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Los 400 golpes del enemigo número 1 de Estados Unidos

Un avión indio fue secuestrado con 189 pasajeros, entre ellosun argentino. Los “piratas” mataron a cinco personas. Reclaman la liberación de un líder islámico vinculado a Osama Bin Laden.

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El avión secuestrado hizo su tercera escala en Dubai, donde más de 30 rehenes fueron liberados.Uno de ellos muerto

t.gif (862 bytes)  Víspera de Nochebuena. Estados Unidos en “alerta máxima”. Las fronteras, los aeropuertos y los pasajeros sometidos a un control casi impúdico. Las cartas y “envíos” provenientes de Frankfurt inspeccionados a través de un sistema digno del próximo milenio. Todos los paquetes eran sospechosos. Todos los extranjeros también. Especialmente los de países islámicos: es que el multimillonario saudí y fundamentalista Osama Bin Laden, oculto en su refugio talibán y considerado por Washington el ideólogo de todos los atentados posibles en los próximos días, era el sospechoso número uno. Pero ni una “carta-bomba” ni una explosión. Nada. Hasta que el avión Airbus A-300 de Indian Airlines y sus 189 pasajeros fueron secuestrados en pleno trayecto Nepal-Nueva Delhi. Con europeos, norteamericanos y un argentino nacionalizado español, Carlos Falccione Rodríguez, a bordo. Durante las primeras 30 horas, los “piratas-aéreos” no reclamaron nada. Hasta que aterrizaron en Kabul, la capital afgana y bastión talibán, y reclamaron la liberación del líder islámico pakistaní Maulana Masood Azhar, que inmediatamente fue vinculado a Bin Laden. “Los secuestradores exigieron la libertad de Azhar y sus colegas, que están pudriéndose en una cárcel india, para liberar a los pasajeros de la aeronave”, confirmó un comunicado de la Agencia Afgana de Prensa citando al encargado talibán de Asuntos Exteriores, Wakil Ahmed Mutawakil. Recién cuando el avión fue autorizado a bajar en la ciudad afgana de Kandahar se conocieron esos reclamos. Pero los pilotos de la aeronave ya estaban “peligrosamente cansados”. No habían dormido durante las últimas 50 horas. El motivo: los secuestradores los obligaron a hacer escala en la ciudad india de Amritsar, en la localidad pakistaní de Lahore y en Dubai, la capital de Emiratos Arabes Unidos. En esa última parada, más de 30 mujeres y niños fueron intercambiados por combustible. Y por “motivos humanitarios” las autoridades entregaron medicinas y alimentos a los secuestradores. El toque sangriento fue el cadáver que bajaron del avión: aparentemente sería un indio de 25 años. Y aún está en duda si realmente otros cuatro pasajeros fueron apuñalados por los “piratas sijs”, de turbante y con pistolas, granadas de mano y cuchillos, según el relato de uno de los ex rehenes. Pero el conflicto no termina ahí. No sólo más de 150 pasajeros siguen encerrados en el avión y rodeados por las milicias talibanes. La situación se agrava desde el momento en que la India pidió a las autoridades afganas de facto que tomen parte en el asunto, cuando en realidad Nueva Delhi no reconoce al régimen de Kabul. El ministro indio del Interior, L.K. Advani, ya se había adelantado a esa situación al admitir que “si el avión aterriza en Kabul se crearía un espinoso problema, ya que la India no tiene embajada en esa capital”. Y efectivamente hubo un problema: los talibanes se negaron a mediar entre los secuestradores y Nueva Delhi. Tal vez por temor a perder el apoyo de Pakistán al régimen. “El gobierno indio insiste en que salvemos a los pasajeros. Pero pensamos que es muy arriesgado –justificó ayer el ‘ministro’ talibán Ahmed Mutawakil–; creo que debemos dejar que el avión se vaya.” Aunque aún no es claro si el secuestro excede los límites del conflicto regional entre la India y Pakistán, el elemento que terminó de poner en alerta al gobierno estadounidense, sumergido en plena psicosis de fin de milenio, es la supuesta relación del reclamado Maulana Masud Azhar con Bin Laden, el hombre detrás de las explosiones de las embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania en 1995 y ahora protegido por Kabul. Azhar es un líder paquistaní que impulsa la anexión de la zona india de Kashmir a Pakistán y su hermano Ibrahim sería uno de los cinco piratas que tomó el avión. Pero el dato que avivó definitivamente el “fantasma islámico” en Washington es que Azhar es uno de los líderes de Harkat Ul-Muyahidin, incluida desde 1997 en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado norteamericano. En los últimos días, el presidente Bill Clinton pidió a los ciudadanos estadounidenses que “presten atención” a cualquier persona sospechosa. Ypuso como ejemplo de lugares particularmente peligrosos a Jordania, Pakistán y Afganistán. Como si fuera poco, los dos argelinos detenidos el domingo pasado en Seattle y Vermont, acusados de transportar explosivos, siguen bajo sospecha de estar relacionados con organizaciones terroristas financiadas por los billetes de Bin Laden. Para el régimen de Kabul, el alerta norteamericano es un aviso de que “si los intereses estadounidenses son atacados, los talibanes serán los responsables y Estados Unidos reaccionará adecuadamente”. Así lo publicó ayer el diario árabe Al Hayat, citando “una advertencia” de Washington según la cual cualquier acción terrorista cometida por los seguidores de Bin Laden será considerada como un ataque auspiciado por Afganistán. ¿Se viene la Operación Zorro Talibán?

