unos triangulitos ínfimos que hasta se me veía el pezón”. Analía Hounie entonces protestó y unas plumas la taparon.

Abuso de poder

La construcción de la imagen es juego de cámaras pero, muchas veces, de malabares de contactos. A. es un chico que prefiere no hacer correr su nombre. “Yo hacía teatro off –dice–. Llamábamos a periodistas para que nos hicieran la crítica.” Después de un tiempo cruzó a uno de esos críticos que tenía contactos en la tele. En Canal 9 se preparaba el lanzamiento de una novela de Alberto Migré. “El tipo me sugirió que fuera a ver a uno de los productores del canal porque tenía posibilidades.” El actor off era muy tierno, lo dice el que empezaba la carrera. Pero en breve la magia del interlocutor se esfumó: “Me dijo: `¿Por qué no venís a cenar a mi casa?’”A. sigue: “Tenía una colección de objetos de Latinoamérica, me decía. A mí me quedó reclaro que era gay. Cuando lo corté, se cortaron los contactos. Me lo encontré y me dijo que lo decepcioné”.Por suerte A. sigue trabajando. La mayor parte off, aunque cada tanto un in le mantiene el aliento. Esa parece la regla de juego: muy de vez en cuando, el centro de la calesita necesita abrirse, al menos por un ratito. De ese modo se preserva como centro, como eje de esa periferia alimentada por la fantasía de, tal vez un día, quedar metido ahí.En esos días de estar adentro A. volvió a encontrar a una vieja conocida. Su amiga ganó afiches y mucho aviso de tevé. Ahora ella prefiere no ser nombrada. Y prefiere, además, darles un marco grande a las propuestas: habla de abuso de poder como la lógica que sostiene toda la película. También la propia: “Siempre fui a los canales. Entraba, veía a los productores. Un día dejé un currículum en Canal 13, no estaba la persona que lo recibía”. Dos horas después, se sorprendió con el llamado de aquel hombre al que le dejó la carpeta. La citó para el día siguiente. “Me dijo: `La verdad es que vi la foto: una cosita tan linda, me encantaste, una cosita así’.”Siguieron halagos. “Me dijo que me iba a tener en cuenta para trabajar -retoma ella–. Ahí me di cuenta de cómo venía la mano.” Del canal no la llamaron.

 

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