 


 

MURIO JOAO FIGUEIREDO, ULTIMO DICTADOR DE BRASIL
El fin de un dicto-demócrata

t.gif (862 bytes) “Quiero que me olviden.” Considerando la respuesta a su muerte el viernes, el deseo del general Joao Baptista de Oliveira Figueiredo, el último presidente de facto de Brasil, parece todavía lejos de realizarse. Figueiredo fue recordado ayer por la clase política brasileña como quien, además de concluir en 1985 el proceso de democratización, ya en 1979 había firmado la histórica Ley de Amnistía, que permitió el retorno de 4.500 personas exiladas por la dictadura. Por otra parte, su “mano dura” en el gobierno (1979-85) significó que la reacción ante su muerte no fuera universalmente de tristeza. Siguiendo una cautelosa vía media, el presidente Fernando Henrique Cardoso afirmó el viernes que “lamentó” su muerte y declaró tres días de luto, pero a la vez rehusó asistir ayer a su funeral. Es cierto que, como uno de los artífices de la democracia brasileña, Figueiredo siempre fue una figura incómodamente ambigua. “Prefiero el olor a caballo que el olor a pueblo”, fue una de sus declaraciones más notorias. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) Luiz Inácio “Lula” da Silva destacó ayer su “violenta” represión a los sindicatos y afirmó que “mis recuerdos sobre él no son los mejores; no tengo comentarios”. En 1993, Figueiredo había confesado que “estoy convencido de que fui una bestia”. Siempre pareció reflejar en su persona las contradicciones de un cuerpo de oficiales profundamente dividido respecto al proceso de “apertura” democrática. Su designación como sucesor del general Geisel (quien había iniciado este proceso) fue opuesta por sectores reaccionarios en el Ejército. Como presidente sólo confirmó los temores de estos últimos. Además de la Ley de Amnistía, reintrodujo el multipartidismo al disolver el bipartidismo proscriptivo de la dictadura. Enfrentado después a una campaña terrorista desde la derecha del Ejército, afirmó que iba a “encarcelar y reventar” a quienes se opusieran a la transición democrática. A mediados de los 80 la crisis económica (con una inflación anual de 250 por ciento) y la falta de progreso en la democratización “lenta pero segura” le hicieron enfrentarse con un enemigo nuevo para la dictadura: las protestas populares. En 1985 el candidato presidencial opositor Tancredo Neves (“Tancredo Never”, se había mofado Figueiredo) logró una victoria aplastante, para luego enfermarse fatalmente antes del traspaso de poder el 15 de marzo. Ese día, Figueiredo se rehusó a entregarle la banda presidencial al vicepresidente José Sarney y se retiró por la puerta trasera del palacio. Sobre su escritorio, dejó la nota que se transformaría en su único testamento político: “Olvídense de mí”.

 


 

LOS MILITARES DIERON UN GOLPE EL 24 POR LA NOCHE
Navidad bomba en Costa de Marfil

t.gif (862 bytes) Un grupo de militares, al mando del ex jefe de la Junta de Defensa, el general Robert Guei, derrocó en plena Nochebuena al presidente de Costa de Marfil Henry Konan Bedié. El ahora ex mandatario está en el aeropuerto de la capital Abidján custodiado por tropas francesas. El general Guei anunció en su primer discurso la creación de un Comité de Salvación Nacional, que por lo visto tendrá mucho que salvar: el golpe fue caótico y los soldados aprovecharon la ocasión para saquear prácticamente todos los negocios del centro de Abidján.Todo había comenzado con un motín militar declarado el jueves en reclamo del cobro de pagos atrasados y primas por intervenciones en contingentes internacionales de paz. Como no llegaron a un acuerdo con las autoridades, los amotinados decidieron avanzar hasta derrocar al gobierno. “Es un golpe grotesco y retrógrado y hay que resistirlo”, había declarado el depuesto Bedié desde la embajada francesa en Costa de Marfil. El gobierno de Bedié había subido el clima de tensión política en Costa de Marfil al perseguir judicialmente al líder opositor Alasane Uatara. De hecho, en una de sus primeras decisiones, las nuevas autoridades militares ordenaron la liberación de más de una veintena de partidarios de Uatara. “Hay que señalar un elemento fundamental, y es que la democracia, las reglas de la democracia serán respetadas”, declaró el general Guei. Este es el primer golpe de Estado que ocurre en Costa de Marfil desde su nacimiento como nación en 1960. Hasta ahora, había sido uno de los países más estables política y económicamente de la convulsionada Africa.

 

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